La protagonista, Elyssia Thalassian, una noble elfa de Evergreen, se ve atrapada en el vórtice de estas tensiones milenarias. Comprometida con el príncipe elfo, Aldarion Galadrim, su mundo se desmorona cuando una tragedia desata la ira entre vampiros y hombres lobo, poniendo en peligro la ya frágil paz. En un acto desesperado por evitar la guerra, el rey elfo ofrece la mano de Elyssia al príncipe vampiro, Damien Nocturne, en matrimonio, una decisión que altera el destino de todos los involucrados.
Elyssia, arrancada de su amor de infancia y lanzada a un mundo oscuro y desconocido, debe navegar la política de sangre y poder para encontrar su lugar. Mientras lucha por reconciliar su deber con su corazón, descubre que las verdaderas amenazas a su mundo y a su felicidad provienen no solo de las antiguas enemistades, sino también de secretos oscuros y lealtades divididas.
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Capítulo 5, en la torre del Alfa
En lo más profundo de las Tierras Váldicas, rodeado por la majestuosidad de los bosques oscuros, se alzaba la pequeña torre de Thorgal, el temido Alfa de la manada del norte. La torre, conocida como la Garra del Lobo, se alzaba como un bastión de poder y autoridad sobre las tierras que pertenecían a los hombres lobo.
Dentro de la torre, Thorgal se sentaba alrededor de una mesa de madera maciza con sus hijos mayores, Torak y Brynjar, así como varios de sus mejores hombres lobos guerreros. La atmósfera en la habitación era tensa, cargada de anticipación y expectativa mientras discutían los últimos acontecimientos en el reino de los elfos.
De repente, un mensajero irrumpió en la sala, su aliento agitado y su rostro lleno de gravedad mientras se acercaba a Thorgal con una noticia urgente.
—Mi señor, ha llegado un mensaje —dijo el mensajero, extendiendo una mano temblorosa hacia Thorgal—. La tropa que enviamos al valle de Lirien ha caído.
Thorgal frunció el ceño, su mandíbula apretada con ira mientras absorbía la impactante noticia. Torak y Brynjar intercambiaron miradas preocupadas, conscientes del peligro que eso representaba para su manada y su familia.
—¿Cómo ha ocurrido esto? —preguntó Thorgal con voz grave, su mirada ferozmente centrada en el mensajero—. ¿Qué ha sucedido con nuestra tropa?
El mensajero tragó saliva nerviosamente antes de responder.
—Se enfrentaron al príncipe elfo, Elario, y su hijo, Aldarion —dijo con voz temblorosa—. Y durante la batalla, la hija del Alfa, Astrid, cayó a manos del príncipe Aldarion.
La habitación quedó en silencio, solo interrumpida por el susurro del viento que soplaba afuera de la torre. Thorgal apretó los puños con furia, sintiendo la ira hirviendo en su interior mientras procesaba la terrible pérdida de su hija.
—¡Maldición! —gritó, golpeando la mesa con fuerza—. ¡Esto no puede ser! Mi dulce Astrid, caída en manos de esos malditos elfos.
Torak y Brynjar intercambiaron miradas sombrías, su dolor reflejado en sus rostros mientras absorbían la impactante noticia.
—¿Qué debemos hacer, padre? —preguntó Torak, su voz llena de preocupación y determinación—. ¿Debemos vengarnos por la muerte de Astrid?
Thorgal respiró profundamente, su mente girando con planes y estrategias mientras consideraba su próximo movimiento.
—Sí, vengaremos a nuestra hija —declaró con voz firme—. Pero primero, debemos reunir a nuestras fuerzas y prepararnos para la batalla que se avecina. Los elfos pagarán por lo que han hecho, y nuestra venganza será feroz y despiadada.
Con esa promesa ardiente en su corazón, Thorgal se puso de pie y dirigió una mirada feroz hacia sus hombres lobos guerreros, su determinación infundiendo nueva vida en sus ojos.
—¡Prepárense, hermanos! —rugió Thorgal, su voz resonando con autoridad y poder—. La guerra está en nuestras puertas, y nos levantaremos para reclamar lo que es nuestro por derecho. La sangre elfa fluirá esta noche, y nuestra venganza será temida en todo el reino de los elfos.
Con esa proclamación, Thorgal y sus hombres lobos se pusieron en marcha, preparándose para la batalla que cambiaría el destino de las Tierras Váldicas para siempre.
Erik, el hijo menor del Alfa Thorgal, salió de las sombras de la Garra del Lobo y descendió por las escaleras de la torre, su mente girando con las revelaciones impactantes que acababa de escuchar. Sabía que debía actuar con rapidez y astucia si quería evitar una guerra catastrófica entre los hombres lobo y los elfos.
Finalmente, llegó a los últimos pisos de la torre, donde encontró a Lucien, el embajador de Nocturnia en el territorio de la manada, ocupado sacándole la sangre a una gallina, con una frialdad inquietante. Erik se acercó con determinación, su corazón latiendo con urgencia mientras le contaba lo que había sucedido.
—Lucien, debes escuchar esto —dijo Erik, su voz llena de tensión y preocupación—. La hija del Alfa, mu hermana Astrid, ha caído a manos del príncipe elfo. La manada del norte está al borde de la guerra con Evergreen.
Lucien dejó caer la gallina y se volvió hacia Erik, su rostro inexpresivo mientras absorbía la noticia.
—Interesante… —murmuró, su mente maquinando en silencio—. Esto podría cambiar las cosas de manera interesante.
Erik frunció el ceño, su preocupación aumentando ante la reacción enigmática de Lucien.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, su voz llena de urgencia—. ¿Qué vamos a hacer al respecto?
Lucien sonrió con malicia, sus ojos brillando con una luz siniestra mientras revelaba su plan.
—Recuerda, joven lobo, que los lobos y los vampiros tenemos un pacto —dijo con calma—. Pero con la muerte de Astrid y la ruptura de la alianza con los elfos, ese pacto se ha roto.
Erik tragó saliva, comprendiendo la gravedad de la situación. Sabía que su padre, Thorgal, estaría ansioso por vengar la muerte de su hija, pero también sabía que una guerra con los elfos solo conduciría a la destrucción.
—Necesito tiempo para convencer a mi padre de que no declare la guerra a los elfos —dijo con determinación—. Pero si no tengo éxito, ¿qué pasará entonces?
Lucien inclinó la cabeza, su sonrisa retorcida con malicia mientras revelaba su plan maestro.
—Si la manada del norte va a la guerra contra Evergreen, Nocturnia no intervendrá —dijo con frialdad—. Pero si logras evitar la guerra y levantar la “paz” con Evergreen, Nocturnia y la manada del norte podrán tomar Evergreen como suyo, a su debido tiempo por supuesto.
Erik asintió con comprensión, sabiendo que estaba en una posición delicada pero también reconociendo la oportunidad que se le presentaba. Si podía evitar la guerra y restaurar la paz, no solo salvaría a su manada del desastre, sino que también aseguraría una posición de poder para su pueblo en el reino de los elfos.
Con esa meta en mente, Erik se preparó para enfrentar el desafío que se le presentaba, sabiendo que el destino de su manada y su pueblo dependía de su astucia y su determinación.
amistad, confundiéndolos con amor de pareja, al menos de parte de ella. Y es lógico que se confundan , teniendo en cuenta que se criaron juntos
Veremos que les depara el futuro