La ciudad despierta alarmada y aterrada con un horrendo triple crimen y Fiorella descubre, con espanto, que es una mujer lobo, pensándose, entonces en un ser cruel y sanguinario, lo que la sume en desesperación y pavor. Empieza, por ende, su agonía, imaginándose una alimaña maligna y quizás la única de su especie en el mundo. Fiorella es acosada por la policía y cazadores de lobos que intentan dar con ella, iniciándose toda de suerte de peripecias, con muchas dosis de acción y suspenso. Ella se enamora, perdidamente, de un humano, un periodista que tiene la misión de su canal de noticias en dar con la mujer lobo, sin imaginar que es la muchacha a quien ama, también, con locura y vehemencia. Fiorella ya había tenido anteriores decepciones con otros hombres, debido a que es una fiera y no puede controlar la furia que lleva adentro, provocándoles graves heridas. Con la aparición de otras mujeres lobo, Fiorella intentará salvar su vida caótica llena de peligros y no solo evadir a los cazadores sino evitar ser asesinada. Romance, acción, peligros, suspenso y mucha intriga se suceden en esta apasionante novela, "Mujer lobo" que acaparará la atención de los lectores. Una novela audaz, intrépida, muy real, donde se conjuga, amor, mucho romance, decepción, miedo, asesinatos, crímenes y mafias para que el lector se mantenga en vilo de principio a fin, sin perder detalle alguno.
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Capítulo 5
A la mañana siguiente fui al laboratorio de la facultad de veterinaria, que estaba en el sótano, al final de los peldaños. Me puse el mandil de reglamento, el barbijo, guantes quirúrgicos y firmé el registro con el el señor de la seguridad. Cuando abrí la puerta justo estaba terminando sus clases el doctor Pereyra, una disertación con los alumnos del quinto ciclo.
Aproveché, entonces, para cargar mi móvil.
Me había sacado sangre en ayunas. Matthew aún dormía y e levanté de puntitas y con una jeringa me extraje un buen chorro que metí en un tubillo que sellé con mucho cuidado y lo guardé, luego, en el refrigerador. Después lo traje en la universidad en un cooler.
Me senté frente al microscopio y prendí la PC para grabar los archivos. Traje conmigo, igualmente, un usb para mis anotaciones importantes o lo que pudiera descubrir.
Yo había sido la mejor alumna en laboratorio clínico I, II y III. Me encantaban los análisis, las reacciones químicas y descubrir virus y bacterias porque me era entretenido y me sumergía en un mundo apasionante y diferente. Aprendí a analizar la sangre y diferenciarlos entre todos los animales de la granja de la universidad o los que podíamos conseguir de la vida silvestre.
En el internet encontré un detalle de la sangre de los lobos, su composición y todo lo demás. Estaba entusiasmada.
-¿Está haciendo una investigación, señorita Malinova?-, me sobresaltó el doctor Pereyra. Él fue mi profesor de laboratorio y estaba encantado conmigo porque era su mejor alumna.
-Ay, sí profesor, quiero saber a qué pertenece esta sangre, también aprovecho para cargar mi móvil-, dije la verdad.
-Lo mejor, señorita Malinova, es usar cargadores inalámbricos-, me recomendó Pereyra.
Yo había seleccionado unas gotas que había puesto debajo del microscopio. El doctor alzó el tubillo donde estaba el resto de la sangre y miró por la luz. Sus alumnos también se interesaron y lo rodearon. Me puse roja como un tomate.
-Esto parece ser la sangre de un lobo muy grande, podría ser un gris extraordinariamente gigantesco, pero también podría tratarse de un perro San Bernardo o un gran danés, miren la sangre gelatinosa y espesa-, decía Pereyra admirado.
-Los lobos grises son enormes, doctor-, dijo una chica mirando, también, muy atenta el frasco.
-Sí, pero no tanto como los Canis dirus, que se extinguieron hace miles de años. Ésta sangre me hace recordar eso, a los canis dirus-, siguió diciendo el profesor.
-¿Canis dirus?-, se extrañó un chico guapo.
-Sí. Un lobo gigante, un cánido extinto de gran tamaño que vivió desde América del Norte hasta las Pampas argentinas durante el Pleistoceno-, sonrió con la mirada el profesor.
-No puede ser esa la sangre de un lobo gigante extinguido hace miles de años, es imposible, está fresca-, echó a reír otra muchacha.
Pereyra entonces me miró entre sorprendido y desconfiado. -¿De dónde sacó ésta sangre, señorita Malinova?-
Ups ¿y ahora? Estaba acorralada. Me turbé bastante y mi corazón volvió a patalear efusivo en el busto.
-De un criadero de perros, una amiga quiere saber si el perro que desea es de pura sangre-, se me ocurrió decir.
-A menos que tenga un jardín tamaño de un parque, no le conviene. Esta sangre es de un perro que mide casi dos metros-, echó a reír el doctor Pereyra, me devolvió el tubillo y salió con sus alumnos para la clase teórica que daría en el tercer piso.
Yo estaba perpleja y boquiabierta por todo lo que había dicho el profesor. Pasé mis pelos detrás de la oreja y contemplé la muestra que había seleccionado, hice los apuntes sobre su composición, conté las glóbulos, me fijé en la textura y en su química y cotejé mis anotaciones con la amplia información del internet.
La sangre, en efecto, era de lobo, posiblemente gris, el más gigante de toda la especie.
Rayos.
La sangre la vertí en el lavadero destruí la muestra. Los guantes quirúrgicos los eché al tacho de basura y salí del laboratorio trastabillando, confundida, perpleja y hasta embobada. Eso lo notó el vigilante.
-¿Difícil el examen, señorita Malinova?-, se divirtió viéndome estupefacta y pálida.
-Muy difícil, Jorge, demasiado difícil-, exhalé angustiada.