Lucía, luego de morir despierta en la última novela que leyó, pero lo más extraño de todo eso fue que despertó en el personaje que más odiaba...
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capítulo 17
En la habitación que le habían dado a Dayana, la joven se encontraba inconsciente, aún tenía algo de fiebre y es por eso que el ministro al oír que su estado aún no era favorable, empezó a dudar de sí el bandido había dicho la verdad. Ellos utilizaron ese "antídoto" sin siquiera hacerles pruebas antes de dárseloa Dayana, no sabían con exactitud que le habían administrado, pero al ver que la chica parecía no estar mejorando, el conde Cristian preguntó.
— ¿Cuánto tiempo más estará así? Ya pasaron varias horas, tendría que haber cambios en su estado...
– Tenga paciencia joven conde. La fiebre está bajando, la señorita recibió ese veneno en grandes cantidades, hay que ser pacientes y esperar lo mejor.
Stefan quien se encontraba en una esquina escuchando todo, miro a su hermano y haciéndole señas salió de la habitación. Cristian siguió a su hermano y al ver que este se dirigía hacia su oficina preguntó.
– ¿Qué piensas hacer hermano?
— Debemos avisarle a la familia de la señorita. Tal vez no mejore y necesitamos estar preparados para esa eventualidad...
Cristian sabía que su hermano tenía razón, pero al ver que él parecía estar tan ajeno a toda esa situación le molestaba. La chica estaba así por ayudarlos a ellos, no sabía cuan grande había sido su ayuda, pero el hecho de que ella ahora estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte, era un indicativo de valor y compromiso.
***
La noche llegó y sin cambio alguno, todos los soldados que habían sido ayudados por ella esa tarde, estaban a la espera de noticias, todos deseaban la pronta recuperación de la señorita. Así paso la noche y a la mañana siguiente un pequeño escuadrón con el escudo del ducado Milton, llegaba a la base. Víctor, junto con algunos soldados llevaron sus caballos a los establos y al ver a algunos caballeros allí preguntó.
— Buenos días, los hermanos Ferreira están aquí.
— Así es excelencia, llegaron ayer al medio día.
— ¿Y por casualidad vino una joven con ellos?
— Sí joven duque, la señorita fue herida cuando unos bandidos emboscaron al escuadrón del ministro de guerra.— Víctor al oír esto se alarmó y el soldado agregó —por lo que los soldados que estaban presentes cuentan, la joven mato a más de quince hombres sola, si no hubiera sido por su ayuda el escuadrón del ministro hubiera sufrido bajas considerables, ya que los hombres que la señorita mato eran los refuerzos que esperaban órdenes para atacar.
Víctor y sus soldados no podían creer lo que estaban escuchando, la mayoría de los soldados del ducado sabían que la joven era una habilidosa espadachína, pero no estaban tan seguros de que la joven tuviera la sangre tan fría como para matar a una persona, y menos a quince. Pronto el soldado agrego.
– Lastimosamente, no salió ilesa de esa batalla, las espadas de los bandidos contenían un veneno muy potente y aunque ya lograron darle el antídoto, la señorita aún no despierta. Muchos soldados se quedaron en vela anoche esperando saber algo sobre la salud de la señorita.
Víctor le entrego su caballo al caballero y dirigiéndose con dirección a la oficina del ministro, se encaminó en busca de respuestas. Cuando llego vio a Stefan con un semblante serio y de cansancio, él se había mantenido toda la noche despierto a espera de información tanto del médico, como de los soldados que había enviado a investigar sobre la emboscada que le habían tendido. Él sabía que el ataque que había recibido fue organizado, alguien sabía que iban a estar en ese lugar y a esa hora, tenía que llegar al fondo de todo eso, puesto que si bien no quería admitirlo, la señorita Lauren había logrado salvarle la vida a él y a todo su escuadrón.
Cuando Stefan levantó su mirada y vio al joven duque, si ceño se frunció y preguntó.
— ¿No tenía que llegar la semana que viene?
— Mis planes se adelantaron. ¿Qué fue lo que paso?
Stefan bajo su mirada nuevamente a sus papeles y contestó.
— Aún lo estoy averiguando.
— ¿Ya enviaste a alguien para que le avise al barón sobre el estado de su hija?
– Esta mañana partió un mensajero...— Stefan contestaba sin prestarle mucha atención a las preguntas que el joven duque le hacía. Victor, por su parte al notar esto, solo suspiro y saliendo de la habitación dijo.
– Veo que estás sobrepasando las cosas, iré con el conde para saber que paso...
Stefan no dijo nada más y siguió esperando noticias de sus hombres.
Cuando Víctor llegó a la habitación donde estaban atendiendo a la señorita Dayana, vio al conde sentado en la entrada, montando guardia. Pronto noto la presencia de su amigo y se levantó del piso para saludar.
— Joven duque... veo que adelantó su llegada...
— Tuve que hacerlo, la señorita Dayana dejó una carta diciendo que venía a ayudarlos a ustedes.
Cristian se sorprendió por esta noticia, puesto que nadie sabía que serían atacados o de su excursión.
— Nadie sabía que vendíamos a la frontera norte.
— Mi padre se lo comentó mientras entrenaban esa tarde, señorita Lauren por iniciativa propia espero a que todos se durmieran y cabalgo en busca de su escuadrón. Debió haber cabalgado durante toda la noche si llegó junto a ustedes en la mañana.
