Ander Hernández, un futbolista nacido en cuna de oro, decide ocultar su apellido para construir su carrera sin la sombra de su influyente padre. En su camino, conoce a Dalia Molina, una mujer que desafía los estándares tradicionales de belleza con su figura curvilínea y sus adorables mejillas.
Dalia, que acaba de sufrir una pérdida devastadora, se enfrenta al reto de sacar adelante a su madre y a su hermana menor. Pero su mundo da un giro inesperado cuando un hombre, tan diferente de ella en apariencia y situación económica, irrumpe en su vida, alterando todos sus planes.
A pesar de sus diferencias, tanto físicas como sociales, los corazones de Ander y Dalia laten al unísono, mostrando que, aunque sean polos opuestos en muchos aspectos, comparten lo más importante: un espíritu noble y un amor que trasciende todas las barreras.
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Parte 3
Daila
No sabía su nombre aún, para mí era el hombre maracuyá que me estaba salvando. Me había salvado de agarrar un taxi, tal vez le iba a dar un café, pero comparado con el favor y lo que gastaba en el restaurante eso no sería nada, sin embargo, me había quedado sin empleo.
En ese momento, la enfermera llegó con noticias.
—Señora Castro —empezó a decir, mirando a mi madre—, necesitamos hablar sobre su tratamiento. Su pie roto requiere una cirugía urgente para evitar complicaciones, y el procedimiento será costoso. Además, necesitará un tratamiento de rehabilitación prolongado que también tendrá un alto costo.
—Necesitaremos al menos dos operaciones y sesiones regulares de fisioterapia para asegurarnos de que el pie se recupere por completo —continuó la enfermera—. El costo total de los procedimientos y la rehabilitación será considerable. Les recomiendo que hablen con el departamento de finanzas para discutir las opciones de pago.
Las palabras de la enfermera me golpearon como un mazazo. Mi expresión se derrumbó. Necesitábamos mucho dinero y no sabía cómo íbamos a conseguirlo.
Salí de la habitación, abrumada por la situación, y el señor maracuyá me detuvo suavemente.
—Hazte pasar por mi novia —me susurró de repente.
—Ni siquiera sé tu nombre.
—Es Ander Hernández —¿por qué me sonaba su nombre?, tal vez porque el apellido era bastante común.
—Bien, pero no te conozco.
—Nos podemos ir conociendo, ahora necesito una novia.
—¿por qué?
—¿Quiero amor y compresión? —Hago una mueca tratando de no reír.
Dios, había que admitir que el señor maracuyá, era condenamente sexy y alto, sí. Era alto, no solo un poco como siempre me había tocado. De verdad era el hombre que cualquier mujer moriría loca por él.
—Bueno, te lo podría dar en el futuro mientras nos conocemos —Me sorprendo por su respuesta. —En este momento, quiero que pienses en tu familia, cada vez que pases tiempo conmigo, te daré dinero.
—¿Pasar tiempo es hacer cositas contigo? —Me da una sonrisa burlona y siento como algo me palpita, ¿qué estaba pasando?
—No, solo dedicarnos tiempo.
—No creo que seas pobre y no eres para nada feo, ¿por qué yo?
—Gracias por decirme que te gusta mi apariencia, es recíproco —No puedo evitar abrir más mis ojos por la respuesta.
—¡Hija! ¿Con quién hablas? —Cuando iba a contestarle, Ander asoma su cabeza.
—¿Suegra? Es que su hija me quiere seguir manteniendo en privado, lo siento —Puedo sentir como se me baja la presión en un segundo por el comentario que me hace.
—¿Eres el novio de mi hija? —Mi madre gira a verme sorprenndida, mientras nos acercamos a ella, maracuyá con una gran sonrisa.
—Sí, ¿no soy muy guapo? —Incluso mi mamá se sonroja con el comentario —. Supongo que es uan reacción natural —Se ríe, mientras se sienta al lado de mi mamá y le pone conversa.
