Sombras De Pasión

Sofía salió de la reunión con el corazón aún acelerado. Las palabras de Gabriel resonaban en su mente como un eco persuasivo. “No quiero dejarlo atrás.” Esa frase simple había desatado en ella una oleada de emociones que había mantenido a raya durante demasiado tiempo. La idea de permitir que sus sentimientos florecieran, aunque fuese en medio del caos que rodeaba su vida, era aterradora pero, al mismo tiempo, liberadora.

Mientras caminaba hacia su oficina, sintió que la atmósfera en Valente había cambiado. Los rumores sobre Lucas seguían flotando en el aire como nubes negras, pero la confianza de Sofía era firme. Había lidiado con traiciones y conflictos en el pasado, y no iba a permitir que esta situación la debilitara. Con determinación, decidió que lo mejor que podía hacer era enfocarse en lo que realmente importaba: el futuro de la empresa y su propia felicidad.

A medida que se adentraba en su oficina, vio a Mariana esperándola, con una expresión que mezcla intriga y diversión.

—Te veo sonriendo, pero no dejes que eso te confunda. El mundo no se ha vuelto un lugar mágico —dijo Mariana, cruzando los brazos.

Sofía soltó una risa nerviosa.

—No estoy sonriendo porque el mundo sea mágico, sino porque... bueno, las cosas están tomando un giro inesperado.

Mariana se inclinó hacia adelante, interesada.

—¡Ah! ¿Algo que ver con el hombre de hielo? —dijo, apuntando con un dedo en un gesto dramático.

Sofía se sonrojó, pero no pudo evitar sonreír al recordar la calidez de Gabriel.

—Digamos que hay un fuego que se está avivando.

—Por Dios, Sofía. ¡Esto es mejor que cualquier serie de televisión! ¿Y cómo se siente ser la protagonista de una historia de amor?

—No estoy segura de que sea exactamente eso —dijo Sofía, riendo—. Pero, definitivamente, hay algo. Algo intenso.

Mariana rodó los ojos, pero su sonrisa era contagiosa.

—¿Y qué piensas hacer al respecto? ¿Planeas dejar que ese fuego te consuma?

Sofía frunció el ceño, pensativa.

—No lo sé. Quiero dejarme llevar, pero... también tengo que ser realista. No puedo perder el enfoque.

Mariana se cruzó de brazos, con una expresión seria.

—Sofía, siempre has sido la más responsable. Pero también tienes derecho a disfrutar de la vida. No puedes dejar que el trabajo te consuma por completo. A veces hay que arriesgarse.

—Tienes razón —admitió Sofía, asintiendo lentamente—. Tal vez deba encontrar un equilibrio.

Justo en ese momento, el teléfono de Sofía sonó, interrumpiendo la conversación. Era Gabriel.

Gabriel: “Tengo una propuesta. Quiero que vengas a la gala de beneficencia esta noche. Quiero que seas mi cita.”

El corazón de Sofía dio un salto. Una gala de beneficencia. La oportunidad perfecta para ver a Gabriel en un ambiente diferente, rodeados de personas influyentes, en un lugar donde las máscaras a menudo eran más que decorativas.

Sofía: “¿Cita? ¿Y si la gente nos ve?”

Gabriel: “¿Te da miedo que hablen? —Su tono era juguetón—. Por favor, Sofía. Necesito una socia brillante a mi lado. Prometo comportarme.”

El desafío en sus palabras era claro, y una chispa de emoción recorrió su cuerpo.

Sofía: “Está bien. Acepto. Pero no me hagas hacer el ridículo.”

Gabriel: “Nunca. Te verás espectacular.”

La respuesta de Gabriel hizo que su estómago se retorciera de una manera placentera. Había una promesa implícita en su invitación, un juego de seducción que se extendía más allá del ámbito profesional.

---

La tarde pasó rápidamente mientras Sofía se preparaba para la gala. Se pasó horas eligiendo el vestido perfecto, uno que capturara su espíritu empoderado pero que también dejara entrever la mujer que era más allá de la CEO de *Valente*. Finalmente, optó por un vestido negro largo, elegante y sofisticado, que realzaba su figura y la hacía sentir poderosa.

