Desiree

Cap 3

Día Uno.

Como era de esperarse, con toda la familia reunida, la casa es un completo caos. Pero no es un caos cualquiera, sino uno organizado por la energía de la vida familiar. Al bajar de las camionetas, el aire se llena de risas, gritos de saludo y el aroma de la comida que ya está lista para la bienvenida. Mis tías y mi madre se apartan del grupo de hombres y se encierran en el despacho, pero no para hablar de cosas serias; están concentradas en los preparativos de mi fiesta de mayoría de edad y, claro, en los rumores sobre los compromisos que sus hijos quieren proponerme pero no mencionan nada de eso en mi presencia.

Aquí, en la casa familiar, todo se divide en círculos. Mis hermanos, León, Christopher y Patrick, junto con los hijos de mi tío Eliot, están en un rincón, burlándose y compitiendo entre ellos en un juego que solo ellos entienden. Mi padre, siempre en control, está rodeado de mis abuelos y tíos, compartiendo historias y risas mientras las sombras del pasado parecen alejarse momentáneamente.

Mis primos mayores, Aiden, Vlad, Dimitri y Ares se agrupan, su presencia imponente hace que incluso el aire parezca más denso. Ellos son como grandes muros de protección a mí alrededor, pero también son recordatorios constantes de la presión que llevo sobre mis hombros. Y yo… bueno, yo pululo como una abeja en un campo de flores, moviéndome de círculo en círculo. A veces me siento perdida entre ellos, atrapada entre el deseo de encajar y la necesidad de encontrar mi propia voz en este mundo.

Malditos, no fueron capaces de parirle a esta familia una mujer, Ana es mayor  y siempre se ha mantenido  dulce conmigo pero por cosas de edad, alejada. Me siento un poco sola en algunos momentos.

Generalmente, termino en el círculo de mi madre y mis tías. Allí, rodeada de risas y consejos, me siento como una esponja, absorbiendo sus palabras. Ellas son fuertes, decididas y tienen un aura de sabiduría que me fascina. Escuchar sus historias me hace sentir segura, pero también un poco ansiosa, recordándome que algún día tendré que enfrentar lo que significa ser la hija de mi madre.

Mientras me muevo de un grupo a otro, el bullicio de la casa se convierte en un trasfondo constante, un recordatorio de la familia que tengo y de las expectativas que me rodean. El ambiente se siente agradable, y el murmullo de las conversaciones es como música que me envuelve, haciendo que mis pensamientos se mezclen con la emoción que se siente en el aire.

Horas más tarde, al fin llega el tío Theo y su familia. La cena se sirve en una mesa larga, y escucho a todos con atención. Mis primos ahora tienen los ojos puestos en mí; Creo que ya saben que sé sobre las propuestas de compromiso, pero me hago la loca, contándoles lo feliz que me siento de ir a la universidad y de que, por fin, me alejaré de todo esto, solo para enfocarme en mis estudios. (Eso no es del todo cierto, porque el entrenamiento y mis obligaciones seguirán). Tengo pensado cursar tres años y luego dos más para meterme de lleno en lo que se espera de mí.

Casarme con un miembro de un clan importante y forjar lazos que nos hagan crecer como familia, y proveerle a la mafia más herramientas y hombres… claro.

—No me gusta mucho la idea de que se vaya —comenta mi padre—. Puede estudiar aquí, pero no quiero privarla de las cosas de su edad. Debes explorar el mundo exterior y prepararte para lo que viene después.

Bastó ese comentario de mi padre para que mis tíos comenzaran con el discurso de siempre, alineándose con él. ¿Es que se piensa que soy un canario que tiene que estar enjaulado?

—A ti no te gusta nada porque no aceptas que ya crecí y que no soy más una niñita —me exaspero, soltando los cubiertos y haciéndole saber a mi padre lo molesto que es escuchar siempre el mismo repertorio—. Puedo cuidarme sola.

—Hay gente mala y peligrosa ahí afuera, hija. El día que tengas tu propia familia, me entenderás y sabrás que la seguridad de tus hijos es lo más importante en este mundo.

Sacudo la cabeza, sonriendo. No puede ser cierto.

—¿Gente mala y peligrosa? —Hago uso de mi sarcasmo—. ¡Estoy en una mesa cenando con gente mala y peligrosa, rodeada de mafiosos! El tío Iván es líder de la mafia más violenta y sangrienta de Europa, y no quiero ofender a los demás, pero son sanguinarios. Hasta ahora, son la organización mafiosa más grande del mundo. Tengo a mi tío Theo, que es un psicópata que se ha mostrado fuerte y poderoso y que tiene la red de asesinos más letal.

