CADA DÍA

...[¿A donde?]...

El día de mi graduación había llegado. A pesar de todo lo que había vivido en los últimos meses, el estrés, las decisiones apresuradas, las dudas sobre Areu, hoy solo quería disfrutar. Era un logro personal, pero también se sentía como el cierre de un ciclo que me había transformado. La ceremonia fue perfecta, llena de aplausos, fotos y esa sensación de orgullo que se quedaba grabada en la memoria. Mi papá estaba allí, orgulloso, y aunque sabía que le costaba aceptar que yo había crecido, estaba feliz por mí.

Sin embargo, mi mente no dejaba de pensar en Areu. Él no pudo asistir a la ceremonia por un compromiso de última hora, pero me había prometido que estaría en la celebración que tendríamos más tarde, donde finalmente conocería a mi papá. También estaría Alexander, su mejor amigo y novio de Samay, a quien ya conocía desde aquella primera noche en la que Areu y yo nos encontramos por casualidad… o destino.

Estaba en mi habitación, alistándome para la fiesta. Me puse un vestido rojo que sabía que le encantaría a Areu. Me miré al espejo y sonreí. Me sentía bien, segura, como si por fin las piezas de mi vida encajaran. Sabía que Areu tenía sus sombras, sus secretos, pero había decidido confiar.

Recibí un mensaje suyo: "Stellina, estoy en camino. El tráfico está imposible, pero llegaré pronto."

Salí de casa para esperarlo. El aire de la noche era fresco, y la emoción de verlo mezclada con la expectativa de que conociera a mi papá me hacía sonreír sin razón. Miraba mi celular cada tanto, esperando ver sus luces acercándose. Pero lo que llegó no fue lo que esperaba.

Un auto negro se detuvo bruscamente frente a mí. No tuve tiempo de reaccionar. Dos hombres bajaron rápidamente, sus rostros cubiertos por pasamontañas. Uno de ellos me sujetó con fuerza, tapándome la boca para evitar que gritara, mientras el otro revisaba si alguien nos había visto. Luché, pateé, intenté morder, pero eran demasiado fuertes.

Me golpearon en el rostro. Sentí un dolor punzante y la sangre caliente corriendo por mi labio. Me metieron en el auto a la fuerza. El olor a sudor y gasolina llenaba el ambiente, y la adrenalina me impedía pensar con claridad. El miedo me paralizaba.

—¿Quiénes son? ¿Qué quieren? —logré gritar, con la voz temblorosa.

Uno de ellos se giró y me miró con una sonrisa sádica.

—No es nada personal, princesa. Solo eres el punto débil de alguien que ha jugado demasiado tiempo con ventaja.

No entendía a qué se refería. ¿De quién hablaba? ¿Qué tenía que ver yo con esto?

—¿De qué hablas? ¿A quién se refieren? —insistí, aunque sabía que la respuesta me rompería por dentro.

El hombre se acercó, agarrándome del cabello con fuerza, obligándome a mirarlo.

—¿No lo sabes? Vaya… eso es interesante. Tu precioso Areu no es solo el hombre encantador que crees. Es un maldito mafioso. Un cabrón que ha hecho cosas que ni en tus peores pesadillas podrías imaginar. Y hasta ahora nunca habíamos encontrado su debilidad. Hasta que apareciste tú.

El impacto de sus palabras fue peor que el dolor físico. ¿Mafioso? ¿Areu? Mi mente no podía procesarlo. ¿Era eso cierto? ¿O solo era una táctica para manipularme?

El auto se detuvo en un lugar oscuro. Me sacaron a la fuerza y me llevaron a lo que parecía un almacén abandonado. Me golpearon de nuevo antes de atarme a una silla. Mi visión estaba borrosa por el dolor, pero pude ver cómo uno de ellos tomaba mi celular y le enviaba una foto a alguien. Sabía a quién.

Mientras tanto, en algún lugar de la ciudad, Areu recibía ese mensaje. La foto mostraba mi rostro golpeado, mi mirada llena de miedo, y un mensaje claro:

"Si quieres verla con vida, ven solo."