Daniel, un joven curioso, intenta robar un libro misterioso, pero todo sale mal y, en lugar de escapar, es transportado a Nova, un mundo maldito cubierto por agua. La única forma de regresar a su mundo es salvar Nova de la maldición, pero no será fácil. Enfrentará a poderosos enemigos y luchará por sobrevivir, mientras descubre secretos sobre el mundo y su propia tripulación. Con un futuro incierto, Daniel deberá encontrar una manera de romper la maldición y regresar a su hogar, antes de que sea demasiado tarde.
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El legado
El barco de Doria finalmente atracó en un muelle rudimentario construido de madera envejecida y piedras salpicadas de algas. La isla era un espectáculo peculiar: árboles gigantescos con hojas tan grandes como velas se alzaban en todas direcciones, mientras que criaturas de formas extraordinarias caminaban por las calles de tierra. Mitad humanos, mitad animales, estos habitantes conversaban, intercambiaban bienes y, en ocasiones, mostraban rasgos claramente salvajes, como rugidos o aleteos. Algunos tenían cabezas de león, otros colas de lagarto o garras de ave, pero todos compartían la misma actitud: estaban alerta, preparados para cualquier cosa.
Doria, con la seguridad de alguien que conocía bien el lugar, guió a Daniel y Josh hacia el interior de la isla. Los dos recién llegados no podían ocultar su asombro. Josh caminaba mirando fijamente a un hombre con orejas de zorro y patas de caballo, mientras que Daniel apenas podía apartar la vista de una mujer con alas de halcón que servía de guía a un grupo de turistas.
—¿Qué es este lugar? —murmuró Daniel.
—La Isla Aurora —respondió Doria sin detenerse—. Aquí vienen todo tipo de mercenarios, piratas y comerciantes. Es un punto de paso para quienes recorren la Gran Ruta, y un refugio para quienes necesitan evitar al Consejo de los Siete Mares.
Josh tragó saliva, visiblemente incómodo.
—¿Y estamos seguros aquí?
Doria se detuvo y lo miró con una sonrisa.
—Tan seguros como lo permita tu habilidad para mantener la boca cerrada y tus manos lejos de los problemas.
Daniel no pudo evitar soltar una carcajada nerviosa, pero pronto se le borró la sonrisa al ver una taberna que Doria señaló con el dedo. El letrero colgante de madera decía "La Garra Dorada", y desde su interior se escuchaban risas estruendosas, golpes de vasos y el sonido de un músico desafinado tocando un acordeón.
—Aquí nos informaremos sobre lo que está ocurriendo en esta parte de la Gran Ruta —explicó Doria mientras empujaba la puerta del bar.
El Bar y el Misterio de los Cuatro Legión
El interior del bar era un caos organizado. Las mesas estaban llenas de criaturas de todas las formas y tamaños, bebiendo y jugando a los dados. Una nube de humo llenaba el aire, mezclándose con el olor de alcohol y carne asada. Daniel intentó pasar desapercibido mientras seguía a Doria, pero sabía que su presencia ya había llamado la atención de varios ojos curiosos.
En la pared detrás del mostrador colgaban carteles de recompensas. Había docenas, cada uno mostrando el rostro o figura de un individuo buscado, junto con cantidades astronómicas en monedas de oro. Sin embargo, uno en particular captó la atención de Daniel. Era un cartel viejo, pero la imagen de un hombre con una sonrisa burlona y un parche en el ojo aún se distinguía claramente. Debajo, la cifra lo dejó sin aliento: 2,500 millones de monedas de oro.
—¿Qué… qué es esto? —preguntó, señalando el cartel.
Doria se acercó y lo miró con interés.
—Ese es uno de los Cuatro Legión —respondió, como si fuera obvio.
—¿Cuatro Legión?
Doria suspiró, dándose cuenta de que tendría que explicar.
—En la Gran Ruta, hay títulos que solo los más fuertes pueden reclamar. Los Cuatro Legión son los piratas más poderosos que existen. Cada uno de ellos controla una región de la Gran Ruta, y sus recompensas son las más altas del mundo. No son solo piratas; son leyendas vivientes.
