Tras haber ganado la guerra entre los tres reinos y revivido al loto blanco, Liú Huó, rey del inframundo , se verá envuelto en una nueva travesía lleno de obstáculos en sus camino.
Nuevos enanemigos amenazara la paz de la corona en busca de venganza y poder. Pero esta ves será la prueba del Loto Blanco, quien tendrá que tomar el poder que por sangre siempre le correspondió y, poner fin a las calamidades de atormentan la tranquilidad y el equilibrio entre los imperios.
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Al pie de la guerra, miedo.
Al llegar a la torre Yánluó, Ming Jian estaba parado rectamente en la puerta del último piso, con una cara sombría mirando fijamente las cadenas que durante milenios se pensó que nadie podría romper. Seis cadenas forjadas en el alma de DíYú estaban totalmente destruidas y lo más insólito es que nadie escuchó o vio nada. Nadie había entrado a la torre; no había rastro, ni olor, ni siquiera una esencia que nos guiara al culpable. Claro que eso no era excusa para evadir la responsabilidad y Ming Jian lo tenía totalmente claro cuando se enteró de los sucesos. Es por ello que su cara tenía una mirada difícil de descifrar. Al verme, Ming Jian dio dos pasos hacia el lado y me permitió la vista panorámica del lugar. Caminé lentamente mirando hasta el más mínimo detalle. Las cadenas estaban destruidas desde el grillete hasta la cuarta parte de la misma, pero los trozos destruidos aún desprendían el veneno típico de las armas forjadas en DíYú; era como si aún estuvieran intactas. Tomé un trozo y vi cómo este se opacó en mi mano pulverizándoselo, y a los segundos y como reacción cadena, todos los trozos surtieron el mismo efecto. Durante toda la existencia de los tres reinos, solo hay un ser hoy en día capaz de hacer algo así, y si aquel ser vino en busca de Wu Rong significa que está en nuestra contra. —¡Quiero a todos los guerreros de DíYú, incluso los más viejos! Necesito a cada ser capaz de luchar, ¡en el palacio, ahora!
Lu Xiao hizo una reverencia y se dio media vuelta dispuesto a partir a efectuar el mandato. Una sombra en la pared dio a entender que ya no se encontraba en la torre. Ming Jian estaba en completo silencio, pero su cabeza seguía erguida con el poco orgullo que quedaba en sus ojos. Fijé mi mirada en los alrededores de la Torre y caminé lentamente hasta una de las paredes. El campo de energía estaba casi intacto, pero una pequeña fisura era la prueba de que él estuvo aquí. —¿Dónde están los guardias de este piso?
La cara de Ming Jian se distorsionó un poco más y bajó su cabeza inclinándose levemente. —Ming Zu está con ellos, interrogándolos en el cuarto rojo.
Me levanté lentamente mirándole; su cara seguía inclinada. Toda su rectitud había cedido ante mí, pero no podía sentir satisfacción en un momento como este. Llevé mis manos a la espalda apretándolas fuertemente; estas temblaban involuntariamente, aun cuando sabía que este no era el momento de dejarme llevar por el nerviosismo. —Contacta a Yang Xi y haz que se comunique con Hùe Lían.
Ming Jian bajó su mirada avergonzada y dio dos pasos hacia mí. Levantó la mirada con cautela. —Tae Min y Xiang Xi ya se están encargando de ello. Cuando llegué aquí, ellos estaban reconociendo el lugar y partieron de inmediato. Tae Min fue quien ordenó a Ming Zu interrogar a los guardias.
Aspiré profundamente tratando de mantener la compostura. Sabía que Ming Jian no tenía la culpa, pero por alguna razón desde hacía mucho tiempo venía tentando su suerte y los presentes sucesos no ayudaban a mantener la calma, solo despertaban unas ganas irrazonables de arrancarle la cabeza. Negué para mis adentros y solo me encaminé al cuarto rojo. No hacía falta que investigaran, sabía que no encontrarían nada, no si fue él quien entró a Yánluó.
