Nadie recuerda cómo comenzó, pero en los viejos cuentos se dice que Sombravelo era un reino bañado en luz dorada, donde las estrellas brillaban en el día y la magia fluía como el agua en los ríos. Sin embargo, algo oscuro se apoderó del reino. Una sombra antigua, nacida de los miedos más profundos de la humanidad, comenzó a extenderse, transformando a sus habitantes en figuras retorcidas y grotescas. Este mal, llamado La Niebla Devora-Sueños, era invisible para el ojo humano, pero dejaba marcas en el alma.
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Capítulo 13: El Laberinto de los Ecos
Después de cruzar el Río de los Susurros, Elías se adentró en un bosque más denso y antiguo. Los árboles, de cortezas retorcidas y ramas que se entrelazaban como dedos huesudos, formaban un laberinto natural que parecía extenderse infinitamente en todas direcciones. La luz del sol se filtraba apenas, proyectando sombras largas y danzantes que se movían como si tuvieran vida propia. El aire estaba cargado de una inquietud silenciosa, y una sensación de expectativa llenaba el ambiente.
Nox voló sobre su hombro, posándose en una rama cercana. Sus ojos rojos resplandecían con una intensidad inusual, como si percibiera algo en el aire.
—"Estás entrando en el Laberinto de los Ecos," anunció el cuervo con un tono solemne. —"Aquí, los recuerdos de los viajeros perdidos permanecen atrapados, repitiéndose sin cesar. Las decisiones que se tomaron en el pasado resuenan como ecos interminables, y aquellos que no encuentran el camino quedan atrapados en un ciclo eterno."
Elías tragó saliva, sintiendo una mezcla de curiosidad y temor. El laberinto parecía mucho más que un simple camino confuso; era un lugar donde las memorias y los arrepentimientos se materializaban, convirtiéndose en obstáculos tangibles que podían desviarlo de su verdadero propósito.
—"¿Cómo encontraré la salida?" —preguntó, mirando hacia las sombras que se extendían frente a él.
—"La clave está en escuchar los ecos," respondió Nox. —"Pero no todos los ecos son dignos de seguir. Algunos son susurros de verdades olvidadas, mientras que otros son trampas que buscan desviarte de tu camino. Debes aprender a distinguir entre ellos."
Elías respiró profundamente y dio su primer paso hacia el laberinto. A medida que avanzaba, los sonidos se volvían más intensos; voces susurraban su nombre, repitiendo frases que le resultaban familiares pero distorsionadas. Algunos ecos eran tan claros que parecían venir de justo detrás de él, mientras que otros se mezclaban con el viento, confundiéndose con el crujido de las ramas y el susurro de las hojas.
De pronto, escuchó la voz de su abuela, llamándolo desde algún lugar más adelante. "Elías, ven aquí, cariño. Necesito hablar contigo." La voz sonaba cálida y llena de cariño, pero al mismo tiempo le produjo un escalofrío. Su abuela había fallecido hacía meses, y Elías sabía que lo que oía no podía ser real.
Aun así, su corazón se llenó de una mezcla de esperanza y tristeza. Dio un par de pasos en dirección a la voz, pero de inmediato un eco distinto lo alcanzó, deteniéndolo en seco. Era su propia voz, más joven, resonando con miedo. "No quiero estar solo… No quiero perderlos."
Elías se detuvo, cerrando los ojos por un momento. Los ecos jugaban con sus emociones, intentando llevarlo por caminos erróneos. Recordó las palabras de Nox: no todos los ecos son dignos de seguir. Necesitaba enfocarse en lo que era real, en lo que su corazón le decía que era la verdad.
El sonido de un llanto apagado lo guio hacia la izquierda, donde encontró un estrecho sendero cubierto de enredaderas. Avanzó por él, y los ecos se intensificaron. A cada paso que daba, los recuerdos surgían de las sombras: el día en que había perdido a su madre, la mirada de su abuela en su lecho de muerte, y los sentimientos de impotencia que habían permanecido en su corazón durante tanto tiempo.
Las imágenes se materializaban ante él, como figuras espectrales que lo rodeaban, repitiendo momentos dolorosos de su vida. Sin embargo, no eran meras ilusiones; cada figura proyectaba un eco emocional, una sensación intensa de tristeza, culpa, o miedo. Elías entendió que no podía ignorar esos sentimientos; tenía que enfrentarlos, reconocer su dolor y aceptarlo.
Se acercó a una de las figuras, la de su madre, que se mantenía de pie con una sonrisa triste. Extendió la mano hacia ella, y al tocarla, el eco resonó más fuerte.
—"Siempre quise ser fuerte para ti, mamá," dijo Elías con voz temblorosa. —"Pero a veces sentía que no era suficiente."
La figura se desvaneció lentamente, dejando tras de sí un brillo cálido. El eco se transformó en un susurro más tranquilo, casi reconfortante. Era como si, al reconocer su dolor, hubiese logrado apaciguar el eco.
El camino por el laberinto comenzó a cambiar. Las sombras se hicieron menos densas, y el aire parecía más claro. Sin embargo, Elías no estaba solo. Otra figura emergió frente a él, más alta y oscura, una silueta sin rostro que irradiaba una presencia fría y amenazante.
—"Soy la Sombra del Arrepentimiento," dijo la figura con una voz profunda y reverberante. —"Aquí estoy para recordarte lo que no pudiste hacer, los errores que no pudiste corregir. No puedes seguir sin enfrentarte a mí."
Elías sintió el peso de la culpa presionando su pecho, pero algo dentro de él se rebeló. Había llegado demasiado lejos para rendirse ahora, y el río había aliviado parte de su carga. Recordó las palabras de su madre en el susurro del río, y la sabiduría en los ojos de Nox.
—"He cometido errores," respondió Elías, con firmeza. —"He sentido miedo, culpa y arrepentimiento, pero no voy a dejar que eso me detenga. Acepto mis errores, pero seguiré avanzando."
La Sombra del Arrepentimiento se estremeció y se disipó como humo en el aire. Elías sintió una ligereza inusual en su corazón, como si con cada paso dejara atrás un poco más de la oscuridad que había cargado durante tanto tiempo.
Finalmente, el camino se abrió ante él, y salió del laberinto. Del otro lado, un valle resplandecía bajo una luz dorada. Nox lo esperaba en una roca cercana, observándolo con una mirada que mezclaba aprobación y expectación.
—"Lo has logrado," dijo el cuervo. —"Pero recuerda, Elías, Sombravelo aún no ha terminado de probar tu corazón. Los ecos pueden haberse desvanecido, pero las sombras que quedan en tu interior todavía tienen mucho que enseñarte."
Elías asintió, sabiendo que aún le quedaba mucho por descubrir. Había enfrentado parte de su dolor, pero sentía que Sombravelo le deparaba pruebas más complejas. Con renovada resolución, se adentró en el valle, decidido a continuar su viaje hacia el verdadero destino que lo esperaba en las profundidades de ese extraño y fascinante mundo.