La historia de un Alfa que solo ansiaba la tan anhelada libertad
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Capitulo 19
Advertencia:
La siguiente historia no es apta para menores de 21 años puede contener; lenguaje vulgar, soez, momentos explícitos, eróticos, hasta subido de tono y hasta nopor-grafico, violencia física, mental, abuso, inc3sto, se recomienda leer bajo su propio riesgo. ~
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El señor de la Vega era un ser misterioso y oscuro. Su presencia era tan siniestra que infundía miedo, pero ¿Miedo a qué?
Se parecía demasiado a Fernando aunque era más alto; quizás yo era el bajo, ya que Fernando no era tan alto. El señor de la Vega era imponente; su rostro, a pesar de sus casi 50 años, no reflejaba su edad, mostrando muy pocas arrugas, y las que tenía parecían más debido al clima hostil que a los años. Fernando, con apenas 20, parecía más viejo que su padre, quien parecía más joven.
—¿No te dijeron que es de mala educación mirar fijo a las personas? Indio maleducado —Exclamo el señor de la Vega con desdén hacia mi persona.
—Lo mismo digo. Lleva rato mirándome fijo, español incivilizado —respondí, sin dejarme intimidar.
—Dejen de pelear. Están comiendo, está la niña —Intervino Fernando tratando de calmar la situación.
—Dile a tu indio que me respete, y se ubique. Aquí él que manda soy yo —dijo el señor de la Vega con una autoridad amenazante.
—Claro, que n... —Empecé a decir, pero me detuve al ver a Fernando que solo miraba hacia abajo.
—Cruz, él es el dueño de la hacienda; yo solo la administro. Él manda —Explicó Fernando.
—Aun así, él no manda sobre mí. No soy su propiedad. No puede mandarme ni decirme qué hacer —Respondí con firmeza.
—Ni quién quiera mandonearte, salvaje. Simplemente no quiero ver a los de tu clase —Replicó el señor de la Vega, despectivo.
—Ah, pero si hubiese sido mujer, ahí sí me quería ver —Añadí, irónico. Ya que ahí sí se le iba su clasismo.
Fernando se levantó de inmediato para sacarme de allí mientras el señor de la Vega reflexionaba sobre mis palabras.
—Te pasaste, Cruz. Ahora te hará la vida imposible —dijo Fernando, preocupado.
—¿Más? —pregunté de forma sarcástica, pero al ver asentir a Fernando con la cabeza, me hizo sentir miedo.
(...)
Esa noche, atormentado por los pensamientos de que me harían la vida imposible, me levanté a deambular con un farol en la mano. La tenebrosa oscuridad me permitió vislumbrar a lo lejos una figura imponente caminando por el prado con una oveja ¿Quién era esa persona? ¿Qué hacía a esas horas de la madrugada? Fue entonces que la luna apareció, brillando resplandeciente. Empecé a notar que aquella figura era el señor de la Vega ¿Qué hacía allí? Mis ojos fueron testigos de un acto horrendo: Levantó la oveja como si no pesara nada y la lanzó por los aires. El horror se hizo real al ver cómo, antes de que el animal tocara el suelo, el señor de la Vega se transformó en un gran felino y devoró al indefenso animal. Ante tal revelación, me oculté aterrorizado, apagando el farol. Aquella figura no era otra cosa que un cambiaformas, una especie de «puma runa» o hombre puma, un ser aterrador que cambiaba de humano a animal que según forasteros que venían de mucho más al norte, antiguamente se los conocía como los terribles Nahuales. Caminaba a gatas en oscura hacia la habitación aprovechando las maceteros para que no notará mi presencia mientras este seguía devorando lo que quedaba de aquel indefenso animal.
Con mis manos aún temblando me acosté a lado de Fernando para abrazarlo mientras me recuperaba de tal susto.
Continuará...