Al llegar al cuarto rojo, los gritos de los guardias eran estremecedores para cualquier ser. Ming Zu, el hijo mayor de Ming Jian, era uno de mis soldados más capaces en cuanto a tortura se trataba; incluso dentro de DiYu había ganado el título del Ángel de las Agujas. Abrí la puerta lentamente. Ming Zu tenía a todos los hombres atados de manos, sus pies descalzos casi robaban el piso. Sobre una pequeña mesa había una caja con una tela extendida a su lado, donde se podían apreciar una hilera de finas agujas de diferentes largos. Ming Zu se volteó y se inclinó frente a mi presencia mientras con su mano derecha hizo un movimiento ágil
—Rey Liu, ha venido, he estado tratando de hacerlos hablar, pero aún no he conseguido nada. Si usted me diese un poco más de tiempo, estoy seguro de que podría hacerlos hablar...
Caminé lentamente, tomando una pequeña aguja del paño sobre la mesa. La miré fijamente y la lancé con agilidad hacia el cuello del guardia que aún se retorcía de dolor. Ming Zu abrió los ojos con asombro
—Rey Liu...
Negué lentamente y puse otra aguja en la palma de su mano.
—Mátalos, sin heno
Ming Zu asintió, inclinándose con respeto. Al levantar la mirada, la posó por unos segundos sobre su padre. Sabía muy bien que, por más que esto no se pudo haber evitado, su padre jugaba constantemente con mi paciencia y le preocupaba que lo matase ahora con este error. Aun así, solo negó desviando la mirada. Levantó la mano y, en un ágil movimiento, apretó sus dedos haciendo que todas las agujas dentro de los cuerpos de aquellos guardias salieran velozmente atravesando todo a su paso, y el cuerpo de cada guardia se convirtió en polvo en cuestión de según
—Rey Liu, ¿me necesita?
Negué lentamente y tomé la aguja que había caído al piso cuando maté al primer guardia. La dejé sobre la mesa y lo miré seriamente.
—No, pero prepara todo y ve al salón real en cuanto estés listo.
Ming Zu abrió sus ojos en asombro. Desde hace demasiados años que él no pisa el salón real, a pesar de ser parte de mi escuadrón más fuerte, siempre había preferido trabajar solo al igual que Lu Xiao. Pero a diferencia de él, Ming Zu no salía de la Torre Yánluó si no era absolutamente necesario.
—Entiendo, arreglaré todo e iré de inmediato.
Se inclinó nuevamente y se quedó parado mirándome fijamente hasta que las puertas se cerraron. Ming Zu tenía un aire de misterios siempre a su alrededor, pero por alguna razón cuando le miraba era como estar frente a un libro abierto, sus palabras e ideas eran transparentes y ameritaba a solo hablar lo necesario, jamás hacia preguntas, ni siquiera buscaba una justificación para sus errores que rara vez había. Él simplemente era todo lo contrario a su padre, era leal, silencioso, obediente y absolutamente letal cuando se requería.
Ordene a Ming Jian a agrupar a los seres que traería Lu Xiao mientras yo me dirigí rápidamente hacia el palacio, esperando que Tae Min haya logrado contactarse con Hùe Lían. Tenía mil cosas en la cabeza, Wu Rong era el principal, tenía que hablar con su Alteza, solo esperando que comprendiera la situación y no causarle más peso en su corazón. —Alteza, espero que pueda entender mis razones...
Al llegar al palacio, los pequeños dioses se encontraban fuera organizando a los seres que habían llegado. Si bien no había más de mil seres, para dos dioses jóvenes había una organización casi sorprendente. La joven diosa me miró en la distancia y se inclinó levemente, para luego seguir su camino y llevar una carreta de armas espirituales a los hombres formados rectamente. En cuanto a Li Song, él estaba con Chou Tài mirando planos que seguramente eran de Yánluó o de sus alrededores. Suspiré tranquilamente por fin, luego de ver que todos estaban coordinados y listos para cualquier acción requerida. Me acerqué a ellos y Li Song me miró, inclinando levemente su cabeza mientras tendía un mapa a Chou Tài, que estaba totalmente concentrado marcando los puntos vulnerables de la Torre.
—¡Huó! ¡Mira esto! ¿Cómo puede ser que tengamos tantos puntos ciegos en la torre? Mandaré un escuadrón de refuerzos. Tú ve a prepararte. Nos encargaremos de la organización, estos dioses idiotas...
