El está enamorado de su mejor amiga. Ella está a punto de casarse. El día de su boda tiene un accidente y "muere" un año después el se encuentra con una chica que es idéntica a ella.
¿Será la misma mujer o una prima lejada muy parecida.?
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¿Eres real.?
...Cristina....
Hoy don José salió para hacer unos encargos y me dejó a cargo de la tienda. Aquí no puedo fabricar nada así que para entretenerme un rato me puse a dibujar unos bocetos de las nuevas vasijas que quiero elaborar.
Pase un buen rato dibujando sin interrupciones, creó que hoy no hay muchos turistas. Mejor para mí, así puedo diseñar tranqula. Luego de un momento la campaña sonó y yo dejé lo qué estaba haciendo.
— Buenos días. — Saludé. La persona que entró era un hombre alto, de cabello negro y ojos cafés. muy guapo. Y sobre todo muy bien arreglado. Su traje estaba impecable, sus zapatos bien boleados, y el reloj de su muñeca complementaba un look perfecto.
— ¿Eres real.? — Okay. Esa no es la pregunta que hace un comprador normal. ¿Estará mal de sus facultades.? No creó.
— Si lo soy. — Respondí aún sorprendida por la pregunta. — ¿En qué lo puedo ayudar.? — Pregunté de la forma más amable.
— Bueno. — Se acercó y mi corazón dió palpitaciones rápidas. Hace tiempo que mi enfermedad se fué. ¿Porqué palpitas así.? Le pregunté cómo si el pudiera responde. Dejé de pensar en mi corazón y le preste atención al hombre. El extendió su mano y tocó mi rostro. — Si eres real. — Me tocaba con cariño y aunque la sensación me gustó el es un completó extraño. No puedo dejar que me toqué de ese modo.
— Si no quiere nada... — Retrocedi. — Debería...
— Si quiero algo. — Me miró fijamente. Al no dejar de hacerlo pensé mal.
— ¿Qué piensa que es ésto.? — Me enojé. — Pervertido.
El sonrió y yo estaba a nada de comprobar que si está loco.
— Me has malinterpretado. — Dijo aún sonriendo.
— ¿Qué malinterprete.? — Pregunté aún enojada.
— Quería ver esa cerámica. — Señaló una que estaba detrás de mí. Me sentí cómo una tonta.
— Lo siento. — Me disculpé. Hay Cristina porqué eres de mente tan adelantada. El sólo quiere ver la cerámica. No quiere nada contigo. Ya parece que un hombre cómo ese va interesarse en una mujer que vende cerámica.
...Nicolás....
En realidad si era lo que ella estaba pensando. ¿Será Lucrecia.? Su parecido es demasiado. No creó que sea una doble. Pero su forma de actuar, de vestir, su mirada, hay cosas que si cambian.
— Aquí tiene. — Me pasó la vasija y nuestras manos se rozaron. Sentí lo mismo que sentía con Lucrecia cuándo rozaba mi mano, esa corriente eléctrica, esas palpitaciones rápidas, esos nervios que se salen de control. Me pareció que ella se sonrojo y esa reacción me pareció linda. Tanto que quise tocar sus mejillas y dale un beso en esos suaves labios.
— Gracias. — Me controlé y miré la vasija. De lo contrario en verdad la besaría. — Es una obra de arte. — Dije al revisar cada pequeño detalle.
— Si. Lo es.
— ¿Cuánto cuesta.?
— Permítame un momento. — Revisó una libreta dónde habían varios precios. — Esa tiene un costo de... — Entré más la veía más me convencía de que era Lucrecia. — Cuesta $500.
— ¿Cuánto.? — Me impresionó que fuera tan barata.
— $500. ¿La quiere.?
— Si.
— ¿Se la pongo en una caja.?
— Si por favor.
Sólo quería pasar más tiempo con ella. Saber si era Lucrecia.
— ¿Cuántos años tienes.?
Ella me miró extraño.
— ¿Porqué quiere saber.?
— Es que pareces joven para estar trabajando.— ¿Enserio fue lo mejor que se te ocurrió.? Parece que cerca de esta chica no pienso muy bien.
— Mmm. — Ella dudó un momento. Y tenía razón. No pude improvisar algo bueno.
— No tiene nada de malo que sepa tú edad. ¿Qué piensas que podría hacer si lo se.? — Busqué una justificación rápida para aliviar su desconfianza.
— Tengo 21.
— ¿21.?
— Si.
Lucrecia tenía 28, igual que yo. Pero tiene que ser ella. ¿Si no por qué se parecen tanto.?
— Aquí tiene. — Se acercó y me dió la caja en las manos.
— ¿Porqué hiciste eso.?
— ¿Qué cosa.?
— Ocultarte por tanto tiempo. — Dejé la caja a un lado y caminé hacía ella mientras retrocedia. — ¿A qué le tienes miedo.?
— No se de qué habla.
— Dejá de fingir que no me conoces. — La acorrale entré la pared y mis brazos. Tantas veces deseé poder besarla y ahora que la tengo tan cerca no puedo hacerlo.
— ¿Qué le pasa.? ¿Está loco.?
Cuándo pensé que había muerto me sentí tan mal de jamás haber luchado por ella. De jamás tener el valor de decirle que dejará a Mark y fuera mi novia. Todo el tiempo sólo la amé en secreto y cuándo por fin reuní el valor y le dije que la amaba sólo...
— Ya quitese. — Ella habló y me sacó de mis pensamientos. Al verla no pude controlarme y la besé. Ella estaba poniendo resistencia.
...Cristina....
Ésto se siente tan extraño. Bonito. Pero me está besando contra mi voluntad. Lo empuje.
— ¿Qué le pasa.? ¿Cómo se atreve.? — Así no fue cómo yo imaginé mi primer beso.
— Siempre quise hacerlo, ahora no voy a controlarme. — Intentó besarme otra vez pero no lo dejé.
— Váyase o llamó a la policía. — Es guapo, me gusta, pero no por eso voy a dejar que se tomé libertades conmigo.
— ¿Y de que me vas acusar.?, Nunca supe de alguien que fuera a la cárcel por besar a una mujer. — Se rió con cinismo.
— Usted será el primero. — Dije enojada.
El tonto se rió.
— No lo creó. Seguro que ya hab habido otros.
— ¿Qué.? ¿De que habla.?
— No creó ser el primero. Pero me conformó con ser el último. — ¿Acaso hablaba de mi...? No puedo creerlo. Qué Imbécil.
— Váyase ya.
El tomó la caja que le había dado minutos antes.
— Nos veremos de nuevo hermosa. — Se dió la vuelta.
— Esperé.
— Dime. — Se acercó.
— No me ha pagado. Y eso lo van a descontar de mi sueldo. — El se rió. Parece que me tomaba por un payaso. .
— Perdona. — Sacó su billetera y me dió varios billetes de 500 pesos. Creó que no sabe contar. — Eso es lo mínimo que debería valer está pieza. — Caminó a la puerta.
— Su cambió. — El volteó.
— No lo quiero. — Caminó hacia mi y me dió un beso en los labios. Uno muy rápido. No lo pude evitar. — Nos vemos otro día hermosa. — Salió y yo no dejaba de parpadear.
Imbécil. Tarado. Necesito mi celular y meterme a Google para buscar más groserías.