Alexander Sullivan nunca deja que las emociones nublen su juicio. Todo en su vida es medido y calculado… hasta que llega Valentina Reyes, su nueva asistente, quien, con su torpeza y su encanto natural, pone a prueba su paciencia y despierta en él un deseo que no puede ignorar.
Valentina necesita este trabajo para ayudar a su familia, pero su jefe es el hombre más intimidante y exigente que ha conocido. A pesar de eso, no puede evitar sentirse atraída por él. Lo que comienza como una relación estrictamente profesional se convierte en algo mucho más peligroso cuando la tensión entre ellos se desborda.
¿Podrá Valentina derretir el corazón de Alexander?
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Capítulo 4
Valentina Reyes sentía que el aire en la oficina se volvía más denso a cada segundo. Alexander Sullivan la miraba con una expresión fría y calculadora, pero sus ojos grises destellaban con una furia contenida. Si sus días estaban contados sin lugar a dudas, no iba a llegar al mes de prueba.
-Repítelo -ordenó con voz baja, casi peligrosa.
Valentina temblo ante ese pedido.
-La reservación fue cancelada, señor Sullivan.- volvio a repetir casi como un susurro.
Alexander cerró los ojos por un segundo, inhalando profundamente. Luego, empezo a caminar hacia ella con una calma que a Valentina le pareció aterradora.
—Dime, Reyes, ¿exactamente en qué momento de tu brillante organización pensaste que esto podía pasar?
Era ofencivo y claro que no lo penso debido a que la reserva estaba confirmada. Nunca te dan de baja una reserva pensaba ella.
Valentina abrió la boca y luego la cerró. No había excusa que pudiera darle. ¿Había cometido un error? No estaba segura, para ella la culpa era del restaurante por cancelarlo, pero ahora ella tenía que arreglarlo.
-Voy a solucionarlo.- dijo con el tono mas seguro que pudo emitir.
Alexander la observó con una ceja arqueada.
-¿En menos de dos horas? Adelante, sorpréndeme.- el muy cabrón esta siendo ironico y eso la enojo el doble a Valentina.
Ella apretó los dientes y salió de la oficina como una exhalación. No iba a permitir que Alexander Sullivan la aplastara tan fácilmente. Lo tomo como un desafio personal, iba a hacer que se tragara sus palabras.
Valentina marcó el número del restaurante, pero le dijeron lo mismo: no había manera de recuperar la reservación. Desesperada, llamó a otros lugares exclusivos, pero todos estaban llenos. Las opciones se agotaban asi como el tiempo.
Entonces, una idea loca cruzó su mente. Y joder que en situaciones como esta no tomaba las mejores decisiones, aunque ella creia que lo eran.
Tomó el teléfono y marcó otro número.
-Hola, Lorenzo. ¿Todavía trabajas en Le Petit Jardin?
-Val, ¡cuánto tiempo! ¿Por qué preguntas?- dijo del otro lado de la linea el hombre.
-Necesito una mesa privada para dos en menos de dos horas.- rogaba que le dijera que si.
Hubo un silencio.
-Estás loca. Es imposible.- respondio él.
-Por favor, te debo la vida. ¡Te juro que te lo pagaré!- sonaba como que se arrastraba a sus pies para conseguir ese favor.
Lorenzo suspiró al otro lado de la línea.
—Voy a ver qué puedo hacer.- y con eso ella recupero un poco el alma a su cuerpo, alma que perdio cuando le cancelaron la reserva.
Una hora y media después, Valentina entró en la oficina de Alexander con una expresión desafiante. Si queria ver como se le caia la mandibula de la cara a ese ser arrogante y despiadado.
-Listo. Tienes tu cena de negocios en Le Petit Jardin, salón privado, con el vino tinto que pediste.-dijo sonriendo de manera desafiante.
Alexander la observó en silencio durante varios segundos, como si intentara descifrarla. Finalmente, su boca se curvó en una línea apenas perceptible.
-No esperaba menos.- aunque a Valentina le sono soso ese comentario, esperaba mas de ese hombre, aunque era una ilusa.
Valentina ganó esta vez aunque su victoria se sintio pobre.
Pero cuando ella se dio la vuelta para salir, Alexander dijo algo que la dejó helada.
-Reyes, prepárate. Vas a acompañarme.
-¿Qué?- oí bien se decía para ella misma, aunque el que había sido en voz alta.
-Ahora sorda tambien- dijo él, pero Valentina se quedo callada.
-¿Qué? No, no, yo solo organicé la cena, no...- volvio a repetir otra vez.
-Necesito que tomes notas y supervises los detalles. Eres mi asistente, ¿no? Actúa como tal.- dijo el ogro sin dejarle lugar a replica.
Valentina no podía negarse, era verdad ella era la asistende de Alexander. Pero esto no estaba en sus planes.
La cena transcurrió con normalidad hasta que, al salir del restaurante, comenzó a llover intensamente. Valentina no llevaba paraguas.
Alexander la observó y, sin decir una palabra, se quitó el saco y lo colocó sobre sus hombros. Su corazón se detuvo y esa sensación a cosquilleo en su cuerpo volvió a invadirla.
¿Que le estaba pasando con este hombre? Lo odiaba, estaba claro, sus dias eran un calvario por su culpa, pero ¿por que su cuerpo reaccionaba asi?
-No quiero que mi asistente llegue enferma al trabajo mañana -dijo él, sin mirarla.
Y asi como si le hubieran reventado un globo esa sensacion desaparecio cuando el abrio su hermosa boca, si vamos que es un hombre atractivo no lo niego. Pero deberia mantener esa boca cerrada.
Fue un simple gesto. Pero para el corazón herido de Valentina fue mucho más de lo que él imagina.
Cuando llego a su casa, no podía parar de pensar en eso hasta que su teléfono sono.
Miro la pantalla y era su hermana.
-Hola Cami- dijo tratando de sonar feliz.
-Val ¿Qué te pasa?- dijo su hermana seria.
-Nada, es solo cansancio- afirmo Valentina tratando de sonar convincente.
-¿Estás segura? ¿Alguien te trata mal? Mira que me encargo de él.
-Oh wow wow, calma guerrera, que seas policía no significa que puedas actuar como matona con cualquiera- digo riendo.
-Si se trata de vos, soy la matona más mala del mundo, no me importa de quien se trate- afirma Camila.
-Por eso te amo tanto Cami- digo sonriendo- me alegraste el día.
-Vez que algo te pasa- dice seria.
-Es solo agotamiento, lo juro- trato de sonar lo más segura posible Valen, no quería preocupar a su hermana.
Esa noche trato de descansar lo mejor que pudo, ya que sabía que el día siguiente iba a ser sumamente duro, de nuevo.