No Volveré A Ser La Villana

Pese a que por mis palmas fluyera agua incontrolablemente, el duque no soltó mi mano.

—Kristina, debes detener al elemento de agua —Natalia repitió con severidad.

Intenté frenar el flujo de agua que escapaba por mis manos, pero no lo lograba, al contrario, fluía con mayor intensidad.

—No puedo —mencioné algo nerviosa— no sé como hacerlo.

El ceño de Natalia se frunció mientras se acercaba.

El duque soltó mi mano, y junto con ello, observé con claridad como en mi palma había una especie de nube pequeña que brillaba levemente y por la cual descendía agua.

Gotas.

El sonido del agua cayendo al suelo, resonaba en mis oídos, instándome a detenerme, y a su vez me asustaba.

De repente, y poco a poco, sentí a mi maná abandonar mi cuerpo.

¿Mi maná se drenaría? Para un mago, el maná es como lo que te mantiene con energía; si dreno mi maná ahora, me dormiría hasta que este se reabasteciera.

—Kristina, respira —habló el duque— primero tienes que calmarte.

Respiré profundamente, en un intento de calmar mis nervios y respiración.

Gotas.

Sin embargo, el ruido del agua cayendo, era un tormentoso recuerdo de la situación en la que me encontraba.

—Intenta devolver el maná a tu cuerpo —sugirió.

Lo miré con desesperación.

—No puedo —contesté— el maná no me obedece.

Lo intenté, pero no funcionó. Para mi fortuna, el maná se drenaba con lentitud, debido a que era un hechizo débil.

—Tranquilízate —recordó— inyectaré de mi maná en tu cuerpo. Debes concentrarte en detener tu maná.

Asentí a su propuesta, a lo que él tomó la mano que no tenía el hechizo, dejando disponible la otra mano.

Sentí una calidez entrar por mi cuerpo, frenando, levemente, al maná qué escapaba.

Cerré mis ojos, percibiendo, con mayor facilidad, el maná que rondaba en mi cuerpo y llegaba a mi mano; del mismo modo, podía reconocer qué maná no era mío, ya que poseían un color distinto.

—Kristina, estás rechazando mi maná —señaló el duque— no te concentres en el mío, concéntrate en el tuyo.

Obedecí al duque, concentrándome en mi maná, cuyo color era celeste, a diferencia del maná dorado del duque.

Mi maná giraba alrededor de mi corazón, y por medio de los vasos sanguíneos fluía hasta mi mano derecha, no obstante, era tan pequeño como el hilo.

Repentinamente, deseé que fuera tan potente como el maná dorado que rondaba por mi cuerpo.

¡Glu, glu, glu!

—Kristina —el duque apretó mi mano— debes hacer lo contrario.

Abrí mis ojos, atónita. ¿Yo causé que por mi palma cayera tanta agua?

Mi vista se volvió borrosa por unos segundos.

—Tienes que parar —Natalia sujeto mi hombro— tu maná se escapa demasiado rápido y no alcanza a ser repuesto a tiempo por él —luego se dirigió al duque— y si aumentamos la dosis su cuerpo puede colapsar.

Un poco asustada, cerré mis ojos otra vez, sintiendo al maná. Imaginé que ya no escapaba nada por mi mano derecha.

Efectivamente, a penas pensé aquello, mi maná regresó hacia mi corazón.

Abrí mis ojos, calmada.

—Este método no funcionó —indicó Natalia.

—Te equivocas —negó con la cabeza— puede que sea lento, pero no es imposible seguir así, todavía es una niña, hay suficiente tiempo para entrenarla.

Natalia frunció el ceño ante las palabras del duque.

—3 años —mostró tres dedos— te doy 3 años para lograr que Kristina domine su maná y despierte los otros elementos, si no lo logra en ese plazo, irá conmigo.

Mantuve silencio mientras mi vista intercalaba entre ellos.

El duque apretó su mandíbula y con una mirada aterradora, respondió: —Bien.

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Fijé mi vista en el techo, sin pensar en nada.

—Señorita, por favor, levántese del suelo —Helena apareció ante mi vista, bloqueándola— se va a enfermar.

—Helena, ¿has pensado en cómo mis padres han cambiado? —pregunté.

Helena apoyó sus manos en la cadera.

—No sé a qué viene su pregunta, pero si no se levanta me enojaré mucho —regañó.

Me levanté del suelo, mirando con expectativas a Helena, indicando que deseaba saber su respuesta.

Helena negó con la cabeza mientras sonreía rendida.

—Sus excelencias cambiaron mucho luego de que se desmayó en su ceremonia —contestó pensativa— debieron asustarse al ver que usted no despertaba.

No continué con la conversación.

¿El futuro que ya conocía lo estaba cambiando?

Me invadió el alivio. Presentía que en esta vida, todo iba a cambiar.

Mi propia experiencia de vida estaba cambiando, de tal modo que, ahora, me unía a las tardes de té junto con mi madre y Eylin, algo que jamás hubiese pasado por mi mente si fuera mi vida pasada.

Además, el duque se estaba preocupando por mi magia, y él se iba a ocupar de mi entrenamiento.

Una sonrisa se formó en las comisuras de mis labios.

—Con aquí estás —habló Natalia, entrando a mi dormitorio.

Chillido. Chillido. (¿Esta mujer no puede aprender a ser más amable?)

La voz de Rhys resonó por el dormitorio. Causando que volteara y mirara a la puerta, quedándome sorprendida.

Natalia sostenía en cada brazo a Rhys y Llyr. Ambos se veían incómodos.

—¿Sucede algo? —pregunté, confundida.

Las clases de magia eran por la mañana, por lo que Natalia no solía buscarme en las tardes.

—Claro que sí —respondió enojada— no puedo creer que tenga que ser yo la que está pendiente de estos dos y de una mocosa que no sabe ni en donde está.

—Le voy a solicitar que no le hable así a mi señorita —Helena habló molesta.

Repentinamente, se formó un enfrentamiento entre ambas, y, temiendo que Natalia usara magia en contra de Helena, me moví al medio de las dos.

—Helena, no te preocupes. No me molesta —comenté.

—Señorita, solo porque no le molesta, ¿va a dejar que le hable así? —inquirió enojada— ese no es el problema, usted, al ser hija de su excelencia, el duque, no debe permitir estas habladurías de la gente.

—¿Qué? —Natalia intervino— ¿así trata la familia ducal a sus invitados distinguidos? Qué decepción.

—Natalia, no le hables así —interrumpí su enfrentamiento con evidente— Helena, puedes dejarnos a solas.

Le di una mirada tranquilizadora. No quería que Helena saliera lastimada por error o peor aún, por mi culpa.

—Sí, señorita —Helena asintió.

Aunque su mirada se notaba renuente a dejarnos a solas, salió.

—Bien, ahora que estamos solas, inyéctales maná —señaló a Rhys y Llyr.