Alana una chica de 18 años, ha vivido sola con su madre desde que tenía 2 años de edad, yabque su padre las abandono, pero no fue empedimento para ellas, juntas salieron adelante y eran muy felices hasta que un día de pronto apareció su padre y la entregó para saldar una deuda que tenía.
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capítulo. 4
Alana se retiró para realizar el pedido y, dirigiéndose a Celia, comentó: Oye, Celia, esas personas que llegaron vienen con bastante frecuencia. Celia se asomó y respondió: Ah, ya conociste a esa persona desagradable. Sí, ellas vienen aquí con regularidad y las dos señoritas suelen ser un poco groseras. Alana replicó: Ya me he dado cuenta, me ha llamado inútil. Celia añadió: Siempre lo hace; cree que debemos leerle la mente para saber lo que desea comer. Alana concluyó: Bueno, tendré que acostumbrarme a verla en algunas ocasiones.
Yo ya me he acostumbrado a atenderlos, incluso el señor Máximo me ha solicitado que me encargue de ellos, ya que las demás chicas suelen tener dificultades. Si lo prefieres, puedo llevar yo el pedido.
Alana: No te preocupes, yo me encargaré de llevarlo y veré cómo me va.
Celia: Está bien, muchas gracias.
Alana lleva el pedido y al encontrarse con Sara, esta le comenta: '¿Por qué tardas tanto? Parece que solo contratan a personas poco eficientes.'
Daniela: Eso tiende a suceder, amiga. Algunas chicas, como ella, necesitan el trabajo, pero no lo desempeñan adecuadamente. a ver esta niña, ¿podrías traerme un batido de fresa?.
Por supuesto, responde Alana.
Sara, me gustaría pedir una ración de papas para hoy, no para mañana, ¿de acuerdo?
Martín sonríe, y Alana se retira haciendo una mueca. Se dispone a preparar el batido y le comenta a Celia: 'Esta vez me encargaré del servicio, pero la próxima vez que ellos vengan, serán todos tuyos.'
Celia se ríe y responde: 'Te lo mencioné, podría ocuparme del pedido. Lo único positivo de esas personas es que dejan buenas propinas, más allá de eso, no son nada agradables.
Me aseguraré de llevarlo antes de que digan que me tardé cinco siglos, comenta Alana, provocando una risa en Celia. Alana regresa a la mesa, deja el pedido y se retira.
Después de un rato, Martín se levanta y se dirige al baño. Mientras tanto, Alana, distraída, lo tropieza accidentalmente. Él le dice: Oye, ¿acaso no ves?. Alana se gira y responde: Lo siento, de verdad, estaba distraída.
Martín añade: Deberías estar más atenta, o podrías perder tú trabajo.
Alana, preocupada, responde: ¡Oh, no, por favor, no me haga echar! Fue solo un descuido, de verdad necesito este empleo.
Martín: Entonces deberías tener más cuidado.
Alana: Lo haré. (Se retira).
Sara se da cuenta de que Martín estaba conversando con la nueva mesera y, al regresar, le pregunta: ¿con quién hablaste?
Martín la mira y responde: ¿Con quién?
Sara: No te hagas el desentendido, te vi hablando con la nueva mesera.
Martín: Ah, ¿con ella? Solo fue un accidente; me tropezó y le pedí que tuviera más cuidado, de lo contrario podría perder su empleo.
Sara: Qué incompetentes pueden llegar a ser estas meseras.
Martín: Iré a pagar la cuenta para que podamos irnos.
Voy contigo, amor. No quiero que esa mujer se aproveche de la situación, comenta Sara.
Daniela sonríe y le responde: Tranquila, amiga, no creo que Martín le preste atención.
Martín se dirige a la caja para realizar el pago, dejando a Sara en la mesa, quien lo sigue. Tras cancelar su cuenta, Martín deja una generosa propina para Alana. Ella agradece el gesto y le entrega el recibo con una sonrisa. Al ver la expresión de Alana, Sara le dice: La próxima vez que sonrías a mi novio, lo lamentarás. No me gusta que las zorras como tu, se acerquen a lo que es mío.
