¿Podría un hombre marcado por la sangre cambiar al encontrarse con una mujer que veía la esperanza en todo?
¿O el pasado de ambos sería demasiado fuerte para escribir una nueva historia?
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Cap. 23
Primer día
A las 6:15 de la mañana, Eva despertó en su pensión en la colonia Doctores. Se estiró, se levantó y fue directo al baño.
—Hoy empiezo a trabajar con el señor Lucifer. No puedo fallar —se dijo frente al espejo.
Antes de salir, marcó a Lisna.
—¿Qué pasa, Eva? ¿Por qué llamas tan temprano? —respondió Lisna, con voz adormilada.
—Lis, hoy no podré ayudar con los fideos. Tengo que ir al departamento del señor Lucifer.
—¿Qué? ¿Ya me estás dejando por otro? —bromeó Lisna, despertando de golpe.
—No seas payasa. Es solo por hoy. Luego te cuento todo.
—¿Pero no me vas a dejar, verdad?
—Claro que no, cariño. Jamás.
—Guácala, qué cursi. Bueno, luego me explicas. ¿Le aviso a Aldo?
—Sí, porfa. No tengo tiempo.
—Va. Yo le digo. Ahora déjame dormir otros diez minutos.
Lisna colgó.
...****************...
A las 7:30, Lucifer seguía en su sofá. Finalmente se levantó, se metió a la regadera y salió con el cabello mojado, abotonándose la camisa sin prisa.
Mientras tanto, Eva ya estaba lista. Jeans limpios, blusa sencilla, suéter azul. Se subió a su motoneta y revisó la dirección que Aris le había enviado por WhatsApp.
—Vamos, chula. Hoy toca conocer el mundo de los ricos —murmuró, encendiendo el motor.
Después de cruzar Reforma y subir por Campos Elíseos, llegó al edificio. Detuvo la moto frente a una torre de cristal.
—¿Es aquí? Está enorme... —dijo, revisando la dirección.
En ese momento llegaron Aris y Hendra en el coche negro.
—¿Ya llegaste, Eva? —preguntó Aris, bajando del auto.
—Justo ahora.
—Perfecto. Vamos.
—Hendra, quédate aquí y prepara el coche —ordenó Aris.
—¿Este edificio es del señor Lucifer? —preguntó Eva, impresionada.
—Claro. Todo esto es suyo.
—¡Qué bárbaro! Entonces sí está forrado.
—Obvio. Si pagó doscientos mil por ti...
—¡No me recuerdes eso! Me da pena.
—Perdón, perdón.
Llegaron a la puerta del departamento. Eva se detuvo.
—Estoy nerviosa, Aris.
—Solo sé tú misma. Y no lo hagas enojar.
Aris tocó la puerta.
—Adelante —se escuchó desde dentro.
Lucifer estaba de pie, abotonándose las mangas. Eva lo vio por primera vez en su espacio. El departamento era elegante, sobrio, con ventanales que daban a la ciudad.
—Señor, traje a Eva —dijo Aris.
Lucifer la miró apenas unos segundos.
—Mmm...
Eva se quedó parada frente a él. Notó que su camisa estaba abierta en el pecho, pero desvió la mirada.
—¿Qué quiere que haga, señor?
—No sé.
—Pero usted me pidió que viniera...
—Yo no te pedí nada —dijo, mirando a Aris.
—Anoche usted dijo que...
Lucifer lo interrumpió con la mirada.
Eva los miró a ambos, confundida.
—Entonces... ¿qué hago?
Lucifer suspiró.
—Limpia este lugar.
—Sí, señor —respondió Eva, con entusiasmo.
Aris se rió por lo bajo.
—Vamos, Aris —dijo Lucifer, saliendo.
—Señor, ¿puedo irme a casa después? ¿Dónde dejo la llave? ¿Y si...?
Lucifer le puso el dedo en los labios, sin tocarla, solo indicando silencio.
Eva se calló.
—Aris, tú te encargas —dijo Lucifer, saliendo del departamento.
—Eva, tú tranquila. Yo te explico todo luego —dijo Aris, siguiéndolo.
Eva se quedó sola.
—Bueno... manos a la obra —dijo, mirando el desorden.
—Hendra, vamos a la oficina —ordenó Lucifer, entrando al coche.
—Sí, patrón.
—Este lugar está hecho un desastre, pero no huele mal —murmuró Eva, mientras recogía ropa del piso, acomodaba cojines y limpiaba el baño.
—¿Y qué harás con Eva? —preguntó Aris en el coche.
—Tú encárgate.
—¿Se queda ahí o...?
Lucifer lo miró. Aris entendió.
—Sí, señor.
Aris le escribió a Eva por WhatsApp.
...****************...
En la pensión, Aldo revisaba su celular.
—¿Quién es? —preguntó.
—Soy Lisna, la amiga de tu hermana —respondió ella, orgullosa.
—¿Qué pasó?
—Eva dijo que hoy no hay venta. Tiene un nuevo trabajo.
—Está bien. Yo tampoco iba a ir. Tengo examen todo el día.
—Pues concéntrate. No la riegues.
—Sí, sí.
...****************...
Lucifer llegó a su oficina. Aris lo seguía. Hendra estacionó el coche y se quedó afuera.
Lucifer y Aris tomaron el elevador privado. Al pasar por el lobby, todos los empleados se quedaron en silencio.
—Buenos días, señor —dijo uno.
Lucifer no respondió.
William, su asistente, lo esperaba en la entrada de la oficina.
—Buenos días, señor Lucifer —dijo, extendiendo la mano.
Lucifer lo miró, pero no la estrechó.
William bajó la mirada y sonrió con discreción. Ya estaba acostumbrado.
Te felicito
espero que ese tipo le diga a Eva que su padre la vendió a el para pagar la deuda que tenia con el aver si con eso ya habré los ojos y se da cuenta que ellos no la quieren y solo la ven como un objeto que pueden usar del cual desacerse
y así ella se aleje y corta lazos con esa gente que si la buscan con escusas barata no los escuche ni les de dinero que solo se preocupe por ella y su hermano que se ve que la quiere y se preocupa por ella