Estas acostumbrado a leer novelas de reencarnacion en donde la protagonista reencarnada se vuelve poderosa, ¿que pasaria si esta novela no es como las demas? ven y lee algo diferente, algo que sin duda te gustara.
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Empecemos
Aranza desayunaba en su habitación con la elegancia de alguien que estaba acostumbrada a ser servida. La mesa estaba llena de platos refinados: tostadas con mermelada, huevos poché, una taza de chocolate caliente y una pequeña torre de pasteles que parecían demasiado bonitos para comer.
Pero ella ya estaba harta.
Había pasado una semana desde que había reencarnado en este mundo y, sorprendentemente, seguía viva. No había muerto aplastada por una mesilla, devorada por lobos ni por un simple ataque de tos. Eso ya era una victoria. Sin embargo, el hecho de que su "dieta de noble" consistiera en dulces y comidas ligeras la estaba volviendo loca.
—¿Algo más, mi señora? —preguntó una de las criadas con un tono educado.
Aranza miró los pasteles con desgano.
—¿Acaso aquí nadie come carne? —preguntó, apoyando la barbilla en su mano.
La criada abrió los ojos, escandalizada.
—Las damas de la nobleza no comen carne roja en la mañana, my lady. Es demasiado... fuerte.
Aranza puso los ojos en blanco. "Demasiado fuerte", como si estuviera pidiendo un venado entero en la mesa.
—Bueno, entonces me traen pan con queso. Y algo que no me haga sentir como una figurita de porcelana.
La criada asintió rápidamente y salió de la habitación, dejando a Aranza disfrutando de su mísero desayuno azucarado.
Después de desayunar, Aranza decidió dar un paseo por los jardines. Era su forma de hacer algo sin que la juzgaran demasiado. En su mente, todavía planeaba su escape del destino que el universo le había impuesto, aunque ahora tenía claro que huir corriendo no era una opción viable. Su resistencia era peor que la de una anciana asmática.
Mientras caminaba, el aire fresco la envolvía, y por un momento se permitió disfrutar de la vista.
Hasta que la gota apareció flotando frente a ella.
—¡Ah, carajo! —exclamó Aranza, llevándose una mano al pecho—. Podrías dejar de aparecer de la nada.
—Tengo una gran noticia —dijo la gota con un tono burlón.
Aranza cruzó los brazos.
—¿Vas a decirme que me puedes reencarnar en alguien menos frágil? Porque aceptaré sin dudarlo.
—No. Pero como has sobrevivido una semana sin morir de una forma estúpida, tu "punto de reinicio" se ha actualizado. Ahora, si mueres, volverás a este día en lugar del primero.
Aranza se quedó en silencio.
—Espera... ¿me estás diciendo que esto es como un videojuego? —preguntó, levantando una ceja.
—Básicamente, sí. Pero en difícil. —La gota giró sobre sí misma, como si estuviera entretenida—. Felicidades, sigues siendo una sobreviviente.
—¿Y cuánto tiempo tengo que durar para que mi punto de reinicio avance más? —preguntó con interés.
—Eso depende. Si dejas de hacer tonterías y empiezas a aprender algo útil, podría actualizarse pronto.
Aranza se cruzó de brazos.
—Genial. ¿Y también me darás habilidades nuevas, como en los juegos?
La gota se río.
—¡No! —exclamó—. Todo depende de ti. Ahora, sigue con tu vida. Nos vemos en tu próxima muerte.
Y con eso, desapareció.
—Desgraciada... —murmuró Aranza antes de seguir su camino.
Horas más tarde, mientras descansaba en su habitación, una de las criadas se acercó con una expresión emocionada.
—My lady, han llegado rumores de la guerra. Parece que está terminando —dijo con entusiasmo.
Aranza apenas levantó la mirada del espejo donde estaba admirando su propio reflejo.
—¿Y? —preguntó con desinterés.
—Dicen que el príncipe Aldrin romperá su compromiso con usted.
La criada esperó ver una reacción dramática, tal vez llanto o indignación. Pero Aranza solo asintió y sonrió.
—¡Oh, qué tragedia! —dijo con una voz carente de preocupación—. Pero bueno, la vida sigue.
La criada abrió la boca, sorprendida.
—¿No está molesta?
—No. De hecho, deberías traerme un pastel. Esto merece una celebración. —Aranza sonrió con satisfacción.
La criada salió confundida, mientras Aranza se reclinaba con tranquilidad. Su vida estaba mejorando.
Inspirada por su supervivencia, decidió que era hora de mejorar su condición física. Después de todo, en las novelas de reencarnación las protagonistas siempre se entrenaban y se volvían fuertes.
Intentó hacer flexiones. Logró tres antes de desplomarse.
Trató de correr alrededor del jardín. Después de cinco minutos, estaba jadeando como si hubiera corrido un maratón.
—¡Esto es un infierno! —gritó, tirada en el suelo.
Tal vez no se convertiría en una guerrera de la noche a la mañana. Pero al menos, ahora sabía cuán patética era su condición física.
—Bueno, al menos no he muerto... aún —murmuró, cerrando los ojos por el cansancio.
Este entrenamiento iba a ser más difícil de lo que pensaba.
Ves: mirar, observar, ver
vez: repetir