Me pongo de pie.

—Tío Eliot, con su mirada amigable, tiene en su poder casi todo el sur y se ha extendido tanto que México y Colombia ahora dependen de él. ¿Tengo que seguir con los demás? Porque el tío Connor y el tío Nik también tienen lo suyo, y ni hablemos de mis adorables primos, que siguen los mismos pasos que sus padres y son peores que ellos. Ir a la universidad y moverme entre civiles será como dar un paseo.

Todos me observan, claro que no se sorprenden, porque siempre he tenido carácter, y estar en familia me da la seguridad que necesito para expresarme con libertad.

—Eso no quita que aún seas muy joven y, te guste o no, corres peligro.

Suelto una risita y vuelvo a sentarme.

—Me siento más intimidada por lo que tienen preparado para mi cumpleaños que por todo lo demás. —No aclaro a qué me refiero, pero lo hago a propósito; adoro jugar con las palabras que los deja mudos—. Una vez que cumpla dieciocho, las cosas cambiarán y podré tomar mis propias decisiones.

La conversación se reanuda, y la mujer que me observa con sus ojos grises tormenta asiente y sonríe de lado. La esposa de mi abuelo Declan (y hermana de mi tío Iván y Nik) es una mujer que se ha pasado la vida desafiando la estructura patriarcal de esta familia.

Sirven el postre y recibo una notificación en mi móvil. Frunzo el ceño porque no veo a nadie con el móvil en la mano y los únicos que tienen mi número son ellos.

"¿Ya te dijeron lo bonita que te ves cuando te enojas?"—Vlad.

No lo miro porque todos en este momento me están observando. Guardo el teléfono en el bolsillo de mi vestido y sigo disfrutando del postre. Pero cuando termino, me disculpo  con la excusa de estar cansada y me retiro para subir a mi habitación y cambiarme de ropa para entrenar. Me escabullo como siempre para evitar ser vista y me encierro en el gimnasio. Pongo música, y una de mis bandas favoritas comienza a sonar. Agradezco que el espacio esté insonorizado, porque de lo contrario descubrirían que estoy aquí.

"Enter Sandman" de Metallica empieza a sonar, y no puedo evitar moverme al ritmo, sacudiendo mi cabeza mientras me preparo para mi rutina diaria de ejercicio. Enciendo la trotadora y corro durante cuarenta minutos, luego comienzo a saltar la cuerda durante media hora más. Sigo con planchas y abdominales, me hidrato, y ya estoy lista para...

— ¿Cuánto tiempo llevas aquí? —Su voz tranquila me interrumpe justo cuando me preparaba para golpear el saco de boxeo. Se acerca y lo sujeta, también vestido con ropa deportiva—. Me asustaste.

—Creí que nada te asustaba —responde con una sonrisa burlona—. Llevo más de una hora viendo cómo descargas tu rabia, hasta que al fin me notaste. ¿Qué te tiene tan molesta?

Lanzo una patada directa a su muslo, haciéndolo sonreír. Ahora que está aquí, no quiero golpear el saco. Quiero golpearlo a él.

—Auch... —se queja, frotándose la zona—. ¿Quieres jugar? Bien, pero ya sabes que no será suave.

Asiento, pero la mirada que me lanza me hace dudar si hice bien en querer pelear con alguien que me sobrepasa en altura, musculatura, habilidad, experiencia… y edad.

—Tío, no necesito que seas suave. Necesito que me digas lo que realmente quieres decirme, y entrenemos juntos como antes. —Él asiente, y lanza el primer puño, rápido y violento. Lo esquivo con una sonrisa.

Se lanza hacia mí con una serie de golpes, puñetazos, patadas e intentos de dominarme en el suelo. Es mucho más grande que yo, pero mi tamaño es mi ventaja. Sin embargo, él conoce mis movimientos demasiado bien.

Cuando logro tomarlo por sorpresa, combinando un par de codazos con un golpe en la garganta, su sonrisa se ensancha y escapa un poco de sangre, limpiando la boca.