Alana, sorprendida por sus palabras, respondió: Disculpe, señorita, creo que debería respetarme. No soy ninguna persona de mala reputación, simplemente estoy siendo amable con el cliente.
Sara, por su parte, replicó: Así comienzan, las disimuladas como tú.
Alana la miró, deseando expresar muchas cosas, pero Martín intervino diciendo: Basta, Sara, mejor vámonos.
Sara lanzó una mirada desafiante a Alana antes de marcharse junto a Martín. Mientras tanto, Alana hizo una mueca y se preguntó en voz baja qué le pasa a esa chica.
Una vez en el estacionamiento, se despiden de Santiago y Daniela. Luego, suben al automóvil y Martín le comenta a Sara: ¿Podríamos ir a algún lugar donde no surjan escenas de celos?
Sara responde: Entonces, no seas tan amable con las demás. Eres mío, y eso es un hecho.
Martín replica: No soy tu propiedad, así que deja eso a un lado. Si no lo haces, esta relación podría llegar a su fin; ya me estás cansando.
Sara, visiblemente molesta, le pregunta: ¿Qué estás diciendo? ¿Acaso quieres dejarme por esa recién llegada?
Martín responde con firmeza: Si no pones fin a esos celos absurdos, definitivamente te dejaré.
Sara: No puedes dejarme por esa mujer. ¿Por qué me dices esto, amor? ¿No somos felices?
Martín: Solo te pido que dejes de hacer escenas de celos, eso es todo.
Martín arrancó el auto, y Sara continuó hablando: ¿Cómo esperas que no sienta celos si te estoy viendo coquetear con otra persona? ¿Qué pretendes que haga?
Martín: No estaba coqueteando con nadie, simplemente estaba pagando la cuenta.
Sara: Ella estaba sonriendo contigo, ¿qué pretendes que piense?
Martín: Solo me estaba agradeciendo por la propina, cariño. Por favor, basta.
Sara: Así comienzan esas chicas, y luego quieren involucrarse contigo.
Martín no responde. Sara se irrita aún más y le pregunta: ¿Acaso te gusta esa persona?
Martín, visiblemente molesto, grita: ¡Ya basta, Sara! ¡Ya basta! No voy a volver a repetirte que tus celos son absurdos. No eres mi dueña y si quiero, puedo estar con quien desee cuando me plazca. ¿Entendiste? Deja de hablar, que estoy conduciendo.
Sara, visiblemente sorprendida por el grito de Martín, intensificó su dramatismo. No podía permitir que él la dejara; era consciente de que su estabilidad económica dependía de él. Fingió que iba a llorar, exclamando: ¿Quieres dejarme? Lo sabía, ¿acaso pretendes dejarme por cualquier zorra?.
¿Cómo puedes decir que estarás con alguien más mientras estamos juntos?, agregó con indignación.
Martín, alterado, detuvo el coche de forma abrupta, lo que provocó una reacción de alarma en Sara. ¿Qué estás haciendo? ¡¿Acaso piensas matarnos?!, exclamó ella, mientras Martín, con una expresión de profunda molestia, respondió.
Realmente estás llevando la situación a un punto insostenible si no decides callarte. Te pido que dejes de expresarte de manera tan imprudente; ya he afirmado que no hay problema alguno, pero insistes. Te llevaré a tu casa y no volverás a saber de mí. Ahora, permíteme concentrarme en conducir y mantente tranquila, por favor.
Sara: De verdad, no hay motivo para alarmarse, cariño. Dime qué me quieres y que me deseas.
Martín: He dicho que no hay problema, y lo demás depende de ti.
Martín retomó la conducción, mientras Sara se mantuvo en silencio.
se de cuenta del erro que cometio dejar a su hija y la madre de su hija