En la vibrante y peligrosa Italia de 2014, dos familias mafiosas, los Sandoval y los Roche, viven en un tenso equilibrio gracias a un pacto inquebrantable: los Sandoval no deben cruzar el territorio de los Roche ni interferir en sus negocios. Durante años, esta tregua ha mantenido la paz entre los clanes enemigos.
Luca Roche, el hijo menor de los Roche, ha crecido bajo la sombra de este acuerdo, consciente de los límites que no debe cruzar. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando comienza a sentir una atracción prohibida por Kain Sandoval, el carismático y enigmático heredero de la familia rival.
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03
Luego de la emocionante carrera, los amigos de Kain lo rodearon con felicitaciones y vítores. Jean Marco, con una sonrisa amplia, se adelantó y puso una mano en el hombro de Kain.
—¡Nueve veces consecutivas, amigo! Esto merece una celebración. ¿Qué dices si vamos al bar de siempre y lo celebramos con unos buenos tragos?
Los otros corredores gritaron en aprobación, entusiasmados por la idea de una noche de festejos. Sin embargo, Luca, que había estado observando desde un lado, se acercó a Kain con una expresión de preocupación.
—Kain, no me gusta beber, y además, debería volver a casa. Mi padre tiene que haber notado mi ausencia a estas horas —dijo Luca en voz baja, tratando de no arruinar el momento pero consciente de las posibles consecuencias.
Kain, que había estado disfrutando del triunfo, miró a Luca y vio la genuina preocupación en sus ojos. No quería que su amigo pasara un mal rato por su culpa, especialmente después de la noche que habían compartido.
—Oye, chicos —dijo Kain, levantando las manos para llamar la atención de sus amigos—. Será mejor que celebremos en otra ocasión. Luca tiene razón, y no quiero que tenga problemas por esto. Además, siempre habrá más carreras para festejar.
Jean Marco y los demás miraron a Kain con sorpresa, pero luego asintieron, comprendiendo la situación.
—Está bien, Kain. Nos vemos en la próxima. ¡Y felicidades otra vez, campeón! —dijo Jean Marco, dándole una palmada en la espalda.
Kain y Luca se alejaron del grupo, caminando hacia la moto. Una vez más, Kain se aseguró de que Luca tuviera el casco bien puesto antes de subirse a la moto. Las luces de la ciudad se reflejaban en el asfalto mientras la noche avanzaba.
Condujeron en silencio durante un rato, cada uno sumido en sus propios pensamientos. Finalmente, Kain habló, su voz rompiendo la tranquilidad de la noche.
—Lo siento, Luca. No quería ponerte en una situación difícil.
Luca, aferrado a Kain mientras la moto avanzaba, sacudió la cabeza.
—No tienes que disculparte, Kain. Fue una noche increíble, y agradezco que hayas entendido. Mi padre puede ser muy estricto con estas cosas.
Kain asintió, comprendiendo completamente. Sabía bien lo que era lidiar con un padre implacable. Al llegar a las cercanías de la mansión de los Roche, Kain detuvo la moto en una calle discreta, lejos de la vista de los guardias.
—Aquí estamos. ¿Vas a estar bien? —preguntó Kain, mirándolo con preocupación.
Luca se quitó el casco y sonrió.
—Sí, estaré bien. Gracias, Kain. Por todo.
Kain sonrió de vuelta, sintiendo una conexión aún más fuerte con Luca.
—Cuídate, Luca. Nos vemos en la universidad.
Luca asintió, luego se volvió y caminó hacia la mansión, cuidando de no ser visto. Kain lo observó hasta que desapareció en la distancia, luego encendió su moto y se alejó, sus pensamientos girando en torno a la noche que habían compartido.
El viento fresco de la noche lo envolvía mientras conducía de regreso a su hogar. Kain reflexionaba sobre cómo Luca había cambiado su perspectiva en tan poco tiempo. Sentía una mezcla de emociones: satisfacción por la victoria en la carrera, preocupación por Luca y una creciente esperanza por lo que el futuro podría traer.
Al llegar a su mansión, Kain se movió con cuidado para no atraer la atención de su padre. Se dirigió a su habitación, agotado pero satisfecho. Mientras se dejaba caer en la cama, una sonrisa suave se dibujó en su rostro. Había sido una noche llena de desafíos y revelaciones, y aunque sabía que el camino por delante sería complicado, estaba decidido a enfrentarlo con valentía y determinación.
Cerró los ojos, permitiendo que el sueño lo envolviera, mientras sus pensamientos seguían girando en torno a Luca y a las promesas silenciosas que habían hecho esa noche. En el silencio de la madrugada, Kain encontró una paz momentánea, sabiendo que, pase lo que pase, no estaría solo en su lucha por un futuro diferente.
A la mañana siguiente, Luca se despertó con el sonido del timbre que anunciaba la hora del desayuno. Se levantó lentamente, recordando la noche anterior con una mezcla de nostalgia y nerviosismo. Después de asearse, bajó al comedor, donde el desayuno en familia era una tradición sagrada que su padre, Edmundo Roche, no permitía que se pasara por alto.
