En una sociedad machista nuestra protagonista, Johanna Mendieta deberá elegir entre el amor y cumplir las expectativas de la sociedad. Conocerá a un hombre que le demostrará qué para el amor no hay edad.
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Capítulo 4
Lo observo acercarse al mostrador a paso firme, más de una de las mujeres que se encuentran en el local voltea a mirarlo. Su presencia jamás pasará desapercibida.
- Buenos días, Johanna. Este café y tu presencia amenazan con convertirse en una adicción para mí.
Me sonrojo de inmediato, bajo mi rostro en un intento de ocultar mi reacción y sin mirarlo a los ojos respondo:
- Hola, Antonio. ¿Dónde dejaste a Dani?
- Tuvo que adelantarse a la oficina y como ninguno de los dos funcionamos sin café decidí ser yo el encargado de esa tarea. Es el motivo perfecto para verte.
- Basta, me harás sonrojarme de nuevo.
- Ese color carmesí que cubre tus mejillas te hace ver aún más hermosa.
- Te agradezco, Romina se encargará de tu pedido.
Continuo tomando y cobrando los pedidos, me esfuerzo por ignorar la mirada insistente de este hombre.
La voz de Enrique me devuelve a la realidad.
- Buenos días, Johanna. ¿Sucede algo? Te veo nerviosa.
- Hola, Enrique. Nada. ¿Qué te trae por aquí?
- Me gustaría hablar contigo sin que los niños estén presentes.
- Como puedes notar es la hora más ocupada del día. Podemos vernos más tarde, yo también quiero hablar contigo.
- Ok, ¿te parece bien al medio día?
- Sí, ¿en dónde nos vemos?
Antonio levanta su mano despidiéndose y yo respondo de la misma manera.
Enrique voltea a ver de quien se trata y veo una mueca de diagusto en su rostro.
- ¿Lo conoces?
- Es un contador, colega de Dani. ¿En dónde nos vemos?- desvío la atención con mi pregunta.
- Podríamos hablar aquí en tu oficina.
- Me parece bien, te espero a esa hora.
Mucha gente tuvo que esperar por atender a Enrique, así que hago lo posible por atenderlos rápido.
Me pregunto de que quiere que hablemos. Quizá al igual que yo quiere que comencemos a tramitar el divorcio.
Estando ambos de acuerdo será algo rápido, tenemos prácticamente todo resuelto. Solo falta hacerlo legal.
El reloj marca las 12 del día y Enrique atraviesa la puerta.
- Hola, vamos a mi oficina.
Entramos en ella y tomamos asiento en las sillas que se ubican frente a mí escritorio.
- Tú dirás, ¿de qué quieres que hablemos?- lo incentivo para que tome la palabra.
- Es sobre nosotros, han pasado ya tres años desde que nos separamos y creo que ambos hemos podido valorar la situación. En mi caso creo que nos debemos otra oportunidad, por nosotros y por nuestros hijos.
- Enrique, no pienso de la misma manera. Nuestro matrimonio estaba acabado años antes de separarnos. Asumo que en gran medida fue mi responsabilidad y no creo que estos tres años hayan cambiado nada. Es más, no entiendo a qué se debe esta propuesta de tu parte. En este tiempo nunca tuvimos un acercamiento romántico ni mucho menos.
- Eso no significa que no te quiera.
- Has dicho la palabra clave. Me quieres y te quiero, más no nos amamos y eso es lo importante en un matrimonio.
- Tenemos dos hijos y podemos recomponer nuestra relación.
- No lo creo, tuvimos un buen matrimonio, pero ya forma parte del pasado. Lo que yo quiero es que hagamos nuestra separación legal.
- ¿Quieres el divorcio?
- Sí.
- ¿Acaso tienes a alguien más? ¿Se trata del tipo de esta mañana?
- ¿De qué estás hablando? No tengo a nadie más, simplemente no le veo el sentido a seguir casados. Llevamos más de tres años separados y lo mejor es divorciarnos.
- No puedo creerlo, me estás pidiendo el divorcio cuando yo he venido aquí a arreglar las cosas.
- Entiende que ya no hay nada que arreglar.
- Debemos dejar esta conversación para después, por favor piénsalo.
- Enrique no hay nada que pensar.
- No lo acepto, te quiero de vuelta y a mis hijos también.
Sale dando un portazo y dejándome con la palabra en la boca. ¿Qué demonios acaba de suceder? No entiendo su actitud, cuando nos separamos él estuvo completamente de acuerdo y en estos años ninguno de los dos hizo el más mínimo intento para buscar una reconciliación.
Me siento confundida y muy molesta, necesito hablar con Dani. Le mando un mensaje invitándola a comer y ella propone un restaurante que a ambas nos queda cerca.
Siento que voy a explotar, no puedo creer lo que acabo de escuchar. Nunca me dio ningún indicio de querer volver y por qué lo haría si nuestro matrimonio se terminó hace mucho.
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Mi nombre es Enrique y estoy casado con Johanna. Esta mañana fui a buscarla a la cafetería, necesitamos hablar.
Mientras conversábamos un tipo se despidió de ella y eso no me gustó. Aunque llevamos más de tres años separados me he propuesto arreglar nuestro matrimonio, quiero que volvamos a estar juntos.
Nos casamos muy jóvenes, estudiábamos la Universidad. Nos enamoramos y ella quedó embarazada de nuestra hija Mariela, eso provocó que adelantásemos la boda.
Si bien es cierto que me casé enamorado, con los años las cosas cambiaron. Cuando esperábamos a nuestro segundo hijo el padre de Johanna falleció y eso le provocó una profunda depresión.
Ya nuestra relación iba mal, especialmente en el ámbito sexual. Ella jamás me satisfizo totalmente y producto de la depresión que sufría obviamente ese tema pasó a último término.
Por ese tiempo conocí a Ana Fernández, ella es la abogada de uno de mis clientes. Desde que la vi quedé fascinado. Es una mujer hermosa, con un cuerpo increíble y fantástica en su trabajo.
Estaría en la ciudad un mes, ella vive em Ciudad de México. A la semana de conocernos ya estábamos involucrados íntimamente.
Desde el principio le dejé claro que era un hombre casado y mi situación, ella no tuvo problema con eso.
Desde entonces nos seguimos viendo cada tanto, separarme de Johanna facilito mis encuentros con ella, ahora yo podía viajar para verla.
Hace poco mis intereses profesionales cambiaron y mi relación con Ana no me ayudará a lograr mis objetivos.
Eso es lo que me motivó a buscar una reconciliación con mi esposa y el hecho de que ella quiera el divorcio me molesta demasiado.
Comprendo que es mi ego lo que se ve afectado y sé que a ella ya no me une un gran amor; sin embargo, no estoy dispuesto a dejarla ir.
Me propongo conquistarla para que vuelva conmigo. Mis aspiraciones políticas exigen que tenga una esposa y una moral intachable.