El Regalo Más Grande

Me quedé llorando por mucho tiempo, hasta que el cansancio me venció. Apenas era semi consciente, pero de algún modo me las ingenié para darme cuenta de que Dylan no pasó la noche a mi lado. 

[Zach] 

Desperté solo, realmente lo hice. Por primera vez en mucho tiempo Dylan no estaba ahí, conmigo. Sus fuertes brazos no rodeaban mi cintura, ni su cuerpo envolvía de calidez el mío. En su lugar había un montón de sábanas intactas y almohadas perfectamente acomodadas, lo cual indicaba que ni siquiera se dignó a poner un pie dentro la habitación. La conmoción inicial se transformó rápidamente en miedo, y es que nunca pensé llegar a este extremo. Sí, como toda pareja teníamos discusiones pero éstas jamás trascendieron a conflictos más serios. Bastaba un beso, un abrazo para olvidar el por qué de nuestro enojo, pero claramente esta problemática no se solucionaría tan fácil. 

Me sentía herido, ofendido en parte. Mi enojo era lo suficientemente grande como para ignorarlo por semanas y obligarle a dormir en el sofá durante los próximos tres meses. Pero no, no iba armar una escenita, hacerlo únicamente complicaría las cosas. En su lugar debía darme prisa y aclarar el malentendido surgido la noche anterior antes de que Dylan se hiciera más ideas erróneas al respecto. Era lo mínimo que podía hacer, después de todo este embrollo era mi culpa. Si hubiese pensando antes de hablar nada de esto habría pasado. Tampoco podía culpar a Dylan por estar enojado. Si la situación fuera a la inversa estaría igual o peor porque entre más vueltas le daba a mis palabras, peor sonaban y las ganas de abofetearme eran casi incontenibles. 

Dios, amaba a mi bebé. Si, tenía dudas, miedos, preocupaciones y demás como cualquier principiante, pero si de algo estaba seguro en esta vida era del profundo anhelo que tenía por sostenerlo entre mis brazos, cuidarlo, amarlo y protegerlo. Mi único y gran pecado fue llamarlo 'accidente'. 

Está bien lo admito, modificó todo mi mundo, cambió mis planes e incluso me obligó a renunciar a la vida que en algún momento elegí, pero aquello que perdía no se comparaba con lo que iba obtener a cambio. Quería terminar mi carrera para dedicarme de lleno a la crianza de mi criatura, quizá retomarla cuando tuviera la edad suficiente, pero no descuidarle estando recién nacido. Dylan no lo entendía y me tachaba de negligente sin al menos ponerse en mis zapatos. Mi único deseo era dejar el terreno preparado, exigirme un poco en esta etapa del embarazo era más fácil a hacerlo cuando me encontrará con un enorme vientre de siete, ocho o nueve meses y/o bien, con un bebé en brazos. Por ello estaba esforzándome para terminar la tesis a finales de este mes, tal vez antes. Y realmente no tenía idea de cómo exponer esto ante el imbécil de mi novio sin hacerlo enojar más. 

Con toda la convicción del mundo me reincorporé, arrojé las mantas a un lado y salí fuera de la cama decidido a enmendar mi error. No fui capaz de dar dos pasos antes de sentir el vértigo bajo mis pies, como si el suelo fuera a tragarme. Habría caído a no ser porque alcancé a sostenerme del buro, por fortuna reaccioné a tiempo. Solo entonces noté el agudo dolor de cabeza que tenía, el mareo era tan descomunal que incluso veía puntitos luminosos obstruyendo mi visión. Por un momento me asusté, creí que iba desmayarme, afortunadamente el malestar cesó transcurrido un momento. Intenté ponerme en pie nuevamente, lo conseguí, sin embargo las piernas me temblaban, tanto que tenía miedo de caerme. Asumí que Dylan tenía un poco de razón en cuanto a mi salud y lo descuidado que estaba siendo. 

Bajo un enorme esfuerzo conseguí llegar al baño, ayudándome en el taburete para darme apoyo. Lavé mi rostro con agua helada, esta ayudaba a disipar un poco el malestar. Cuando terminé de cepillarme los dientes me atreví a mirar mi reflejo, lo que vi no me agradó en absoluto. Tenía la cara roja, los párpados hinchados y mis ojos sumamente irritados, resultaba obvio lloré por horas. Pensé disimularlo con un poco de maquillaje, sin embargo no estaba de ánimo, eso sin mencionar que mi autoestima estaba por los suelos y me sentía el ser más feo del planeta. 

Cambié mi ropa por algo más decente, tardando más de lo usual buscando entre la montaña de prendas algo lo suficientemente holgado. El embarazo empezaba a notarse más últimamente y vestirme estaba volviéndose difícil conforme mi vientre crecía. Me emocionaba de algún modo, aunque de vez en cuando resultaba un tanto deprimente. Una vez listo tomé mis vitaminas y medicamentos para las náuseas, rogando al cielo que desaparecieran cuanto antes, hoy en especial no me sentía apto para pasármela en el baño vomitando. 

Bajé las escaleras temeroso de caer, por lo que me sujeté con excesiva fuerza del barandal porque la sensación de vértigo se negaba a desaparecer. Ya en el primer piso me di a la tarea de buscar a Dylan, heché un rápido vistazo a la sala, estudio & comedor pero no había rastros de él. Fue el intenso olor a café recién hecho lo que me condujo hasta su paradero: la cocina. Me dirigí hasta allí arrepintiéndome de inmediato, el olor a comida revolvió mí estomago con rapidez y un incesante anhelo de vomitar me invadió. Tomé aire, obligándome a disimular un poco. Caminé lento hasta la pequeña mesa de centro intentando llamar la atención de Dylan, sin embargo éste insistió en ignorar mi presencia poniendo excesiva (fingida) atención al periódico que tenía en manos. 

—  Hola. — saludé inseguro. 

—  Hola. — respondió seco, indispuesto a mirarme siquiera. Me trague la indignación y lo pasé por alto, estaba ahí para arreglar nuestro desliz después de todo. 

—  No escuché cuándo fuiste a dormir. — musité con cautela, insistiendo en conversar. Dylan levantó la mirada, sus grandes y brillantes ojos negros se encontraron con los míos. 

—  Quizá porque no lo hice. 

Bien, su respuesta me descolocó. Muy en el fondo mantenía la tonta esperanza de haber malentendido la situación. Llegué a creer que tal vez se acostó por la madrugada y se levantó demasiado temprano por lo que no me di cuenta, sus extremadamente sinceras palabras destrozaron mi teoría. 

—  ¿Por qué? — me sentí estúpido preguntando, pero tenía que hacerlo. 

—  Dije que no deseaba verte — respondió indiferente—  Así que dormí en el sofá. 

Fruncí mis labios en un vano intento de fingir serenidad, fracasé. Sus palabras consiguieron lastimarme y parecía no darse cuenta, o bien sólo aparentaba no hacerlo. 

—  ¿No crees que estás yendo demasiado lejos? — repliqué—  Ya te he pedido perdón, también te he dicho que tomaré la baja médica ¿Qué más quieres?

No respondió, en su lugar se puso de pie ante mi atenta mirada rodeándo la mesa hasta llegar donde me encontraba. Era incapaz de leer sus acciones, no sabía qué esperar así que permanecí inmóvil. Grande fue mi decepción al ver que hacía a un lado la silla y me giraba hacia esta, invitando a sentarme. 

—  Come. — prácticamente ordenó—  Preparé el desayuno.