El comedor era una habitación amplia y elegantemente decorada, con una mesa larga que podía acomodar a toda la familia Roche. Luca se sentó al lado de su hermano mayor, Angel, un joven de aspecto serio y responsable, cuya presencia siempre parecía llenar la sala. Su madre, Diana, se sentó junto a su esposo, Edmundo, como correspondía a las formalidades familiares.
Las cocineras iban y venían, llenando la mesa con una variedad de alimentos: panes frescos, frutas cortadas, embutidos, quesos, y una selección de pasteles y tartas. El aroma del café recién hecho y de los platos calientes llenaba el aire, pero nadie pronunciaba una sola palabra hasta que Edmundo decidiera iniciar la conversación.
Finalmente, Edmundo rompió el silencio, dirigiéndose a su hijo mayor con una mirada evaluadora.
—Angel, ¿cómo está la economía de la importadora de vinos? —preguntó Edmundo, su voz profunda y autoritaria resonando en el comedor.
Angel, siempre preparado y diligente, dejó su taza de café y respondió con confianza.
—La importadora está funcionando bien, papá. Hemos visto un aumento en las ventas internacionales y estamos expandiendo nuestra red de distribución en Asia. Además, los nuevos acuerdos comerciales que negociamos el mes pasado están empezando a dar frutos.
Edmundo asintió, satisfecho con la respuesta, pero sin mostrar ninguna emoción evidente. Diana observaba a sus hijos con una sonrisa suave, orgullosa pero también consciente de las presiones que cada uno de ellos enfrentaba.
Luca, mientras tanto, se esforzaba por mantener su atención en el desayuno, aunque su mente vagaba hacia los eventos de la noche anterior. Podía sentir la mirada ocasional de su padre sobre él, y sabía que Edmundo estaba atento a cada detalle de su comportamiento.
—Y tú, Luca —dijo Edmundo de repente, girando su atención hacia su hijo menor—, ¿cómo va la universidad? ¿Todo en orden con tus estudios?
Luca levantó la vista, encontrando los ojos de su padre. Sabía que Edmundo esperaba una respuesta concisa y satisfactoria.
—Sí, papá. Todo va bien. Acabamos de terminar un proyecto importante en cálculo, y creo que obtendremos una buena calificación —respondió Luca, tratando de sonar seguro.
Edmundo lo observó por un momento más antes de asentir ligeramente.
—Me alegra oír eso. Es importante que mantengas tus estudios en orden. Recuerda que algún día también tendrás responsabilidades en los negocios de la familia.
Luca asintió, aunque una parte de él se rebelaba contra esa expectativa. Su mente seguía volviendo a Kain y a la promesa silenciosa de encontrar su propio camino, alejado de las sombras que sus padres proyectaban sobre él.
El desayuno continuó en un silencio relativo, solo interrumpido por las conversaciones breves y formales. Diana, siempre atenta, notó la ligera distracción de Luca y decidió intervenir suavemente.
—Luca, cariño, ¿te sientes bien? Pareces un poco distraído esta mañana —dijo, su voz suave y maternal.
Luca sonrió levemente, agradecido por la preocupación de su madre.
—Estoy bien, mamá. Solo pensando en la universidad y en los proyectos —mintió, tratando de no alarmar a su familia.
Diana asintió, aceptando la respuesta aunque no del todo convencida. Con una mirada de comprensión, decidió no presionar más a su hijo.
Después de que el desayuno concluyera, Edmundo se levantó y se dirigió a su despacho, seguido de Angel. Diana se quedó un momento más, recogiendo algunos platos y ordenando a las cocineras.
Luca se levantó y se dirigió hacia el jardín, buscando un momento de paz. El jardín era su refugio, un lugar donde podía pensar sin ser interrumpido. Se sentó en un banco bajo un gran roble, dejando que los sonidos de la naturaleza lo calmaran.
Mientras se sumía en sus pensamientos, su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó y vio un mensaje de Kain: "¿Cómo va todo? Espero que no hayas tenido problemas esta mañana."
Luca sonrió, sintiendo una calidez al leer el mensaje. Rápidamente respondió: "Todo bien, solo la usual rutina familiar. Gracias por preocuparte. ¿Tú estás bien?"
La respuesta de Kain llegó casi de inmediato: "Sí, estoy bien. Solo quería asegurarme de que todo estuviera bien contigo. Tal vez podamos vernos después de clases."
Luca sintió una oleada de emoción y esperanza. La idea de ver a Kain nuevamente le daba fuerzas para enfrentar el día.
"Claro, me encantaría. Nos vemos después de clases" —respondió, guardando su teléfono con una sonrisa.
Mientras el sol de la mañana bañaba el jardín con su luz dorada, Luca se sintió lleno de determinación. Sabía que tenía que encontrar un equilibrio entre sus responsabilidades familiares y su deseo de vivir su propia vida. Y con Kain a su lado, sentía que cualquier cosa era posible.