— ¿Acabas de hacer sangrar a tu tío favorito, pequeña siniestra? —dice, antes de lanzarse nuevamente con más fuerza. Esquivo sus golpes y le lanzazo patadas y puñetazos, pero él también los evade, hasta que traba mi brazo y me hace girar, dejándome inmovilizada en el suelo acolchado—. Recordaré ese movimiento nuevo. Bien hecho, cariño.

Con una facilidad que me molesta, me tiene completamente sometida. No parece ni cansado.

—Busca la forma de zafarte —me dice, su tono serio—. La clave está en el control mental y muscular. Si te tensas, te cansas. Si te relajas y piensas en cómo librarte, puedes que tengas una oportunidad.

Hago caso y me relajo, aunque al hacerlo siento cómo sus piernas y brazos aprietan más. Aun así, levante la cabeza buscando su punto débil. Su brazo debajo de mi cuello no está ejerciendo tanta presión, pero lo demás parece imposible. Entonces, decidió aflojar ligeramente mi brazo, lo suficiente para girar y cambiar la situación. Estoy debajo de él, pero desencajo mis caderas solo un poco, dándole libertad a mis rodillas. Veo una ventaja.

Saco mi pierna derecha y la envuelvo alrededor de la suya, aplicando una llave en su rodilla que le provoca dolor. Aprovecho el momento para meter mi brazo debajo de su cuello, lo rodeo, y me libero con un cabezazo directo a su clavícula.

—Eso es, pequeña —dice con una sonrisa, soltando el aire—. Nunca te sientas aprisionada… ni siquiera cuando lo estés.

El entrenamiento con mi tío es mil veces mejor que con mis hermanos o mi padre. A diferencia de ellos, él no me ve como una cosita frágil que puede romperse. Peleamos cuerpo a cuerpo, sin reservas, y no le importa si me lastima, porque sabe que puedo aguantar. Eso es lo que más me gusta. En la lona o en el suelo acolchonado, somos iguales, y el dolor compartido es solo parte del proceso.

Me duele todo.

—Bien —digo mientras se sienta a mi lado en la colchoneta—, ahora dime lo que me tienes que decir. Siempre que entrenas conmigo, es porque tienes algo importante que contarme.

Le paso la botella de agua, esperando lo inevitable. Sé que tiene algo en mente.

—Si hay algo que valoro de ti —empieza después de un largo sorbo—, es que, a diferencia de los demás, puedes hablarme con soltura. Los chicos de la familia... ellos me tienen cierto respeto, por no decir miedo, pero tú no. Por eso te trato como te trato. —Me mira directo a los ojos, su tono sincero pero firme—. Y tienes razón, tengo algo importante que decirte.

Asiento, sabiendo por dónde viene el golpe.

—Las ofertas de compromiso, ¿verdad?

Él asiente lentamente, sus ojos se clavan en los míos.

—No todos son inútiles, y lo sabes, pero estás en una posición complicada. Algunos son demasiado jóvenes, otros demasiado mayores para ti.

Frunzo el ceño, empezando a entenderlo todo. Ahora las piezas encajan. Si todos están aquí, incluso Vladimir y Dimitri…

—Pensé que solo los más jóvenes estarían detrás de mí para el matrimonio —digo en voz baja, sintiendo un nudo en el estómago—. ¿Estás seguro de eso? Creí que estaban aquí por la cacería y mi fiesta.

Mi tío se ríe, una carcajada profunda que sacude la tensión en el ambiente.

—Exacto, la cacería… —Acaricia mi mano cuando la toma—. Solo que la presa eres tú, pequeña.

Bajo la cabeza por un momento, procesando sus palabras.

—Con ellos aquí, los más jóvenes no tienen oportunidad. ¿A quién debo Aceptar?

Tengo el tio divertido, el sarcastico, el celoso y despues esta él, que parece dueño de todos los terrenos del infierno.

—A ninguno —responde con un tono divertido—. Que demuestren con hechos, no con promesas. No se trata de cualquier compromiso. Quieren a la futura reina de la mafia. Y no me malinterpretes, te adoran, pero eso no significa que debas aceptar a alguno solo porque sí. Porque sé que también los aprecias.

Levanto la mirada para encontrarme con su sonrisa ladeada, esa que parece disfrutar del caos. Mientras a mí, en cambio, todo esto me incomoda. Sobre todo, porque tres de ellos son hermanos.

¿Que les parece hasta ahora? ¿Les gusta? espero que les ncante esta tercera parte...

Ya saben...  hagan la  tarea.

Besos... Jess