"Ser una cobarde en el amor, ¿te puede costar tu propio corazón? Freya seguirá huyendo de sí misma."
Tendrá que decidir entre el amor o la pasión
Descubre lo que sucederá 🤓
Esta historia es solo amor entre chicas
NovelToon tiene autorización de Cris_R para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 4: La mañana después
Esa mañana, el sonido de la regadera me despertó. ¿Quién demonios usa mi baño tan temprano? Miré el reloj: 6 a. m. Apenas podía abrir los ojos. Gruñí y alcé la voz:
—¿Quién diablos anda ahí?
—Soy yo.
—¿Yo quién?
—Min-ju.
¡El infierno! Había olvidado por completo que Min-ju se había quedado en mi departamento. Las imágenes de la noche anterior pasaron fugazmente por mi cabeza, haciéndome estremecer.
—¿Por qué demonios no te has ido? ¿Y qué haces despierta tan temprano?
—Decidí tomar una ducha antes de irme, así estoy lista para la escuela.
Escuché el ruido de la puerta abriéndose, y en un segundo, Min-ju apareció en el umbral del baño, envuelta en una bata, con pequeñas gotas resbalando por su cuello. Un aroma fresco a mi champú inundó la habitación. Fruncí el ceño.
—¿Usaste mis cosas, descarada?
—Quería tener tu olor en mí —respondió, con esa sonrisa juguetona mientras sacaba la lengua.
Me di la vuelta bruscamente, sintiendo un calor subiendo por mi rostro. No podía seguir mirándola; todo lo que había pasado anoche me invadía la mente. No era capaz de procesar lo que había hecho con ella, y menos con Charlotte tan cerca.
—Vístete y márchate. Tengo que prepararme también.
—No seas tan amargada, lo de anoche fue inolvidable. Vayamos juntas a la escuela, ¿qué dices?
—¡Cállate! Fue solo una noche. Olvídalo, no iré contigo a ningún lado.
—Ah, ¿es porque vas con Charlotte? —preguntó con su tono sarcástico, ese que siempre usaba para provocarme.
—¿Me espías?
—Te observo siempre —dijo entre risas—. Solo lo digo porque últimamente andan muy juntas. ¿Tienen algo?
Su comentario me hizo fruncir el ceño. No sabía si era curiosidad o celos lo que se asomaba en su voz, pero me molestó.
—Somos solo amigas. ¿Y a ti qué te importa? Solo vístete.
—Me alegra escuchar eso —respondió con una sonrisa satisfecha—. Pero mi ropa está sucia por... ya sabes. ¿Me prestas algo?
Bufé, resignada.
—Eres increíble. Mira en el cajón, tengo algo deportivo. Pants, camisetas... lo que quieras.
Min-ju corrió hacia mi armario con entusiasmo, como si fuera una niña abriendo un regalo. Sacó una camiseta y unos pants oversize, claramente enormes para su figura esbelta. Cuando volvió, me miró con ojos brillantes.
—¿Cómo me veo? Tu ropa se ve sexy en mí, ¿verdad?
—Te ves normal. De hecho, quédate con ella. No quiero tus gérmenes.
—¿Estás tímida? Anoche no decías lo mismo.
La miré con incredulidad, intentando mantener una expresión seria, pero su descaro me arrancó una risa involuntaria. ¿Por qué me hacía esto tan difícil?
De pronto, alguien tocó la puerta. Miré el reloj: 7 a. m.
—¿Quién demonios...? —abrí, y ahí estaba Charlotte, tan puntual como siempre.
—Así que es verdad. Pasaron la noche juntas.
Mi cuerpo se tensó. Min-ju aún estaba detrás de mí, claramente disfrutando de la incomodidad de la situación. Sentí una extraña mezcla de nerviosismo y algo más, que no quise identificar.
—Por favor, vete, Min-ju. Nos vemos luego.
—Pero yo quiero ir contigo a la escuela —respondió, con esa mezcla de dulzura y terquedad que lograba sacarme de quicio.
—Ya te dije que no. Voy con Charlotte. Ahora vete.
Min-ju me miró con fingida decepción, pero antes de salir, se acercó de repente y me plantó un beso en los labios. Mis ojos se abrieron de par en par, sin saber cómo reaccionar.
—Nos vemos, Freya —dijo con una sonrisa traviesa mientras se iba, no sin antes sacarle la lengua a Charlotte.
Charlotte, con los ojos entrecerrados y las mejillas encendidas, se cruzó de brazos. Podía sentir la tensión acumulándose en el aire, como si estuviéramos a punto de estallar en una pelea.
—¿Por qué ella trae tu ropa? Nunca dejas que nadie use tu ropa, y siempre dices que prefieres que se vayan desnudos.
—Baja la voz, Charlotte. Los vecinos pueden escuchar.
—¡No me importa! Además, si sigues así, vas a arruinar esa cara tan bonita.
Solté un suspiro, intentando calmarme. Charlotte siempre tenía esa habilidad de alterar mis nervios con solo unas palabras. Decidí cambiar de tema, buscando algo que pudiera distraerla.
—Está bien, hermosa, ya cálmate.
—¿Ahora me dices hermosa? Bueno, me calmaré, pero con una condición.
—¿Cuál es?
—Quiero una camiseta tuya, igual que ella.
—¿Para qué? Tu ropa es más cara que la mía.
—Eso no importa. Solo dame una.
Terminé accediendo, resignada.
—Está bien. Toma lo que quieras del armario.
Charlotte sonrió triunfante y eligió una camiseta negra. Luego, me miró con esa chispa juguetona que siempre me desarmaba.
—Ponte esta también. Quiero que vayamos iguales.
—Qué problema tengo con ustedes dos —murmuré mientras me ponía la camiseta negra.
Me miré al espejo junto a Charlotte, y aunque no lo dije en voz alta, algo en mí sabía que estas dos "locas" me estaban metiendo en problemas mucho más grandes de los que podía manejar. Pero, ¿qué podía hacer? Estaba atrapada entre ambas, y no sabía cómo salir de esta encrucijada.