Zach y Dylan llevan una relación bonita y perfecta. En años de Relación, nunca se les ha visto discutiendo y mucho menos separados.
Pero cuando Zach queda embarazado, muchas cosas comienzan a pasar y cambiar todo.
El amor que se tienen, podrá ser fuerte, tanto que lograrán superar todos los obstáculos que la vida les tiene preparados.
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03
Asentí más tranquilo, abrazándome a su pecho. Tal vez debía hacerle caso, pues me sentía anormalmente cansado, mareado: fatal. Pero, en definitiva, odiaba los hospitales y todo aquello que requiriese filas o esperas largas.
— Zach.
— Hum... -murmuré aspirando su aroma, relajado simultáneamente.
— Te amo. —besó mi coronilla— Por favor, cuida más de tu salud ¿sí? —intensificó el abrazo, haciendo énfasis a su declaración. Me sentí complacido.
— Yo también te amo.
Las náuseas no desaparecieron.
Creí que luego de tomar el medicamento que Dylan Chang había comprado para el malestar estomacal me sentiría mejor. No fue así. Aquella mañana entre clases continuaba sintiéndome mareado y con ganas de vomitar, lo habría hecho, a no ser por un pequeño detalle: mi estómago estaba totalmente vacío. Apenas pude concentrarme, lo cual era malo teniendo en cuenta que los exámenes finales estaban a la vuelta de la esquina y en nada me graduaría de la universidad.
— Cielos Zach, te ves horrible. —escuché a Li Cheng murmurar, mientras tomaba asiento en mi mesa.
— Gracias, supongo. —farfulle sarcástico.
— No, en serio, estás verde.
— Me siento mal, eso es todo. —respondí cortante.
— ¿Sigues con tu malestar?
— Sí. —suspiré sobándome las sienes.
— Hum. —su tono seguía siendo quisquilloso, estaba irritándome— ¿No has ido al médico?
— No lo creo necesario, tal vez sea una intoxicación o un parásito.
— Cuanto llevas así ¿Una semana?
— Más o menos. —bebí la botella de agua mineral que minutos atrás había comprado
— Qué curioso. —fingió pensar— Nauseas, mareos y cansancio, exactamente los síntomas de un embarazo.
No lo premedité, más bien no lo pude evitar. Simplemente escupí el agua que preliminarmente había ingresado a mi boca, salpicando así, parte de la mesa y a mi amigo. Segundos después comencé a ahogarme, tosiendo ruidosamente ante las miradas curiosas de los demás estudiantes presentes en aquella cafetería.
— ¡No digas idioteces! —chillé con la voz dos décimas, más aguda de lo habitual.
— Cálmate, sólo era una broma. —parecía satisfecho con mi expresión— Hubieses visto tu cara. —rió con malicia—Fue todo un poema
— I-idiota. —desvié la mirada hacia otro lado, sintiendo mi rostro arder.
Más allá de la vergüenza inicial, hubo algo en aquellas palabras que hicieron clic en mi cabeza, haciéndome pensar.
Entre besos, risas y caricias llegamos a nuestra alcoba, para posteriormente tumbarnos en el colchón. Continuamos besándonos con intensidad por largos minutos, donde la única intención era pasar un momento romántico sin intenciones de llegar a más. El deseo, el amor podían transmitirse de muchas maneras sin necesidad de sexo, ambos teníamos firme convicción en ello.
— ¿Mañana por la noche estarás libre? —murmuré tras separarnos por apenas unos segundos. Los labios de Dylan lucían húmedos e hinchados, lo cual hacía imposible el poder detenerse.
— Sí. —suspiró— Luego de las siete ¿Por qué? —alejó el cabello que cubría parte de mis ojos y frente.
— Quiero cenar contigo. —tracé pequeños círculos en su pecho— Tengo una sorpresa para ti.
— ¿De qué se trata? —sus enormes ojos brillaron traviesos y llenos de expectación.
— Mañana lo sabrás. —sonreí con ternura al ver su expresión de emoción.
— ¡Pero yo quiero saber! —pataleó suavemente.
— Si te lo digo ya no será sorpresa —besé el pequeño ceño fruncido que había formado, suavizando su expresión— Además... —inspiré— Ni yo mismo sé que hacer al respecto para lo que debo decirte.
— ¿Qué estás tramando, mi pequeño cachorro? —su palma acunó mi mejilla.
No respondí, me limité a besar sus labios una vez más, abrazándolo con fuerza.
Íbamos a tener un bebé, dentro de poco un nuevo integrante llegaría a nuestro hogar, y debía ser una sorpresa especial para algo tan maravilloso como lo era un embarazo. Tenía que hacer de esa noticia algo que Dylan Chang jamás olvidara, crear un recuerdo que ambos atesoraríamos como la mejor experiencia de nuestras vidas.
Pero la cuestión era: ¿Cómo lograrlo?
[Zach Jarel]
Cinco semanas.
Según aquellos análisis, me encuentro en la quinta semana de gestación. Lo que, en términos más concretos, significaba un mes con siete días de embarazo. Ahí lo decía claramente:
Embarazo positivo, cinco semanas.
De verdad era real, no estaba soñando: había un bebé creciendo en mi interior. Aquella mañana, Cheng me acompañó a realizar los exámenes necesarios para corroborar mi estado. Ninguno entró a sus respectivas clases, tan rápido como llegamos nos fuimos a
la clínica especializada que otorgaba la universidad a sus estudiantes. Fue cuestión de horas, tres como máximo. Sólo tomaron muestras de sangre, las llevaron a analizar y listo, ahora tenía los resultados en mano. Tampoco es como si dudara, cinco pruebas de embarazo lo confirmaron previamente. Sin embargo, al verlo escrito ahí, en ese pedazo de papel lo hacía más real. Más tangible.