Negué y palmé el hombro de Chou Tài, mientras le dedicaba una mirada de paciencia al joven dios que solo bufó por lo bajo y siguió mirando los mapas.
—Los quiero en una hora dentro del salón, Chou Tài. Encárgate de juntar al escuadrón especial, manda la señal.
Chou Tai miró contrariado, pero no dijo nada. Solo asintió y caminó rápidamente en dirección a su mansión. El joven dios me miró fijamente y suspiró.
—¿Qué está pasando?
Negué y lo miré seriamente dándole a entender que no era conveniente hablar allí, si era la persona que creía, debía saber muy bien todo lo que hablábamos, el único lugar en donde su poder no surte efecto, el único jugar donde su fuerza no sirve, es dentro de las paredes del palacio, justo donde de bajo de nuestros pies, está el corazón de DíYú y de cada ser en el imperio infernal.
Cuando termines, ve con Yang Gongzu al salón, tengo que ir a ver a su Alteza, organicen todo lo necesario, estamos a punto de comenzar la verdadera guerra que decidirá el destino de la existencia.
Al entrar fui directamente a su cuarto, y allí estaba, parado en la terraza de la habitación, mirando angustiante el panorama, con unas negras túnicas que hacían resaltar su piel de una forma inexplicable, camine lentamente intentando no ser escuchado, y sentí como dio un pequeño salto al sentir mis brazos rodearle. —¿Estás bien? ¿Es grabé?
Pregunto con una vos suave, como intentando consolar mi dolor aun antes de saber los sucesos, como si cuidara cada palabra para no lastimarme con alguna pregunta, no pude evitar sonreír, aun cuando sentía mi cuerpo temblar ante los sucesos, él simplemente me llenaba de paz. —¡Estás temblando! ¿Estás herido? ¿Te paso algo?
Intento darse la vuelta, pero apreté fuertemente mis manos en su cintura impidiéndole moverse, el poso sus manos sobre las mías y las acaricio lentamente en silencio esplendo hasta que tuve el valor suficiente para hablar. —Tengo que confesarle algo su Alteza, y tal vez haga que se decepcione de mí...
Dije con temor, pero sentí como su cálida mano topaba mi mejilla y levante la mirada para encontrarme con él mirándome serenamente, mis brazos se soltaron por inercia y él se volteó completamente rodeando mi cuello con sus brazos y acariciando mi cabeza con ternura. —No hay nada que puedas hacer o que hayas hecho, que provoque que deje de confiar en ti o deje de amarte Liu Huó
No pude evitar aspirar su olor, rodeé su cintura con mis brazos levantándole levemente del piso y apegándolo fuertemente a mi pecho. —La guerra empezó y estamos en desventaja, la culpa de ello fue mía, mi debilidad ha puesto en peligro tu seguridad.
Sentí como las finas piernas de su Alteza rodearon mi cintura, se separó levemente de mí, puso sus manos en mi mejilla y me miro con tristeza en sus ojos. —Nada de esto es tu culpa, desde que tengo razón, aun cuando decías odiarme, lo único que has hecho es cuidar de mí, y esta vez tampoco es diferente, estás protegiéndome con todas tus fuerzas.
Le mire fijamente a los ojos, camine lentamente dejándole en la cama y me arrodille tomando sus manos y llevándolas a mi cara. —Pero esta vez no soy tan fuerte para protegerte, nuestro enemigo no es solo un dios, él es algo mucho más allá de nuestro entendimiento y yo ni siquiera estoy completamente en forma para luchar como antes...
Su Alteza sonrió levemente y atrajo mi cabeza hacia él posando sus cálidos labios en mi frente y acariciando suavemente mi cabeza. —Pero estaba vez no estás solo, esta vez estoy contigo y no importa quien sea o cuantos sean, jamás soltaré tu mano, ni siquiera en la batalla.
No dije nada, no podía, sus palabras habían calentado mi alma de una forma indescriptible, solo le abrace y repose mi cabeza en sus piernas, tenía que hablarte de lo que pasaba, de quien habían sacado de la torre y el porqué estaba él allí, por el momento, lo único que quería es quedarme solo cinco minutos así, solo cinco minutos olvidándome de todo.