Cristian quedó sorprendido por esta información, él suponía que la joven había huido de su hogar, pero lo que no sabía era que se había apresurado para llegar junto a ellos, era como si ella supiera de lo que iba a suceder.
Antes de poder mencionarle esto al joven duque, el doctor que la estaba atendiendo salió de la habitación e informó que la joven estaba despertando.
Ambos caballeros ingresaron a la habitación y en cuanto lo hicieron vieron a Dayana abrir lentamente sus ojos. La chica al reconocer a ambos, sonrió y con su voz algo adormilada dijo.
— ¿Estoy en el cielo? — Tanto Cristian como Víctor la miraron confundidos y Dayana con una sonrisa agregó — Porque creo estar viendo ángeles...
Cristian volteó a mirar a Víctor y este de regreso, ambos no podían creer el descaro de la chica, si bien ambos sabían que la joven tenía mucha personalidad, nunca imaginaron que sería tan descarada a la hora de hablarle a los hombres. Dayana, por otra parte, al ver los rostros algo sonrojados de ambos sonrió contenta y agregó.
— Aunque en el infierno también hay ángeles caídos...
Cristian — Doctor... creo que la señorita Lauren aún sigue delirando de fiebre...
El médico se acercó para tomarle la temperatura a la chica, pero al ver que todo estaba normal contestó.
— No lo creo, la señorita ya no tiene fiebre...
Dayana al ver que ninguno de los presentes entendían sus chistes solo agregó.
— Ya me siento mejor, ¿qué fue lo que paso? Tengo un vago recuerdo, pero...— De pronto las imágenes de la noche anterior vinieron a su mente como un rayo y al recordar que el ministro de guerra mordió su muslo, destapo sus piernas y sin importarles que los caballeros la estaban mirando reviso su muslo, al ver que tenía una gran mordida dijo.— Maldito bastardo, ¿cómo se le ocurre morderme? Llegó a segunda base sin darme ni un besito.
Víctor al ver que la chica había perdido por completo el sentido de la decencia volteó para no mirarla al igual que Cristian y agregó.
— Señorita Lauren... por favor vístase...
Dayana al ver que llevaba puesto un vestido de abuelita dijo.
— Traigo ropa...
Cristian — Es mejor dejar que la señorita descanse, aún se ve algo aturdida.
Tanto el joven duque como el conde salieron de la habitación más rojos que un tomate, y al pasar por los pasillos se encontraron con Stefan quien iba a ver a Dayana, quería saber como se encontraba. Al ver los rostros de su hermano y amigo preguntó.
— ¿Qué les sucede? ¿Por qué están así?
Tanto Cristian como víctor cruzaron miradas y siguieron sus caminos, ninguno de los dos se atrevía a decir lo que la señorita Dayana acababa de hacerles. Ella con o sin intención había logrado cohibir a ambos jóvenes. Nunca habían visto a una dama de la alta sociedad comportarse de esa forma, ni tampoco hablar de esa manera. Parecía no importarle lo que digieran los demás, ni la imagen que les estaba dejando a ellos.
Stefan al ver que ninguno de los dos dijo nada, siguió su camino y al llegar a la habitación tocó la puerta e ingreso sin esperar el pase. Dayana quién se encontraba sentada en la cama. mientras el médico revisaba sus vendajes al verlo parado en su puerta sonrió.
Stefan rápidamente volteó e iba a irse pero Dayana habló.
— Ministro Stefan ¿Vino a disculparse?
El ministro al oír esto, se detuvo y dándole la espalda solo contesto.
– Vine a ver como se encontraba...
— Muy bien, gracias por su preocupación... aunque el dolor en mi pierna me está matando...
Stefan al oír esto volteó a verla y Dayana le sonrió burlona.
— Yo...
— Tranquilo, la próxima vez intente liberarse de mi agarre de otra manera, en una pelea justa no se usan los dientes.
— Usted estaba descontrolada, yo solo quería ayudarla y...
– Tranquilo, no tiene que justificarse. Tal vez me puse un poco ruda anoche, creo que el veneno me hizo ver cosas, lamento haberlo golpeado.
El sarcasmo en las palabras de Dayana era tan palpable que el ministro no sabía si hablaba en verdad o solo buscaba provocarlo. Sin tomarle importancia a sus palabras solamente agregó.
— No se preocupe... yo también me disculpo, no debí morder...– Lucía estaba gozando el ver como los hombres en esa época parecían ser tan pudorosos, al ver que el ministro no la miraba directo a los ojos y que estaba tratando de evitar decir la zona donde la había mordido, agregó.
— Descuide, no tiene de que preocuparse, solo que para la próxima no sea tan rudo...
Stefan sin poder soportar más la vergüenza asintió y salió de la habitación huyendo prácticamente.
Al estar sola nuevamente con el doctor, ambos empezaron a reír a carcajadas y el médico dijo.
— Veo que es muy malvada señorita. En los años que llevo trabajando aquí jamás había visto a esos tres hombres tan avergonzados.
Dayana sonrió y agregó.
– Esa fue mi venganza por encerrarme en un calabozo.
El médico solo se dispuso a terminar de limpiar sus heridas y cuando terminó marchó para que la señorita pudiera descansar un poco más. Aunque el veneno ya no estaba en su cuerpo las heridas que tenía en el aún tenían que sanar.
Una vez sola nuevamente Dayana sonrió por su travesura y mientas se recostaba dijo.
— Muy bien Lucía, ahora piensa como te piensas quedar. En cuanto me mejore querrán que me vaya, pero... Creo que aquí me voy a divertir mucho más...