Daniel sintió un escalofrío.
—¿Y Steven… tenía algo que ver con ellos?
Doria negó con la cabeza.
—No directamente, pero su barco, la Tetera del Mar, era conocido por enfrentarse a ellos. Es por eso que su nombre tiene peso aquí. Y también es por eso que muchos no dudarán en enfrentarte si creen que pueden obtener una recompensa.
Antes de que Daniel pudiera responder, una voz familiar resonó desde una de las mesas cercanas.
—¡Steven!
Daniel se tensó al instante. Un hombre alto y musculoso, con piel curtida por el sol y una cicatriz que cruzaba su mejilla derecha, se acercaba con una sonrisa burlona. Su cabello negro estaba atado en una coleta, y llevaba una espada a un lado y un garfio en lugar de su mano izquierda.
—Scan… —murmuró Doria, su tono lleno de cautela.
El hombre llamado Scan se detuvo frente a Daniel, cruzando los brazos.
—No puedo creerlo. ¿El gran Steven, desertando y viniendo a este lugar? —dijo con tono sarcástico—. ¿Qué pasó con la Tetera del Mar? ¿Y qué demonios haces con estos novatos?
Daniel abrió la boca, pero no salió ningún sonido. No tenía idea de cómo responder. Scan lo miró con ojos entrecerrados, como si evaluara cada uno de sus movimientos.
—¿Qué pasa, Steven? ¿El gran capitán se quedó sin palabras?
Doria intervino rápidamente, colocándose entre ambos.
—Scan, no tenemos tiempo para tus bromas. Estamos en una misión importante.
Scan sonrió, pero había un destello peligroso en sus ojos.
—Claro, claro. Pero escucha bien, Steven. Si hay una buena recompensa por tu cabeza, no dudaré en ir tras ti. Ya sabes cómo funcionan las cosas aquí.
Daniel tragó saliva, intentando mantenerse firme.
—Lo tendré en cuenta —respondió, imitando el tono frío que imaginaba que Steven usaría.
Scan soltó una carcajada y volvió a su mesa, aunque no dejó de observarlos de reojo.
El Regaño de Doria
Cuando finalmente salieron del bar, Daniel dejó escapar un largo suspiro de alivio. Sin embargo, Doria no parecía nada contenta.
—¿Qué demonios fue eso? —dijo, girándose hacia él con los brazos cruzados.
—¿Qué fue qué? —preguntó Daniel, confundido.
—¡Tu actuación! —exclamó Doria, visiblemente molesta—. Steven jamás habría permitido que alguien como Scan lo intimidara. Lo habrías confrontado, le habrías hecho saber que si intentaba algo, no viviría para contarlo.
Daniel levantó las manos, intentando defenderse.
—No soy Steven, Doria. Estoy haciendo lo mejor que puedo.
—Pues no es suficiente —replicó ella—. Si no empiezas a comportarte como él, no solo vas a ponerte en peligro, sino también a Josh y a mí. En este mundo, las apariencias lo son todo. Si los demás piensan que eres débil, no dudarán en atacarte.
Josh intervino, intentando calmar las cosas.
—Doria, tranquila. Apenas estamos empezando.
—¡No tenemos tiempo para que "apenas estén empezando"! —gritó ella, señalando al bar detrás de ellos—. Scan ya sospecha que algo anda mal. Si descubre que Steven no es el verdadero Steven, estaremos acabados.
Daniel bajó la mirada, sintiéndose abrumado por la presión.
—Lo intentaré.
—No, Daniel —dijo Doria con firmeza—. No es cuestión de intentarlo. Es cuestión de hacerlo. Si queremos sobrevivir en la Gran Ruta, necesitas ser Steven, con todo lo que eso implica.
Las palabras de Doria resonaron en su mente mientras se alejaban del bar y regresaban al barco. La Gran Ruta no era un lugar para dudas ni debilidades. Y si quería cumplir con su misión y regresar a su mundo, tendría que convertirse en alguien que ni siquiera reconocería.