— ¿Y bien? —cuestionó Cheng, mirándome inquisitivo.
— Positivo, cinco semanas. —sonreí con orgullo, mostrándole los documentos, Cheng me los arrebató de las manos mirando por sí mismo.
— Wow.
— Lo sé. —suspiré— Es maravilloso, te juro que no podía terminar de creerlo.
— ¿Enserio? —enarcó una ceja— ¿Dudabas tras hacer cinco pruebas caseras? —cuestionó incrédulamente.
— No es eso, es solo que ¡Dios! —cubrí mi rostro, tratando de controlar mi enorme sonrisa y los destellos en mis ojos— Estoy tan emocionado, Cheng. ¡Voy a tener un hijo! ¡Voy a darle un hijo a Dylan Chang! —toqué mi pecho mientras llenaba con aire mis pulmones— ¿Te das cuenta? Aquí —acaricié mi abdomen— Aquí está mi criaturita.
— Te creo. —sonrió— En nada te crecerá la panza y te pondrás todo sentimental —fingió desagrado.
— No tienes idea de las ganas que tengo de ello.
— ¿De qué? ¿De ponerte gordo y sentimental? —le golpeé cariñosamente, sabiendo que lo decía en broma.
Poco después nos soltamos a reír con ganas.
En un receso, llevé las manos hasta mi vientre aún plano acariciándolo con suavidad, sintiéndome bastante extraño, pero emocionado al mismo tiempo. Ahí se encontraba mi bebé y no entendía cómo es que podía amarlo tanto, tanto en tan poco tiempo. Suspiré con anhelo al imaginarme en un par de meses acariciando mi vientre abultado, sintiendo a mí bebé crecer, experimentando sus primeras pataditas y ¡Santo cielo! Deseaba que el tiempo pasara ya.
Quería cargar a mi hijo o hija, conocerlo, pero para ello faltaban largos nueve meses.
— Hablando del gigante... —comenzamos a caminar fuera del laboratorio— ¿Cuándo piensas decírselo?
Detuve mi andar en seco al pensar en ese pequeño, pero muy importante detalle. Dylan Chang aún no lo sabía, y era obvio que debía darle la noticia cuanto antes. Un horrible sentimiento de inseguridad se instaló en mi corazón.
— No sé, no he pensado una forma adecuada para hacérselo saber. —admití— Quizá en una o dos semanas, necesito pensarlo bien.
— Zach Jarel, tienes que decirle hoy mismo. —reprendió mi amigo— ¿O es que planeas decirle cuando los pantalones dejen de cerrarte? —su expresión se tornó seria al notar mi repentino cambio de humor.
— No lo sé, Cheng. —resoplé— ¿Qué tal si reacciona mal?
— ¿Por qué habría de reaccionar mal?
— No lo sé, creo que justo ahora no es un buen momento.
— A ver, por lo que me contaste fue Dylan Chang quien sacó el tema de tener un bebé ¿No es así?
— Sí, pero de eso ya hace más de año y medio —suspiré— En el presente jamás ha vuelto a tocar el tema, además, en aquél entonces no tenía un puesto tan alto y exigente como el actual, a veces nos vemos lo justo debido a nuestros horarios. Un bebé nos cambia el mundo, la rutina, todo.
— Da igual, porque no eres el único que dejó de cuidarse. Dylan no es idiota, y sabe bien lo que puede pasar al correrse dentro de ti.
Me sonrojé ante lo último.
— P-pero el que usaba anticonceptivos era yo. Nunca le dije que había dejado de usarlos, por ello seguimos... tu sabes, intimando como de costumbre.
— Pero tampoco te dijo que volviesen a usarlos ¿O sí?
— No, nunca.
— ¿Entonces?
— S-supongo que tienes razón. —respiré hondo— Tienes razón.
— ¿Lo ves? —sonrió triunfante— No veas cosas donde no las hay, mejor date prisa y piensa como vas a decírselo.
— Tienes toda la razón ¡gracias, Cheng! —me colgué a su brazo de forma empalagosa mientras retomábamos nuestro andar.
— ¿Qué harías sin mí, Zach Jarel? —alardeó.
— ¿Sabes?
— Dime.
— Quiero que sea especial —musité con decisión— Anoche lo pensé mucho, pero no conseguí hallar una buena idea —resoplé frustrado.
— ¿Cómo que tienes en mente?
— Una cena, pero me gustaría hacerle un detalle lindo, algo que hable por sí solo, sin que yo tenga que decirlo.
— ¿Aún no se te ocurre nada?
— Nada.
— Pensemos, algo tiene que ocurrírsenos.
Ambos seguimos caminando en silencio, discutimos algunas opciones, pero ninguna lograba convencerme del todo. Quería algo muy, muy sencillo e íntimo, pero significativo.
— ¡Ya sé! —exclamó Cheng de repente, asustándome.
— ¿Qué cosa?
— ¡Eso! —señaló al otro lado de la carretera, de inmediato miré hacía ese lugar.
— ¿Qué es eso?
— La solución a tu problema. —sonrió radiante.
— ¿Eh? —ladeé el rostro, confundido— Pero...
Muchas gracias autor@, tu historia está genial 🫂