"Ash, cometí un error y ahora estoy pagando el precio. Guiar a esa alma era una tarea insignificante, pero la llevé al lugar equivocado. Ahora estoy atrapada en este patético cuerpo humano, cumpliendo la misión de Satanás. Pero no me preocupa; una vez que termine, regresaré al infierno para continuar con mi grandiosa existencia de demonio.Tarea fácil para alguien como yo. Aquí no hay espacio para sentimientos, solo estrategias. Así es como opera Dahna." Inspirada en un kdrama. (la jueza del infierno)
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Un cambio
Dahna estaba en la acera de la calle maldiciendo a todo el mundo, pero sobre todo a ese bufete de abogados
Horas antes...
Dahna caminó con paso seguro hacia la recepción del bufete de abogados "Di Pietra & Asociados". El nombre le sonaba a la perfección: elegante y autoritario, el tipo de apellido que los humanos solían relacionar con poder y respeto. Sin embargo, al llegar al escritorio de la recepcionista, la escena no fue tan grandiosa como había esperado. La joven tras el mostrador la miró de arriba a abajo con una sonrisa que era más una mueca.
—¿En qué puedo ayudarte? —preguntó la recepcionista, arrastrando las palabras y dejando en claro que no esperaba gran cosa de Dahna.
Dahna, que en su vida pasada nunca había necesitado pedir nada dos veces, levantó la barbilla y decidió que una actitud firme funcionaría mejor.
—Quiero hablar con el señor Di Pietra. Asunto urgente —dijo, mientras hacía un esfuerzo por no parecer demasiado fuera de lugar con la ropa nueva que acababa de comprar y las gafas grandes que aún llevaba puestas. "Pronto cambiaré este aspecto, pero primero, el dinero", pensó con una sonrisa oculta.
La recepcionista ni siquiera se molestó en disimular su desdén. Soltó una risita corta y despectiva antes de agitar la cabeza, como si no pudiera creer la audacia de la joven frente a ella.
—¿Tú? —preguntó, ladeando la cabeza con una sonrisa casi compasiva—. No sé si entiendes cómo funciona esto, pero el señor Di Pietra no tiene tiempo para... bueno, para asuntos urgentes de gente como tú. —Su voz se volvió más aguda, como si le hablara a una niña pequeña que había perdido su camino.
Dahna sintió que la sangre le hervía. Su mente demoníaca ya imaginaba todo tipo de maneras de hacer que la chica suplicara por perdón, pero, lamentablemente, estaba atada a su situación actual. Así que, en lugar de lanzarse sobre el escritorio y mostrarle a la recepcionista cuán equivocada estaba, apretó los puños y se obligó a mantener la calma.
—Si no me dejas verlo ahora, voy a... —comenzó a decir, con un tono amenazante que normalmente habría hecho temblar a cualquiera.
Pero antes de que pudiera terminar su frase, la recepcionista levantó una mano para hacerle un gesto a los guardias de seguridad que vigilaban la entrada. Dos hombres enormes con trajes oscuros se acercaron con expresiones de aburrimiento en sus rostros.
—Creo que es hora de que te retires, querida —dijo la recepcionista con una sonrisa burlona, mientras los guardias la sujetaban por los brazos.
—¡Oye, suéltame! ¡No sabes con quién estás tratando! —gritó Dahna, luchando contra el agarre de los hombres, que la arrastraban hacia la puerta como si fuera un saco de patatas.
—Oh, claro que sí —respondió la recepcionista, meneando la cabeza con una sonrisa que solo hizo enfurecer más a Dahna—. Eres la niña perdida que pensó que podía venir aquí sin una cita. Adiós, suerte con tu... asunto urgente.
Antes de que Dahna pudiera lanzarle un último insulto, la puerta del bufete se cerró de golpe detrás de ella.
Hora actual...
Dahna se encontraba fuera del bufete, recuperando el aliento después de la humillación. Se quedó un momento allí, con el ceño fruncido, apretando los dientes mientras miraba la puerta como si pudiera prenderla en llamas solo con la fuerza de su furia.
—¡Malditos! —masculló, pateando una piedra en la acera que salió disparada hacia la calle. Un coche pasó justo en ese momento y la piedra golpeó el parabrisas, haciendo que el conductor tocara la bocina y la insultara. Dahna simplemente le dedicó una mirada asesina, lo que hizo que el hombre acelerara y se alejara rápidamente.
"Debería haberle arrancado la lengua a esa recepcionista, o mejor aún, transformar a esos gorilas en ratas para que mueran aplastados", pensó, su mente divagando por un momento en las imágenes de su venganza. Pero pronto se dio cuenta de que eso no era posible ahora. "Maldita limitación humana. Tendré que encargarme de esto después. Primero lo primero", se dijo, dándose un pequeño golpe en la cabeza para reordenar sus prioridades.