Cuando llegó al lugar de la gala, la opulencia la rodeó. Los candelabros brillaban, las risas y los murmullos de las conversaciones llenaban el aire, y el aroma de la comida gourmet flotaba a su alrededor. Sofía sintió una mezcla de nerviosismo y emoción. Era un mundo en el que había crecido, pero en esta ocasión, todo se sentía diferente. Estaba allí como invitada de Gabriel, y la expectativa de lo que podría suceder la llenaba de adrenalina.

Al entrar, sus ojos inmediatamente buscaron a Gabriel. Lo encontró al otro lado de la sala, vestido con un impecable traje negro, su presencia dominante atrayendo la atención de todos a su alrededor. Sin embargo, cuando sus miradas se encontraron, todo lo demás desapareció. Esa chispa entre ellos era innegable.

—Te ves increíble —dijo Gabriel, acercándose a ella con una sonrisa que le hizo sentir mariposas en el estómago—. Como si supieras que esta noche no solo es una gala, sino una declaración.

Sofía no pudo evitar reír, aunque su corazón latía con fuerza.

—Gracias. Intento mantenerme al nivel de mi acompañante.

—No tienes que preocuparte por eso. Estás más que a la altura. —Él hizo una pausa, sus ojos intensos fijándose en ella—. Quiero que te diviertas esta noche.

Las palabras de Gabriel la hicieron sentir un torrente de emoción. Mientras se adentraban en la gala, ella decidió que iba a disfrutar al máximo.

Durante la noche, compartieron risas y miradas furtivas, y aunque estaban rodeados de gente, había una burbuja que los aislaba del resto del mundo. Sofía se dio cuenta de que era fácil dejarse llevar por la química entre ellos. La tensión sexual estaba presente en cada roce, en cada palabra susurrada.

—¿Qué piensas de esta locura? —preguntó Gabriel, señalando a un grupo de asistentes que intentaban competir por el premio a la mejor danza en la pista.

—Parece que han olvidado que no están en un concurso de baile, sino en una gala de beneficencia —se rió Sofía—. Aunque, si me preguntas, podría ser divertido unirme a ellos.

—¿Te atreverías? —dijo Gabriel, un brillo travieso en sus ojos.

—No lo sé. Tal vez si tú te unes —replicó ella, sintiendo cómo la atracción entre ellos se intensificaba.

Gabriel inclinó la cabeza, su sonrisa más amplia.

—Dame una razón.

—Vale —dijo Sofía, sintiéndose valiente—. ¿Qué tal si el perdedor tiene que hacer un favor al ganador?

—Trato hecho —respondió él, inclinándose hacia ella de manera seductora—. Pero prepárate para perder.

A medida que se movían hacia la pista de baile, la música se convirtió en un fondo vibrante de energía. La atmósfera estaba cargada de risas y un ligero aire de competencia. Sofía sintió que el juego estaba por comenzar, y la idea de perder frente a Gabriel la llenó de emoción.

Bailaron, rieron y disfrutaron del momento. Cada paso y cada giro era una mezcla de diversión y tensión. La química entre ellos era palpable, y a cada segundo se sentía más viva. Sofía se dio cuenta de que había dejado atrás la incertidumbre y estaba dispuesta a abrazar lo que estaba creciendo entre ellos.

Al final de la noche, exhaustos pero felices, se encontraron a un lado de la pista, lejos del bullicio. Gabriel la miraba con una intensidad que la hizo sentir que podía derretirse.

—Sabes, a veces creo que me sorprendes —dijo él, con un tono que mezclaba admiración y deseo.

—Solo a veces, ¿eh? —replicó Sofía, riendo mientras se acurrucaba contra una pared, sintiendo la tensión entre ellos intensificarse.

—Sí, aunque hoy te has ganado mi respeto —dijo Gabriel, inclinándose un poco más cerca—. Estoy seguro de que no es solo tu inteligencia lo que me atrae.

Sofía contuvo la respiración mientras el espacio entre ellos se hacía más pequeño.

—Tal vez deberías dejar de jugar a los adjetivos y ser más directo —sugirió ella, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

Gabriel la miró fijamente, y Sofía supo que el momento estaba a punto de cambiar todo. Y entonces, él se inclinó hacia ella, sus labios a milímetros de distancia.

—Eres peligrosa, Sofía Valente.

—Solo cuando se trata de cosas que realmente quiero —respondió ella, el deseo brillando en sus ojos.

Y entonces, el mundo exterior se desvaneció una vez más, dejándolos solo a ellos en ese instante perfecto, donde todo lo que tenían que hacer era dejarse llevar por la llama de la tentación que ardía entre ellos.