Mayor... ¿Y Qué?

Hola a todos. Mi nombre es Natalia Ferreira. Soy Brasilera. Tengo 36 años, 3 hijos que adoro y que son la razón de mí vivir. De hecho por ellos es que estoy actualmente en los estados unidos. Soy ortopedista especialista en recuperación de movilidad.

Así luzco en mi uniforme.

Pero así soy en mi vida real.

Les voy a contar un poquito de mi historia... Estuve casada por 16 maravillosos años. Todo fue perfecto. Perfecto hasta el día en el que nos dijeron que mi esposo Felipe había muerto en un accidente. Él también era doctor, de hecho nos conocimos en la universidad. Era 5 años mayor que yo y mientras yo estaba estudiando mi carrera de medicina, él estaba terminando su especialización en cirugía plástica. Comenzamos a salir, él era tímido mientras yo siempre fui más atrevida, más arriesgada. Bailaba como los dioses pero solo conmigo. Era un padre excepcional, me ayudó con cada embarazo, en las madrugadas, fue un buen hombre. Pero llegó el momento en el que entre turno y turno, cirugía y cirugía, nuestra relación se enfrió. Luchamos por recuperar lo que teníamos, yo dejé de ejercer un tiempo para poder estar con él y nuestros hijos Priscila, Felipe y Paola. Las cosas mejoraron y pues 1 año despues, pasó esa tragedia.

Cuál fue mi sorpresa que en pleno funeral llegó una joven de unos veintitantos con un par de niños cercanos a la edad de Paola (Mi hija tiene 4 años y esos nenes tal vez 3 y medio) llorando a SU MARIDO diciendo que esos niños eran hijos de Felipe, y que él los había reconocido. Mis ojos la miraban, miraban su boca moverse, pero mi cerebro NO conectaba con lo que ella estaba diciendo. Mi corazón ya destrozado por su repentina muerte, ahora lo estaba 1000 veces más por esta noticia.

La miré, le pedí que fuese conmigo a otro lugar más privado. Me senté y le dije... ¿Qué pretendes al venir aquí al funeral de mi marido y decir todas esas cosas? No pretendo nada. Vengo por lo que le corresponde a mis hijos, porque son tan Alves como lo son los tuyos. Contestó la mujer que ya pasaba de ser la sufrida mujer del Doctor Felipe Alves a ser una codiciosa mujer que quería todo lo de Felipe. Volví a mirarla y pues no me salió nada más que decirle... Nunca hicimos testamento, o algo que dijera algo de separación de bienes ni nada de eso. Así que no sé cómo te puedo ayudar.

De pronto mi suegra salió de la nada y dijo: Yo si sé cómo... Y ahorita los que más necesitan de esa casa son esos pobres niños que son unos indefensos frente a tus hijos que ya están grandes. Dijo sacando el resentimiento que siempre tuvo hacia mí. ¿Y qué pretende entonces? ¿Qué mis hijos y yo nos vallamos de nuestra casa? Si, -fué su respuesta- Quiero que esta misma noche, tú y tus hijos se me larguen de la casa. Porque no sé si recuerdas que esa casa fue mi regalo de bodas para MÍ hijo. Así que en los papeles estaba solo su nombre. No el tuyo, y ya me estaba yo encargando de hacer nuevos papeles para dejarle la casa a estos 2 hermosos niños que son la luz de los ojos de su abuelita. Dijo agarrando a uno de los niños que se le tiraba encima como buscando su calor. Aparentemente, ellas 2 y los niños se conocían MUY bien. La miré con cara de asombro... Pero Doña Rita, mis hijos, ¿dónde van a vivir? Dije tratando de contener el taco que se formaba en mi garganta. Cuando otra sorpresa llegó, mi hija Priscila, se me sentó a un lado y me dijo... Tranquila mami... Esta misma noche nos vamos de esa casa Doña Rita. Dijo mi hija con todo el resentimiento del mundo. A lo que la bruja de su abuela respondió Que bueno que sepas tu lugar, porque yo no soy tu abuela, sabrá Dios de quién eres hija. La miré y con todo lo que estaba conteniendo en mi corazón, me levanté, agarré a mis hijos y me fuí del sitio.

Llegamos a casa, y ya estaban unas personas recogiendo nuestras cosas, me quedé aterrada, viendo el alcance de la bruja que tuve por suegra todos estos años. Les pedí que abandonaran inmediatamente la casa, a lo que respondieron que no podía sacar nada de la casa que no fuese lo que había en las habitaciones, porque el resto de la casa no lo podríamos tocar. La vieja bruja pensó que en el estudio tendríamos todo lo de valor, pero la verdad es que yo tenía una bóveda secreta en la habitación y la única que tenía la clave era yo. Ahí dentro estaban nuestros títulos de algunas propiedades que habíamos comprado, nuestras alianzas que tenían mucha antigüedad y valor, dinero en efectivo, joyas, todas las cosas de verdadero valor estaban era allí. Las agarré, las metí entre mis objetos personales. Los niños agarraron sus tablets y objetos valiosos también, terminamos de empacar. Meter la vida de 4 personas en maletas es imposible, pero esa noche, nos había tocado hacer de tripas corazón para hacerlo. Muchas cosas se quedaron, zapatos, ropa, juguetes, pero a la hora del té, era absurdo en comparación con todo lo que se me había arrebatado ese día. Había perdido 16 años de mi vida en una relación por la que estuve dispuesta a luchar con uñas y dientes, pero el don perfecto había sido una escoria y había formado otra familia con una mujer más joven que yo. Aparte la abuela de mis hijos, consideraba que no eran hijos de Felipe y, por lo tanto, el rechazo que yo había sentido, no había sido producto de mi imaginación. Era real. Ella los rechazó y ahora me los quería humillar, pero como mamá NO lo permitiría. Primero muerta y enterrada que yo permitir que me humillaran a mis hijos.

Nos fuimos a un hotel, pedí una habitación grande de doble cama, y allí en ese lugar, cuando ya los ví dormir, me quebré... Creo que nunca había llorado de la forma en la que lo hice, creo que nunca me había sentido como me sentía ahora... La rabia, el resentimiento y el dolor por lo que me estaba pasando, me quebraron, pero ese mismo día, renacería como el ave fénix. De las cenizas que habían hecho de mí y de mi familia, resurgiré y todos los que quisieron hundirme y humillar a mis hijos, lo pagarán. Pagarán MUY caro todo esto. Porque sé que la justicia divina existe y esa, esa es más dura que todas las demás cosas.

Me levanté del piso donde había caído a llorar las últimas 3 horas, me duché y a las 5 de la mañana, me acosté a descansar. Mi muy corto luto había pasado, y de ahora en adelante, nada ni nadie volvería a jugar conmigo. Cómo que me llamo Natalia Ferreira.