Y llegaste tú, y me sorprendió el poder que había en tu interior y llegaste tú...
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Capítulo 5
Emmanuel se detuvo, salió del auto y, metiéndose las manos en los bolsillos, se acercó despacio a Samantha.
- Cuánto tiempo sin vernos.
- Maldita sea. Emm. Se ha apagado. Se ha parado.- protestó Samantha irritada, que Emmanuel dio un paso atrás con cautela para evitar que le diera con la linterna que blandía en una mano. - Además está lloviznando.
Emmanuel - Ya lo veo. ¿Has comprobado la manecilla de la gasolina?
Samantha - No me he quedado sin gasolina. No soy imbécil. Es la batería o el carburador. Aunque realmente no sé que pueda ser.
Emmanuel - Sí, es posible.
Samantha suspiró hondo.- Maldita sea, Emmanuel, soy psicóloga, no mecánica.
Su frase le arrancó una carcajada.
Samantha lo miro con cara de pocos amigos.
Emmanuel - Ok está bien. Dime ¿Has llamado a la asistencia víal?
Samantha - Iba hacerlo, pero he pensado que antes tendría que echar un vistazo por aquí, por si se trata de algo simple y fácil. ¿Por qué no simplifican lo que va metido ahí dentro para ahorrar problemas a los que conducimos?
Emmanuel ¿Por qué los médicos cuando mandan los medicamentos, lo escriben en mandarín? Has dado en el clavo con preguntas fundamentales.
Samantha lo miro con cara de pocos amigos - Emmanuel estás logrando que dejes de caerme bien. Y solo te trate para la organización del aniversario de la firma de mis padres.
- Está bien. Dame un permiso, dejame que eche un vistazo. - Emmanuel tendió la mano para que ella le pasara la linterna. - Samantha estás temblando.
Samantha - Me habría abrigado más si hubiera sabido que terminaría con mi auto accidentado como una imbécil junto a la carretera, en plena noche y bajo una llovizna de nieve.
- Tranquila - dijo Emmanuel quitándose la chaqueta y ofreciéndosela para que se abrigará.
Samantha - Gracias.- Dijo mientras se abrigaba dentro de la prenda y Emmanuel se inclinaba bajo el capó del carro.
Emmanuel - ¿Cuándo fue la última vez que llevaste el carro a revisión?
Samantha - No me acuerdo. Fue hace mucho.
Emmanuel la miró, y sus ojos la observaron con severidad.- Ese «hace mucho» debe de ser nunca. Los cables de la batería están oxidados.
- ¿Y eso que quiere decir? - Samantha dio un paso adelante y metió la cabeza bajo el capó como él. ¿Puedes arreglarlo?
Emmanuel - Puedo.
Emmanuel volvió la cabeza y Samantha también. Lo único que Emmanuel alcanzó a ver fueron unos ojos divinamente aterciopelados y, por un momento, perdió la facultad de hablar.
- ¿Qué?- dijo Samantha y su aliento se posó cálido sobre sus labios.
Emmanuel - ¿Qué? Eso, ¿qué diablos estaba haciendo? Tendría que buscar una mejor manera de acercarse a ella, no así, debajo del capó del carro. pensó.
Samantha se le acercó más y al estar apenas a un centímetro de sus labios, lo único que pudo decirle - No me odies por lo que voy a hacer. - luego lo beso y al sentir el calor de su boca y sentir que no la rechazó lo abrazo por el cuello y le acaricio mientras lo besaba deleitandose con su sabor, disfrutando todo lo que pudiera obtener de él y su abrazo.
Emmanuel se sorprendió por el roce de sus labios y al sentir que ella lo abrazo, no se quedó atrás y la tomo por la cintura, disfrutando de su cuerpo pegado al suyo, de su boca, cuando ya estaba apunto de perder la cabeza por esa mujer. Se separó de ella sin soltarla y todavía sintiendo el calor de su boca rozando la suya, solo pudo decir - Guao. Que rico. Y créeme que me encantaría continúar, pero te me puedes resfriar. Y eso no me lo perdonaría.
Samantha sintiendo su aliento al hablarle, se separó un poco y dijo - Lo siento, no fue mi intención.
Emmanuel - Por favor no lo sientas. Me encantó. - Tuvo que soltarla, dejarle espacio y recobrar el sentido, porque había perdido la noción del tiempo y recordar que la estaba auxiliando con su auto para que pudiera llegar a casa y abrigarse del frío que estaba haciendo. - Lo único que puedo hacer en este momento, es arrancar el auto con las pinzas para que llegues a casa.
Samantha Ok, gracias. - dijo sin mirarlo.
Emmanuel se le acercó otra vez y con un suave roce le levantó la mirada y le dijo - No te avergüences del increíble beso que nos dimos - Luego le rozó los labios - Fue lo mejor de esta noche.
Samantha - En serio ¿Te gusto?
Emmanuel - ¿Gustarme? Si tú supieras. - Luego se alejo de ella para intentar encender el carro.
Samantha solo pudo mirarlo - Ojalá encienda. - Y se acercó hasta donde estaba él, revisando el carro.
Emmanuel - Claro que sí, tranquila. Pero debes de saber que tienes que llevar a este bebé mal atendido a que lo arreglen.
Samantha - Por supuesto. Será lo primero que haga. Te lo prometo.
La voz de Samantha sonaba algo temblorosa y ese detalle le recordó que hacía frío.
