El Parapléjico y la Buena Chica

No día siguiente, Helena se despierta con los besos de Mateo, ella lo mira con sueño y él sonríe.

Mateo:Buenos días, hermosa, ¿vamos a despertar?

Helena:Buenos días.

Mateo:Tengo que ir al hospital, ¿quieres que te deje en casa?

Helena:Sí.

Mateo:Entonces te dejaré allí, me voy a duchar.

Helena:Está bien.

Mientras Mateo se ducha, Helena se queda dormida. Él sale del baño y la ve durmiendo, se acerca a ella sonriendo y la despierta. Helena va a ducharse, mientras tanto, Mateo se arregla y prepara el desayuno.

Comen y salen, la casa de Helena no está muy lejos, así que llegan rápidamente.

Mateo:Me encantó nuestra noche.

Helena:Yo también, buen trabajo.

Mateo:Gracias, buen trabajo para ti también.

Helena:Gracias, te enviaré un mensaje después.

Mateo:Está bien, ¿vas hoy al hospital?

Helena:Mañana solamente.

Mateo:De acuerdo.

Él la besa, Helena se va, entra en su casa solo para coger las llaves del coche y sale de inmediato.

Helena se dirige a la mansión de los Gutiérrez, al llegar respira profundamente y llama al timbre.

Otávio:Buenos días.

Helena:Buenos días.

Otávio:Entra, ¿quieres tomar café con nosotros?

Helena:No, gracias, ya he desayunado.

William está sentado en la mesa tomando café, su expresión es seria. Helena espera en la sala, colocando algunas cosas en el suelo que va a utilizar.

William se toma su tiempo, tal vez a propósito, suspira y va a la sala con una expresión burlona.

William:¿No te cansas de esperar, Doctora?

Helena:No, señor William, buenos días, ¿comenzamos?

William:¿Por qué no te tomas el día libre?

Helena:Estoy bien aquí, señor.

William:¡Bah!

Helena:¿Tomaste los medicamentos correctamente?

William:...(hace una mueca indiferente)

Juliana:Sí, los tomó querida.

Helena:Qué bueno.

Otávio:Vamos a dejarlos a solas, si necesitan algo, solo llamen.

Helena:De acuerdo.

Salen, William sigue con su expresión indiferente, Helena se sienta en el suelo y lo mira antes de comenzar.

Helena:Perdón por ayer, fui grosera. No suelo ser así, pero me sentí un poco molesta por tus palabras. No me gusta cuando alguien se rinde cuando aún hay posibilidades.

William:¿Tu conciencia te pesa, Doctora?

Helena:Sí, pero insisto en pedirte que no te rindas. Te aseguro que volverás a caminar, cuando eso suceda, podrás hacer lo que quieras. Sé que hay algo que te duele detrás de todo esto, pero no puedes detener tu vida, solo traerá más sufrimiento. ¿Me das la oportunidad de poder ayudarte?

William:¿Quieres ayudarme o ganar prestigio por mi apellido, Doctora?

Helena:¿Sabes quién soy?

William:Dime tú.

Helena:Helena Armani.

William:Mira, tenemos una Armani aquí. Ahora veo de dónde viene tu atrevimiento.

Helena:Por favor, te pedí disculpas. Dije mi apellido para mostrarte que no es cuestión de prestigio. No lo necesito, ya soy bien vista por mi trabajo. Nunca utilicé mi apellido y siempre luché por mi futuro. No estaría aquí hoy si no hubiera luchado por ello. Nadie creyó en mí, nadie me apoyó, señor William. Mira a tu familia, tienes el apoyo de todos, tu familia te ama, te desea lo mejor. Valóralo, recupérate para poder vivir al lado de ellos y volver a hacer lo que te gusta.

Él se queda en silencio, Helena suspira al ver que nada ha cambiado, le quita las sandalias y le estira las piernas, William mira hacia otro lado, pero cuando siente la incomodidad, la mira.

Helena deja de inmediato, lo mira bajando su pierna y luego comienza con la otra. William observa los toques distantes de ella, no sabe si sus manos son suaves, pero cree que sí.

William:¿Cuál es el caso más difícil que has tenido?

Helena:...

Ella guarda silencio por un momento.

Helena:Sigamos con los estiramientos.

William:¿Por qué no respondes mi pregunta, Doctora?

Helena:No puedo hablar sobre mis pacientes, sigamos.

William:No soy el único que tiene un pasado difícil.

Helena:¿Estás preparado para levantarte de la silla?

William:No.

Helena:Está bien, respetaré tu tiempo.

William:Dijiste que no puedes obligarme, así que si quiero detenerme ahora, lo haré.

Helena:Sí, no puedo obligarte.

Helena continúa con los ejercicios, cuando él siente dolor hace que pase, ellos se quedan en silencio hasta que termine.

Helena: Sentir dolor es parte del tratamiento, sigue tomando los medicamentos para relajar los músculos, vas por buen camino.

Los padres de William aparecen en la sala, Helena estaba guardando sus cosas.

Otávio: ¿Ya terminaste?

Helena: Sí, por hoy es suficiente.

William: No dije si vamos a seguir, Doctora.

Otávio: ¿Cómo así?

Juliana: No puedes detenerte, hijo, ustedes tienen que continuar, ¡ay, Dios mío! se pone nerviosa

Helena: Lo siento, pero no puedo obligarlo, le hablé al señor Otávio, sería mucho más difícil seguir haciendo los ejercicios si él no quiere, solo traerá dolor y puede empeorar.

Juliana: Mi amor, no te rindas, por favor, no lo hagas.

Juliana se pone nerviosa, ruega entre lágrimas, Helena guarda sus cosas, William se queda en silencio con cara de enfado.

Helena: Me voy, si él siente dolor es normal, sigan dándole el medicamento.

Otávio: Helena, no te rindas, te necesitamos, él necesita la fisioterapia.

Helena: Otávio, entiendo que quieras lo mejor para tu hijo, pero debes entender que yo no puedo hacer esto sola.

Otávio: Está bien, lo entiendo, eras nuestra última esperanza.

Helena: Cuídense, adiós.

Helena se va, y William sigue en silencio en la sala. Otávio va hacia Juliana, quien estaba llorando junto a William.

Otávio: Querida, no llores, hicimos lo que pudimos, si es lo que William quiere, entonces así será. Pensé que mi hijo estaba aquí, pero murió por dentro. Si no piensa en nosotros, mucho menos pensará en ti. Es una pena ver que no valoras las oportunidades que la vida te da y el valor de la vida. Si quieres seguir en esa silla, entonces quédate, espero que eso te haga sentir mejor.

Otávio lleva a Juliana a la habitación, y William se queda en la sala. Toma un jarrón y lo arroja al suelo, no sabe si es rabia, tristeza o culpa.