Mi mente se llena de miedo y de un montón de información, me sonaba demasiado ese nombre y apellido, su cara, todo de él. Sabía que era futbolista, pero no creo que fuera lo suficiente, porque yo lo habría conocido por mi padre.
Mi papá era un super fan del fútbol, cuando jugaba la selección o pasaba algún partido de Europa, siempre era el primero de comprar los planes para ver. Amaba esa faceta de mi papá, extrañaba llegar a casa y escuchar como gritaba por el gol del equipo al que iba.
Siento como mis ojos se llenan de lágrimas al sentir ese recuerdo tan cerca, cuando vuelvo a concentrarme en la conversación que estaba teniendo con mi mamá, puedo notar la mirada de mi hermana, Olivia.
—Me alegro que mi hija tenga a alguien, le ha tocado muy duro desde que su papá se murió —La sonrisa llena de tristeza de mi mamá me hace sentir un nudo en la garganta.
Extrañaba a mi papá, mi hermana y mi mamá lo podían extrañar el doble, una por ser más pequeña y otra por ser su pareja, el hombre con el que hizo toda su vida.
—Haré todo para cuidarla, no se preocupe —Ander pone una mano sobre la mano de mi mamá, apoyandola y puedo ver luego de unos meses la sonrisa de mi mamá, una hermosa sonrisa que le llega a los ojos.
No era capaz de decirle la verdad, no podía decirle que ese hombre no era mi novio, que tal vez nunca lo sería porque hombres como él solo se fijan en supermodelos con el 90 60 90, yo no era nada de eso.
Ellos siguen hablando, pero no escucho nada de lo que estan diciendo. Solo me doy cuenta de cuanto tiempo ha pasado cuando él pone una mano en mi hombro, era cálido, pero un agarré fuerte.
—Hija, ve a comer algo, lleva por favor a Olivia —Miro a mi hermana que había estado todo el tiempo con su celular, después de mirarme fijamente se había aburrido.
—Sí —Llamo a mi hermana que me mira de mala gana, su faceta se estaba volviendo más complicada, pero estaba entregando lo mejor de mí para entenderla.
Oliva va adelante de nosotros, Ander tenía las manos en los bolsillos de su pantalón, caminando tranquilo a mi lado.
—¿No me vas a regañar por mentir?
—Sabes que hiciste mal, solo me pregunto porque.
—Era la única forma que aceptarás, sabía que me ibas a rechazar.
—¡Claro que sí! Es una tonta idea.
—No, es una idea grandiosa —Me frena Ander, sus ojos marrones chocan con los míos —Así yo no me sentiré solo, tu podrás obtener dinero y ambas partes estarán contentas.
—Es una tonta idea, maracuyá —Me mira divertido y me cubro la boca, se había salido el sobrenombre.
—Es lindo que me digas así, cachetes —Pongo los ojos en blanco mientras nos lleva a la cafetería.
—Oli, ¿cómo te fue hoy en el colegio? —Mi hermana me mira unos segundos, pero luego se queda mirando la mesa.
—Normal, no fue gran cosa —Suspiro mientras la escucho.
—¿Cuántos años tienes? —Se mete mi ahora sugar daddy.
—13 años —Asiente, para luego mirarme a mí, supongo que también quería preguntar, pero no podía porque iban a descubrir la mentira.
—¿Se te olvido cuántos años tienes tu novia? Que mal novio tengo —Es mi turno de burlarme.
—Hago lo mejor que puedo, tal vez algún golpe contra el arco me afecta —Dice con una sonrisa, lo miro sorprendida.
—¿Juegas de arquero? —Me mira con una tonta sonrisa.
—¿no sabías en qué posición jugaba tu novio?
—Vale, entiendo que le están mintiendo a mi mamá, pero ese coqueteo, no lo hagan en frente mío —Mi hermana niega con la cabeza, mientras se levanta para ir por la comida
Ambos nos quedamos callados por esa escena.