Valeria Intriago y Esteban Miller son una pareja que parece perfecta, pero todo se derrumba cuando ella descubre que él la engaña con su mejor amiga, Camila García. Devastada, Valeria decide vengarse y comienza un juego peligroso de seducción con el hermano de Esteban, quien también tiene sus propios secretos oscuros.
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El Juego de la Seducción
El reloj marcaba la medianoche, pero Valeria no tenía intenciones de dormir.
Se había servido una copa de vino y, sentada en su sala iluminada solo por la tenue luz de la lámpara, saboreaba el dulce triunfo de su primer movimiento.
Damián Miller.
El hombre frío, enigmático, inalcanzable.
El único punto débil de Esteban.
Y ahora, ella había logrado acercarse a él.
La noche anterior había sido una prueba. Sabía que Damián no era un hombre fácil de manipular, pero eso hacía el juego aún más emocionante.
Había visto la forma en que la miró después de su beso en la mejilla, la tensión en su mandíbula cuando se despidió. No fue indiferente.
Quizá no lo demostraría de inmediato, pero Valeria sabía que había sembrado la semilla de la intriga en su mente.
Ahora venía lo más difícil.
Convertir su curiosidad en deseo.
Y, finalmente, en obsesión.
A la mañana siguiente, Valeria despertó con una sensación de determinación recorriendo su cuerpo.
Se vistió con esmero, eligiendo un atuendo que irradiaba seguridad y sensualidad sin ser vulgar.
Un vestido negro entallado, sencillo pero elegante. Tacones altos. Maquillaje impecable.
Hoy era un día importante.
Hoy vería a Damián de nuevo.
Sabía que él solía desayunar en un café exclusivo en la zona financiera de la ciudad.
Había investigado sus rutinas, sus preferencias.
Y aunque Damián no era un hombre predecible, algunos hábitos no cambiaban.
Así que, cuando entró al café con su postura impecable y una ligera sonrisa en los labios, supo que lo encontraría ahí.
Y no se equivocó.
Damián estaba sentado en una mesa junto a una ventana, con una taza de café en la mano y un periódico en la otra.
Elegante. Serio.
Imponente, incluso en la sencillez de la mañana.
Valeria se acercó con naturalidad, como si el destino los hubiera reunido por casualidad.
—Qué coincidencia. Su voz sonó melodiosa, tranquila.
Damián alzó la mirada y la observó con su eterna expresión impenetrable.
—¿Coincidencia? repitió con una ligera sonrisa, como si no creyera ni una sola palabra.
Valeria inclinó la cabeza con fingida inocencia.
—¿Acaso crees que te estoy siguiendo, Damián?
Él dejó la taza sobre la mesa y entrelazó los dedos, mirándola fijamente.
—No sería raro.
—Vaya. Qué egocéntrico.
Damián sonrió con ironía y señaló la silla frente a él.
—Si ya estás aquí, siéntate.
Valeria se sentó con calma, cruzando las piernas con elegancia.
—Siendo honesta, sí vine esperando verte.
Damián arqueó una ceja.
—¿Para qué?
Valeria tomó el menú sin apresurarse.
—Para seguir conversando. Ayer te fuiste antes de que pudiera invitarte a otro trago.
—No soy de los que se dejan tentar fácilmente.
—¿Quién dijo que estaba tentando?
Damián la miró por un momento, como si intentara descifrar sus verdaderas intenciones.
Pero Valeria no tenía intenciones de dejarlo ver más allá de lo que ella quería mostrar.
Damián no era como Esteban.
Mientras que Esteban era impulsivo, arrogante y manipulador, Damián era un estratega.
Y Valeria lo sabía.
Jugar con él requería paciencia.
No sería fácil hacerlo caer, pero no lo necesitaba de inmediato.
Solo necesitaba abrir una grieta en su muralla de indiferencia.
Y con cada mirada, con cada palabra sutilmente calculada, esa grieta se hacía más grande.
Después del café, Valeria se despidió sin insistir en nada más, aunque antes Damián le había dado su número de celular y viceversa también le había dado su número de celular.
Dejó que Damián sintiera que él tenía el control de la situación.
Pero cuando se marchó, con su perfume aún flotando en el aire, él no pudo evitar pensar en ella.
Valeria era un enigma.
Y aunque intentó convencerse de que no le importaba, su mente la seguía recordando.
Pasaron algunos días.
Valeria no lo buscó.
No lo llamó, no le envió mensajes.
Lo dejó en su mundo, en su rutina.
Porque sabía que el verdadero poder estaba en la ausencia.
Y entonces, un mensaje llegó a su teléfono.
Damián Miller: ¿Vienes al cóctel de la empresa esta noche?
Valeria sonrió.
Había picado el anzuelo.
—Por supuesto.
Y esa noche, cuando Valeria entró al salón del evento, con su vestido rojo y su porte impecable, supo que Damián no podría ignorarla por mucho tiempo.
Era el inicio del juego.Un juego donde la seducción y la venganza se entrelazaban.
Y Valeria estaba lista para ganar.