Métete en el carro Sami, mientras engancho las pinzas. No enciendas el motor, no toques nada hasta que yo te lo diga.- Emmanuel dio la vuelta a su camioneta hasta que esta quedó situada frente al carro de Samantha. Sacó las pinzas eléctricas y ella aprovechó para volver a salir del auto.
Samantha - Quiero ver lo que haces - le explicó. Por si alguna vez tengo que hacerlo yo.
Emmanuel - Muy bien. Pinzas eléctricas, baterías. Polo positivo y negativo. Vale más que no los confundas porque si los conectas mal.- Emmanuel enganchó una pinza a la batería, soltó una exclamación como si lo estrangularan y empezó a temblar.
Samantha, en lugar de ponerse a chillar, se rió y le dio un manotazo en el brazo.- Idiota. Tengo una hermana que es mecánico. Y tiene su propio consesionario. Conozco tus jueguecitos. Ella nos asustaba a mi otra hermana y a mi. Con esa maniobra así que ni lo intentes.
Emmanuel - ¿Tu hermana es mecánico?
Samantha - Si. ¿Por qué? No me digas que eres uno de esos tipos que discriminan a la mujer en ese tipo de trabajo.
Emmanuel - No. Para nada. Me gusta la idea que ustedes las mujeres, también ocupen nuestros espacios.
Samantha - Que bueno que pienses así.
Emmanuel - Lo que no entiendo, es porque ella no te ha enseñado a arrancar un coche sin batería.
Samantha - Si lo hizo, más o menos, el problema fue, que no le presté atención. Llevo un juego de esas pinzas en el maletero, y también otras cosas para emergencias. Pero nunca he tenido que utilizarlos. El motor de tu carro brilla más que en el mío.- añadió mirando con el ceño fruncido el motor de la camioneta de Emmanuel.
Emmanuel - Pues si.
Samantha soltó un bufido.
Emmanuel - Después de lo que acabo de ver, no te lo discuto. Entra y prende el auto.
Samantha - ¿Que prenda el qué?
Emmanuel la miro ironía
Samantha - Era broma
Emmanuel - Ja, ja, ja. Cuando el motor arranque, en el supuesto de que lo haga, no apagues el contacto.
- Entendido. - Samantha se metió en el auto y cruzó los dedos antes de dar la vuelta a la llave. El motor tosió, roncó, le arrancó una mueca a Emmanuel y se puso en marcha con un gruñido.
Samantha sacó la cabeza por la ventanilla y le sonrió.- ¡Gracias Emm!
A Emmanuel le cruzó por el pensamiento la idea de que con toda esa energía, su sonrisa podría encender un centenar de baterías agotadas.
- Dejaremos que cargue un rato y luego te seguiré hasta tu apartamento.
Samantha - No es necesario. Te va a desviar de tu camino.
Emmanuel Te seguiré a tu apartamento para asegurarme de que no se te apagará por el camino.
Samantha - Gracias, Emm. Solo Dios sabe el mal rato que habría pasado aquí fuera si no hubieras aparecido tú. Estaba maldiciendo mis huesos por haber ido a esa endemoniada fiesta, porque lo que me apetecía hacer esta noche era relajarme con una peli y acostarme temprano.
Emmanuel - ¿Y por qué saliste?
- Porque no me gusta decirle que no a Nadie - respondió ella encogiéndose de hombros.- Samuel no tenía ningunas ganas de ir solo y, en fin, a mí me gustan las fiestas. Por eso pensé que estaría bien quedar con él allí y pasar una horita juntos.
Emmanuel - Ajá. Pero no estuviste con el en la fiesta. ¿Cómo han ido las cosas entre él y la rubia?
Samantha - ¿Perdón?
Emmanuel - La rubia que le agendaste para quitartelo de encima.
No se la he agendado. - Samantha apartó la vista y luego volvió a mirarlo a los ojos. - Vale, sí lo he hecho, pero solo porque pensaba que se gustarían. Cosa que ha ocurrido. Habría pensado que había valido la pena el esfuerzo de salir esta noche si no hubiera terminado averiada en plena vía. No me parece justo. Y ahora me da un poco de vergüenza porque te has dado cuenta.
Emmanuel - Al contrario, me impresionas. Eso y la salsa de los pasapalos han sido las cosas que más me han gustado de la fiesta. Voy a quitar las pinzas. Veamos si ha recargado bien. Si funciona, espera a que entre en mi camioneta antes de ponerte a conducir.
Samantha - Ok. Emm, Gracias, te debo una.
- Sí, me la debes.- Emmanuel le sonrió y le guiño el ojo.
Al ver que el auto de Samantha seguía en marcha, cerró el capó y luego bajó el suyo.
Echó las pinzas de la batería en el interior del maletero, se acomodó tras el volante, movió la camioneta para colocarse detrás del auto de ella y encendió los faros para indicarle que empezara a moverse.
La siguió bajo la fina llovizna que seguía cayendo, mientras intentaba no pensar en ese momento en que, bajo el capó, su aliento le había rozado con calidez los labios y luego lo había besado de tal manera que lo dejaron con más ganas de ella.
Emmanuel - Diosss, como me gusta esa mujer. Y su sabor no logro quitarmelo de la boca.
Samantha tocó el claxon en señal amistosa cuando llegó al camino particular del urbanismo.
Emmanuel aminoró la marcha y se detuvo. Se quedó contemplando los faros traseros de su auto, que, internándose en la oscuridad, desaparecieron tras la curva que conducía al edificio donde residía.
Permaneció un rato allí, a oscuras, y luego dio la vuelta y se marchó a casa.