Mia está en un gran problema.
Luego de la muerte de su madre, un extraño hombre que dice ser su padre aparece en la vida de Mia, poniendo de cabeza su mundo entero. El mundo que pensó que era un mito se convierte en su realidad. No solo existen los hombres lobos, sino que ella también lo era, precisamente un beta. Confundida con los acontecimientos, Mia hace lo que mejor sabe hacer: adaptarse.
Sin embargo, ella no esperaba que su burbujeante personalidad la metiera en más de un aprieto cuando descubre que es la compañera destinada de uno de los príncipes alfas de sangre pura.
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Ella es bastante temperental
Tras las palabras de mi padre, Carl asintió antes de echarme una mirada. Por la forma en la que me observó no supe si le molestaba mi presencia o no sentía nada. Me fui por la primera opción, era la más plausible, después de todo, su hermana me odiaba, así que era natural sentir que mi presencia no era bienvenida y lo hace sentir incómodo. Era una desconocida que había llegado a su vida sin previo aviso, al menos así lo sentí porque yo sentía lo mismo.
Dios, ¿en qué me había metido?
Mis ojos se dirigieron de nuevo hacia Carl, una parte de mi se sentía curiosa mientras que otra intimidada por su sola presencia.
Carl poseía un rostro frío, no eso no era del todo cierto, Su rostro no mostraba sus emociones, tenía una cara de póker difícil de leer. Cuándo la habitación quedó vacía. Un silencio algo incómodo descendió entre mi padre y yo.
No me gustaban los silencios incómodos. Los odiaba, decían mucho, uno podía llenar estos silencios con nuestros pensamientos subjetivos, a veces estos no eran del todo agradables.
Por ejemplo el silencio me hizo pensar que todo esto no era más que un error. Aquí no iba a tener la familia que anhelaba.
— ¿Por qué la trajiste, padre? ¿Por qué? ¿No te bastó con arruinarle la vida a mi madre? ¿Quieres arruinar mi vida también? ¡Ella es la hija de tu amante! ¡Esto es una gran ofensa! ¡Mamá debe estar revolcándose en su tumba en este momento!
— ¡Ella también es mi hija, Emily! No tiene a nadie. Necesita protección.
— Solo debiste darle dinero y dejarla en dónde la encontraste. ¿Qué dirán los demás cuando se enteren? ¡Ellos se burlarán de mí! ¡Te odio! Carl, dile algo.
— ¡Emily! ¡Basta! No metas a tu hermano ¡Ella es tu hermana, es mi hija y vivirá en esta casa, te guste o no!
— ¡No quiero! ¡Ella no me gusta!
¿Qué estaba pasando? ¿Quién dejó la televisión encendida?
Espera, siento que me estoy perdiendo algo.
Di un par de vueltas en la cómoda cama en la que me encontraba, abracé a mi gato que dormía junto a mi regazo mientras me preguntaba, la razón por la que estaban discutiendo.
— ¡Emily, no seas infantil! Esto no es propio de ti.
¡Ay, señor qué estás arriba en los cielos! ¿Quién está haciendo tanto alboroto? ¿Quién osa despertarme de mi sueño de belleza?
— Pueden callarse, son tan ruidosos en la habitación de otra persona. Vayan a hacer alboroto a otro lado. Maldita sea, lo que más odio es que me…
Cuándo abrí los ojos y contemplé la situación que se estaba gestando delante de mí y todas las palabras que escuche hace un momento y lo que contemple antes de perder la conciencia terminaron de procesarse en mi cerebro. No tuve más remedio que aligerar mi tono lleno de desagrado y estampar una sonrisa hipócrita en mis labios.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿Dónde estaba? ¿Y como terminé llegando aquí?
Tantas preguntas y ninguna respuesta, sobre todo una satisfactoria.
— Buenos días, papi. Parece que tuve un sueño extraño, soñé que te habías convertido en un perro, pero uno horrible, nunca he visto a un perro del infierno, pero tú parecías uno, por cierto, ¿cómo me transportaste hasta este lugar? Incluso no te importó que estuviera desmayada, eso es inhumano. Pero, de todas maneras, en el sueño te veías horrible…
Antes de que pudiera relatar lo aterrador que se veía en mi sueño, ya que se asemejaba a Cerberus, fui interrumpida de manera grosera. La persona que me interrumpió era una chica que parecía tener mi edad. Al ver su apariencia etérea no pude evitar pensar en lo hermosa que era. Sus ojos eran de un color celeste claro, casi transparente, su cabello era de color castaño y largo, muy largo. La forma de su cuerpo era perfecta. Sin embargo, la hermosa chica delante de mis ojos tenía una expresión llena de desagrado y desprecio en su rostro mientras me observaba.
Hice un puchero sintiéndome un poco herida. Después de todo, no le había hecho nada para que me odiara. Apenas y la conocía y si seguía el hilo de la conversación que habían tenido podía entender su desagrado.
— ¿Por qué te dice “papi” y encima se lo permites? Nunca me dejaste llamarte así después de que cumplí 10 años. Ya veo, prefieres a esta aparecida que a tu hija que ha estado a tu lado toda tu vida.
Tras decir aquello me dio una mirada llena de odio antes de salir de la habitación no sin antes dar un portón. Eso fue tan predecible y hostil.
— Ella es bastante temperamental — comenté porque no podía soportar este drama familiar sacado de alguna telenovela mexicana o turca, no, quizás india.
En las novelas indias siempre existe este tipo de trama dramática.
— Debes arreglar esto, padre. Al menos deberías esperar a que Emily la acepté para que la anuncies como tu hija. Solo la herirás. Emily también es tu hija y sabes lo mucho que sufrió tras la muerte de mamá. No puedes hacerle esto.
Abrí los ojos con sorpresa en cuanto me di cuenta de que en esta habitación había otra persona aparte del duque y Emily. El chico delante de mis ojos parecía ser una versión más joven de mi padre, ya que sus ojos eran oscuros y su cabello negro como el ébano. Incluso su rostro era similar en varios aspectos. Había cierta tensión en el aire que me molestaba. No sabía la razón, pero me estremecí. Era como si estuviera delante de dos depredadores.
Un escalofrío subió por mi columna vertebral.
No me gustaba está sensación, no me gustaba como mi cuerpo reaccionaba por instinto, después de todo, no es como si fuera una persona con un gran amor propio, pero tampoco era el tipo de persona que tenía complejos de inferioridad o que era temerosa de los demás. Eso era ridículo. Por lo que odiaba sentirme así. Odiaba sentirme débil.
— Lo sé, no necesitas preocuparte, Carl.