En un barrio marginado de la ciudad, Valentina, una chica de 17 años con una vida marcada por la pobreza y la lucha, sueña con un futuro mejor. Su vida cambia drásticamente cuando conoce a Alejandro, un ingeniero de 47 años que, a pesar de su éxito profesional, lleva una vida solitaria y atormentada por el pasado. La atracción entre ellos es innegable, y aunque saben que su amor es imposible, se sumergen en una relación secreta llena de pasión y ternura. ¿como terminara esta historia?
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Capítulo 5: Las Tormentas del Pasado
El sol brillaba en el cielo azul, pero la atmósfera en la fábrica era tensa. Valentina llegó con una mezcla de esperanza y ansiedad, ansiosa por continuar con el trabajo y por ver a Alejandro. Sin embargo, a medida que avanzaba el día, notó que la energía entre los trabajadores había cambiado. Las conversaciones eran más silenciosas, y muchos parecían preocuparse por lo que podría suceder con el proyecto.
Al buscar a Alejandro, Valentina lo encontró en un rincón del edificio, hablando con el supervisor. Su expresión era grave, y al verla, Alejandro le dedicó una sonrisa, pero no alcanzó a ocultar la preocupación en sus ojos. Ella se acercó con cautela, sintiendo que había algo más grande en juego.
“Hola,” dijo Valentina, tratando de mantener la voz tranquila. “¿Todo bien?”
“Hola,” respondió Alejandro, aunque su tono sonaba forzado. “Estoy tratando de entender las exigencias del supervisor. Él está insistiendo en que tenemos que hacer cambios significativos si queremos seguir adelante con el proyecto.”
“¿Qué tipo de cambios?” preguntó Valentina, con el corazón encogiéndose.
“Cosas que comprometen la esencia de lo que queremos hacer. El supervisor quiere que prioricemos el lucro sobre el bienestar de la comunidad,” explicó Alejandro, frunciendo el ceño. “No puedo aceptar eso, pero no sé cómo convencerlo de lo contrario.”
Valentina se sintió impotente ante la situación. Había sido emocionante trabajar codo a codo con él, pero ahora sentía que estaban en una encrucijada peligrosa. “Podemos buscar apoyo,” sugirió. “Quizás otros miembros de la comunidad podrían respaldar nuestra causa.”
“Es una buena idea,” dijo Alejandro, pensativo. “Pero me preocupa que el supervisor ya haya tomado su decisión.”
Valentina decidió que no podían dejar que eso sucediera sin luchar. “Si la comunidad se une, tal vez puedan cambiar de opinión. No podemos rendirnos tan fácilmente.”
“Lo sé,” admitió Alejandro, sintiendo la pasión de Valentina y permitiendo que su optimismo lo contagiara. “Voy a hablar con algunos de los otros trabajadores. Tal vez podamos hacer una reunión para discutir esto.”
Mientras continuaban trabajando, Valentina sintió que había un cambio en la dinámica entre ellos. Era evidente que Alejandro estaba lidiando con más de lo que mostraba. Pero esa tarde, cuando terminaron la jornada, se acercó a él. “¿Te gustaría que te acompañara a hablar con la comunidad?” preguntó.
Alejandro sonrió. “Sería genial. Tu energía es contagiosa, y necesito eso ahora.”
Esa noche, Valentina se sintió inspirada. Junto a su abuela, organizó un pequeño encuentro en la plaza del barrio. A medida que el sol se ponía, las luces de la plaza comenzaban a encenderse, creando una atmósfera cálida. Convocaron a los vecinos, muchos de los cuales conocían a Alejandro y estaban ansiosos por escuchar sobre el proyecto.
Cuando Alejandro llegó, su presencia iluminó el lugar. Valentina lo presentó, y él habló con pasión sobre la importancia de la rehabilitación de la fábrica, no solo como un espacio físico, sino como un símbolo de esperanza y cambio para la comunidad. Cada palabra que pronunciaba resonaba en los corazones de las personas, y Valentina sentía que su sueño estaba empezando a tomar forma.
La gente comenzó a murmurar, y a medida que la conversación avanzaba, se dio cuenta de que había un creciente apoyo para el proyecto. Sin embargo, en medio de las palabras de aliento, Valentina notó que Alejandro seguía pensativo, mirando al suelo en momentos de silencio.
Después de la reunión, un grupo de vecinos se acercó para ofrecer su ayuda. Valentina, entusiasmada, comenzó a hablar con ellos sobre ideas y estrategias para presentar un frente unido ante el supervisor.
Sin embargo, mientras los demás hablaban y reían, Valentina se dio cuenta de que Alejandro se había alejado. Al seguirlo, lo encontró de pie al borde de la plaza, mirando las luces titilantes a lo lejos.
“Alejandro, ¿estás bien?” preguntó, acercándose con cautela.
Se volvió hacia ella, y en su mirada había una mezcla de emociones que Valentina no pudo descifrar. “Es solo… esto es más complicado de lo que parece,” admitió, su voz baja. “No sé si podré lograrlo.”
“Claro que puedes,” dijo Valentina, sintiendo la urgencia de alentarlo. “Tienes el apoyo de la comunidad. Todos creen en ti.”
“No es solo eso,” dijo Alejandro, con la mirada perdida en el horizonte. “A veces siento que no merezco este apoyo. He cometido errores en mi vida, y no estoy seguro de poder redimirme.”
Valentina frunció el ceño, tratando de entender lo que él estaba sintiendo. “¿De qué estás hablando? Todos cometemos errores. Lo importante es cómo aprendemos de ellos.”
Alejandro suspiró, su voz temblando levemente. “He tenido un pasado que me persigue. Mi vida antes de regresar aquí estuvo llena de decisiones que me hicieron daño a mí y a otras personas. Cuando veo cómo la comunidad confía en mí, me asusta pensar que podría defraudarlos.”
Valentina sintió que su corazón se encogía. “Nadie es perfecto, Alejandro. La gente ve en ti a alguien que se preocupa, que quiere ayudar. Eso es lo que importa.”
Por un momento, él la miró a los ojos, como si estuviera buscando algo en su mirada. “Eres increíble, Valentina. No sé qué haría sin ti.”
“Estamos juntos en esto,” respondió ella, sintiendo que el vínculo entre ellos se hacía más fuerte. “No tienes que cargar con el peso del pasado solo. Estoy aquí para ayudarte.”
Esa noche, mientras Valentina regresaba a casa, se sintió diferente. Había un nuevo sentido de conexión con Alejandro, una profundidad en su relación que iba más allá de lo romántico. Pero, al mismo tiempo, la sombra del pasado de Alejandro seguía acechando, y ella sabía que tendrían que enfrentarla juntos.
En su corazón, Valentina guardaba la esperanza de que la comunidad los apoyara, pero la incertidumbre seguía allí, como una tormenta que acechaba en el horizonte. El amor y la amistad podían ser fuertes, pero el pasado tenía su propio peso, y Valentina se preguntaba si estaban preparados para cargarlo.