Emma es una mujer que ha sufrido el infierno en carne viva gran parte de su vida a manos de una organización que explotaba niños, pero un día fue rescatada por un héroe. Este héroe no es como lo demás, es el líder de los Yakuza, un hombre terriblemente peligroso, pero que sin embargo, a Emma no le importa, lo ama y hará lo que sea por él, incluso si eso implica ir al infierno otra vez.
Renji es un hombre que no acepta un no como respuesta y no le tiembla la mano para impartir su castigo a los demás. Es un asesino frío y letal, que no se deja endulzar por nadie, mucho menos por una mujer.
Lo que no sabe es que todos caen ante el tipo correcto de dulce.
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Pasado
Emma
–Lo primero que tienes que hacer es tranquilizarte –me pide Mel a través del teléfono–. Te juro que voy a matar a Conor. Cuando me dijo que se encargaría nunca se me cruzó por la cabeza que le pediría a Renji que me reemplazara. A Renji, de todas las personas a las que pudo pedirle ayuda, siempre está tan ocupado, no pensé... Lo siento, cariño, no pensé que podría pasar algo así.
–No lo quiero cerca de Dylan –digo mientras miro a mi pequeño armar torres en el suelo–. Se atrevió a lastimarlo, Mel. Lastimó a mi bebé –susurro mientras lucho por contener las lágrimas.
–Hijo de…–calla y respira profundamente–. Hablaré con Conor.
–Quiere que deje a mi hijo en una guardería. No puedo hacer eso, Mel. Amo mi trabajo y haría cualquier cosa por conservarlo –digo mientras seco mis lágrimas–, pero no expondré a mi hijo. Dylan es lo más valioso que tengo y si puedo hacer algo bien con mi vida es cuidarlo y protegerlo. No quiero que sufra lo que yo sufrí. No podría vivir conmigo misma sabiendo que por mi culpa mi hijo está sufriendo.
–Emma, calma, no vas a perder tu trabajo. Has luchado mucho por lo que tienes ahora, cariño. Estudiaste tanto, sacaste tu carrera de periodista… No dejaré que nadie te quite lo que es tuyo y si eso significa que tengo que volver y decirle a ese imbécil que te deje en paz, lo haré.
Sonrío al escuchar a mi amiga.
–Gracias, Mel, pero no quiero ocasionarte problemas.
–Llamaré a Recursos Humanos y hablaré con Conor.
–Mel –digo asustada.
–No te preocupes, no le diré lo que temes que le diga, solo le diré que su amigo está siendo un cretino con ustedes y sé que lo llamará. No te preocupes, él no podrá contigo –dice y corta.
Consigo calmarme al escuchar la convicción en las palabras de Mel. Ella no dejará que mi pequeño salga de esta oficina.
Que mala suerte. Justo aparece Renji cuando las vacaciones de mi hijo están comenzando. No voy a dejarlo con un desconocido. La única razón por la que me atrevo a dejarlo en el colegio, seis horas al día, es porque tienen cámaras en la sala y puedo verlo cada vez que quiero.
Enciendo mi computador y reviso las últimas notas que me enviaron los reporteros. Pongo los ojos en blanco cuando veo tantas faltas de ortografía y errores gramaticales.
Menos mal que tienen que pasar por mi filtro primero.
Imagino que lo único bueno que pude obtener de Nowak, y ese maldito yate, fue la enorme cantidad de libros que había en la biblioteca. Eran mi escape. La única forma que tenía de evadir la realidad.
Me abrazo a mí misma cuando los recuerdos saturan mis ojos con imágenes que trato de olvidar, pero no puedo.
Recuerdo el tacto, el olor, los sonidos y las palabras que salían de sus asquerosas bocas.
“Sé una buena niña para papi” “Muéstrale a papi como te desnudas” “Has sido una niña muy mala”
Cubro mis oídos e intento callar sus voces, pero como siempre me pasa, una vez que mi cerebro comienza con los recuerdos, no puedo detenerlo.
Busco con desesperación la medicación que me recetó mi psiquiatra para momentos como estos, pero no consigo abrir el cajón.
–Mami –me llama preocupado mi pequeño.
Me giro en la silla para que no me vea en este estado. Por favor, no me dejes perder la cordura delante de mi hijo, le pido a quién sea que me esté escuchando.
No delante de él.