Dahna suspiró profundamente y revisó su reflejo en la vitrina de una tienda cercana. Lo que vio le hizo fruncir el ceño aún más: un cuerpo delgado, casi frágil, un cabello desordenado que caía en mechones sin vida sobre sus hombros, y esas malditas gafas de montura gruesa que parecían gritar "nerd sin estilo" a kilómetros de distancia. "Esto es inaceptable", pensó, cruzando los brazos mientras observaba su reflejo.
—No puedo estar por la vida usando estas gafas ridículas. Y ese cabello... es un desastre. Definitivamente necesito un estilista. —Dahna miró alrededor, tratando de localizar un lugar que pudiera solucionar su situación—. Y lo necesito ya.
Con la misma determinación que usó para entrar en el bufete, Dahna comenzó a caminar por la calle, buscando un salón de belleza que pudiera atenderla sin cita previa. Sabía que no tenía mucho tiempo, pues aún tenía que encontrar la manera de acceder a esos fondos. Pero una cosa era segura: no iba a hacer ningún plan más si no se sentía cómoda consigo misma.
Después de unos minutos de búsqueda, sus ojos se posaron en un letrero dorado que decía: "Bellissima Estética y Spa". Un nombre pretencioso, pero Dahna decidió que eso era mejor que nada. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta y entró, dejando que el suave aroma a aceites esenciales la envolviera. Una mujer de cabello platinado y maquillaje impecable la miró desde detrás del mostrador con una sonrisa profesional.
—¡Bienvenida a Bellissima! ¿En qué puedo ayudarte hoy? —preguntó la mujer con una sonrisa que era un poco más amable de lo que Dahna había visto últimamente.
Dahna, que normalmente no necesitaba ser amable con nadie, se encontró haciendo un esfuerzo por no mostrar su habitual desdén. Aquella sonrisa tan amplia y ese tono de voz optimista le parecían francamente repugnantes, casi un insulto a su naturaleza. Pero sabía que ahora no podía simplemente dejar que sus pensamientos se manifestaran en su rostro.
—Necesito un cambio completo. Ya, sin cita —respondió Dahna, intentando mantener un tono neutral y no dejar ver que la excesiva amabilidad de la estilista le provocaba náuseas.
La estilista la observó de arriba a abajo y luego soltó una pequeña risa, pero no la misma risita condescendiente que la recepcionista del bufete. Esta era más como la de alguien que veía un reto interesante.
—Claro, querida, tenemos un hueco ahora mismo. —Le hizo una seña a Dahna para que la siguiera—. Vamos a ver qué podemos hacer con... esto.
Dahna asintió, aunque por dentro se estremecía. "Qué manera tan humana de fingir interés", pensó mientras se dejaba guiar hasta un sillón frente a un espejo de cuerpo entero. La estilista comenzó a trabajar de inmediato, examinando su cabello como si fuera una obra de arte en bruto.
Mientras las tijeras cortaban mechones de cabello y la estilista parloteaba sobre tratamientos de belleza y tendencias, Dahna intentó concentrarse en su propio reflejo y no en el tono meloso de la voz de la mujer. A medida que el proceso avanzaba, su mente divagaba sobre su verdadera misión, sobre cómo volver a su antiguo poder y dominar el plano mortal con la misma facilidad con la que antes lo hacía en el inframundo.
—¿Te sientes más ligera? —preguntó la estilista con una sonrisa amplia mientras alisaba el cabello recién cortado de Dahna.
Dahna se obligó a sonreír, aunque la expresión le salió tan torcida que parecía más una mueca.
—Sí, algo así —dijo, mientras pensaba para sí misma: "Ligera sería la cabeza de esta mujer si aún pudiera usar mi poder".
Finalmente, la estilista giró el sillón para mostrarle el resultado en el espejo. El cabello de Dahna ahora caía en ondas suaves y brillantes, mucho más saludable de lo que había estado antes. Las lentillas que le había proporcionado la estilista hacían que sus ojos brillaran de un color intenso que resultaba casi hipnótico.
La estilista sonrió con satisfacción al ver el resultado.
—¡Te ves fabulosa, querida! Nadie sospecharía lo que escondes tras esa sonrisa.
Dahna le devolvió la sonrisa, pero la suya era fría, sin el entusiasmo que pretendía imitar. Por dentro, pensaba que la alegría de la estilista le resultaba francamente asquerosa. Pero por ahora, tendría que soportarlo.
—Gracias, supongo... —respondió Dahna con voz apagada, despidiéndose con un simple gesto y oagando por el trabajo realizado