Meto mi cabeza entre mis piernas cuando comienzo a sentir como mi estómago se revuelve, asqueada de todo lo que estoy escuchando y viendo detrás de mis parpados.
–Por favor –susurro–. Detente.
“Ven, tócame así, te gustará” “Todas las niñas como tú son unas putas, lloran, pero sé que les gusta que las follen salvajemente”
–No. No. No. ¡Cállense! –siseo.
Mi cuerpo duele por el esfuerzo que me toma mantenerme unida. Siento que, si me muevo un centímetro, pedazos de mi cuerpo serán tomados y ultrajados como lo hicieron por años.
“Déjame tocarte, te gustará” “Si me dejas follarte el culo sin gritar te daré un premio. Sé una buena niña con tu dueño”
–¡Ya basta! –sollozo–. Por favor, solo basta.
–¡Emma!
Escucho a alguien llamándome en la distancia, pero no consigo escucharlo claramente sobre las otras voces.
Las otras voces son más ruidosas y grotescas, y saturan todo a mi alrededor, consumiendo hasta el oxígeno. Lucho con cada respiración. Lucho para pasar el aire a través de mi garganta adolorida y apretada.
–Emma, vuelve.
Trato de seguir la voz preocupada que escucho en la distancia. Trato de seguir la luz entre tanta oscuridad.
–¡Mami!
–Sigue jugando con tus torres.
–¡Quiero a mi mami!
–Dylan –ladra la voz–. Solo juega con tus malditos legos.
–Mami, tengo miedo.
Abro mis ojos y veo el suelo a mis pies, y luego veo el rostro de mi bebé, mirándome desde el suelo, tan asustado que anula todo lo que estoy sintiendo.
Abrazo a mi hijo y lo tomo en mis brazos con fuerza. Mi pequeño salvavidas en medio de violentas marejadas. Mi refugio en una noche de tormenta. Es la persona que más amo y que más amaré en mi vida.
Tienes que estar bien para él, me repito. Dylan necesita una madre fuerte. Dylan necesita una madre cuerda.
Él está por sobre cualquier cosa.
Mi pequeño toma mi rostro en sus pequeñas manitos y afirma su frente en la mía.
–Te amo, mami –susurra con sus ojitos oscuros llenos de lágrimas.
Acaricio su nariz con la mía y sonrío. –Mami también te ama mucho. Desde aquí hasta el final del universo. Ida y vuelta.
Dylan sonríe y niega con la cabeza. –La profesora nos enseñó que el universo no tiene fin.
Vuelvo a acariciar su nariz con la mía. –Así de lejos te amo, mi cielo.
Me abraza y siento como mi corazón comienza a latir a una velocidad normal nuevamente.
Beso la mejilla de mi bebé, sintiéndome muy culpable. Le prometí cuando nació que nunca me rompería delante de él, pero le fallé.
Me giro con mi pequeño en la silla para alcanzar mis medicinas y jadeo cuando veo a Renji, mirándonos preocupado.
–¿Estás bien?
Asiento mientras abro el frasco y me tomo dos calmantes. Tendrá que bastar para terminar mi día.
–¿Quieres que llame a alguien?
–No.
–Necesitas a alguien hoy, Emma. ¿Tienes algún novio al que pueda llamar?
Niego con mi cabeza de inmediato.
–Mi mami no tiene permiso para tener novios –le dice Dylan de inmediato, haciéndome sonreír–. Es solo mía.
–Solo tuya –le confirmo, ganándome un beso en mi mejilla.
Renji rasca su cabeza, claramente no sabe qué hacer conmigo.
–Estoy bien –digo y me levanto con Dylan en brazos–. No volverá a pasar –juro–. Sé que no es muy profesional de mi parte perder la cabeza así en el trabajo.
–A la mierda el trabajo, Emma –dice y toma mi mano. Ignoro el escalofrío que recorre mi cuerpo al sentir su tacto. Sus dedos buscan mi pulso y niega con la cabeza–. Estás con el pulso muy acelerado.
–Ahora está mejor –digo y alejo mi mano de la suya–. Tengo que bajar a almorzar con Dylan. Sé que quieres seguir gritando y peleando por tu oficina libre de niños, pero ahora no puedo ni quiero escucharte –agrego antes de caminar a la puerta–. Volveré en una hora.
–Emma…–me llama.
–Hablaremos más tarde, Renji –digo y salgo de la oficina lo más rápido que puedo.
Escapando de Renji y escapando de mi pasado.