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Inmigrante

Inmigrante

Status: Terminada
Genre:Elección equivocada / Completas
Popularitas:6.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Gladis Sella

una chica cualquiera viaja en busca de sus sueños a otro país encontrando el amor y desamor al mismo tiempo...

NovelToon tiene autorización de Gladis Sella para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

El Precio de la Victoria: Desencuentro Familiar y un Nuevo Comienzo Doloroso

La rutina post-Olimpiadas se estableció rápidamente, aunque no sin sus sombras. La euforia de la victoria nacional se disipó, dejando al descubierto tensiones preexistentes y creando algunas nuevas. El fin de año de la universidad se acercaba, trayendo consigo la presión de los exámenes finales y el cierre de un ciclo.

En la vida de Julián, las cosas estaban visiblemente tensas por su familia. El premio en metálico de las Olimpiadas, una suma considerable, había sido "compartido" con sus hermanos y sus esposas, según Julián, "por el apoyo" que le habían brindado durante la competición. Yo no estaba de acuerdo; para mí, el premio era fruto de su y mi esfuerzo, y ese "apoyo" de sus cuñadas se había traducido más en exigencias y en la invasión de mi espacio.

En la cafetería, la situación con Berta no mejoraba. Don Pascual, a pesar de sus intentos, no sabía qué hacer. Berta era una excelente trabajadora, eficiente y dedicada, pero su animadversión hacia mí era tan evidente como incontenible. Sentía su hostilidad en cada rincón del local, una nube que empañaba mi día a día. Me estresaba profundamente, pero mi cariño por Don Pascual y la necesidad del trabajo me impedían simplemente irme.

El fin de semana llegó, y con él, la inevitable visita a la casa de Julián. Mi presentimiento de que algo andaba mal se afianzó desde el momento en que llegué. Era sábado por la mañana. Julián salió con sus hermanos a buscar a su madre, que tenía que hacer algún tipo de trámite burocrático, dejándome a solas con sus dos cuñadas en la casa. El ambiente, de por sí cargado, se sentía aún más denso sin la presencia de los hombres.

Me refugié en el "espacio" de Julián, su habitación, que consideraba nuestro rincón de privacidad. Estaba hojeando un libro cuando escuché un ruido. La puerta se abrió sin llamar. Levanté la vista y vi a la esposa del hermano mayor de Julián, la que siempre parecía más autoritaria y controladora, hurgando en mi bolso, que había dejado sobre la cama. Mi sangre se heló.

Azul: (Mi voz salió apenas un hilo, cargada de incredulidad y rabia creciente) "¿Qué haces? ¿Qué haces revisando mis cosas?"

Ella se sobresaltó ligeramente, pero se recuperó con una sonrisa torcida, casi burlona.

Cuñada (Isabel): (Con un tono casual, como si no hubiera hecho nada malo) "Ay, la princesa se ha despertado. Nada, mujer. Buscaba... no sé, buscaba algo. Unas llaves que creí haber dejado aquí. La casa es grande, ya sabes, y uno se confunde." Su mano se mantuvo dentro de mi bolso.

Azul: (Me levanté de golpe, mi voz firme, casi rugiendo, sin poder contener más la ira acumulada) "¡No! ¡Mis cosas no! ¡Este es nuestro espacio, el de Julián y mío! ¡Y no tienes ningún derecho a estar hurgando en mis pertenencias!"

La sonrisa de Isabel se transformó en una carcajada, una risa seca y macabra que me heló la sangre. Sus ojos se entrecerraron con malicia.

Isabel: (Dando un paso hacia mí, su voz bajando a un susurro venenoso, cargado de desprecio) "Niña, ¿tú de qué vas? ¿'Vuestro espacio'? No me hagas reír. Esta es la casa de mi suegra, y por tanto, nuestra casa. Y yo hago lo que me da la gana. Y tú, la 'inmigrante' que ha venido a creerse la dueña, no vas a venir a ponerme límites. ¿Quién te crees que eres?"

Antes de que pudiera procesar completamente sus palabras cargadas de odio, su mano se alzó con rapidez brutal. Sentí un impacto ardiente en mi mejilla izquierda. El sonido del bofetón resonó en la habitación, aturdiéndome. Mi cabeza se giró por la fuerza del golpe, la piel me ardía, y el dolor no era solo físico, sino también emocional, una humillación pública y privada.

Mis ojos se desorbitaron. Las palabras de Berta, las de ella, el desprecio, la invasión constante, todo explotó en mi interior. Ya no era Azul la conciliadora, la que evitaba conflictos. Era una herida abierta, una furia ancestral que bullía.

Azul: (Mis ojos se llenaron de lágrimas, pero no de tristeza, sino de rabia. Mi voz, aunque temblaba, era un rugido gutural) "¡Maldita bruja! ¡Me has tocado!"

El mundo se volvió rojo. Sin pensarlo dos veces, me lancé sobre ella. Mis manos se enredaron en su cabello, tirando con una fuerza insospechada. Ella gritó, sorprendida por mi reacción, e intentó defenderse. Forcejeamos por unos segundos, un caos de empujones y tirones. No sabía de dónde sacaba esa fuerza, pero la indignación me impulsaba. La arrastré, aún agarrada a sus pelos, fuera de la habitación y la empujé con todas mis fuerzas hacia el pasillo, casi haciéndola caer.

Con el corazón martilleando desbocado, cerré la puerta de la habitación de Julián de un portazo, girando la llave con manos temblorosas. Me apoyé contra la madera, respirando agitadamente. Mis ojos recorrieron la habitación. Ya no había vuelta atrás. Ya no podía estar ahí.

Con manos aún temblorosas pero decididas, abrí mi bolso. Saqué lo poco que tenía, mi cartera, mi móvil, mis documentos. Con un bolígrafo y un trozo de papel, escribí una nota rápida para Julián, cada palabra cargada de la rabia y el dolor del momento.

Julián: Se acabó. Esto no puede seguir así. Si quieres saber por qué, pregúntale a tu cuñada. Pregúntale a Isabel. No puedo con esto. Ya no más. Azul.

Dejé la nota en su almohada. Con la garganta apretada por la angustia y el peso de mi decisión, salí de la habitación, las lágrimas pugnando por salir. Recogí mi maleta que estaba en el pasillo, la agarré con fuerza, y salí de la casa sin mirar atrás, sin despedirme de las otras cuñadas que, seguramente, habían escuchado el altercado.

Caminaba por las calles de Sevilla, sin rumbo fijo, con el corazón destrozado y la mejilla ardiendo. El sol de la tarde se sentía ajeno a mi tormenta interior. Ya no me sentía cómoda en el café por Berta, y ahora, mi relación con Julián, mi refugio, había terminado de la forma más dolorosa. La soledad se abría ante mí como un abismo.

Mientras caminaba, perdida en mis pensamientos y a punto de romper a llorar, escuché un sollozo. Un sollozo pequeño, asustado, que venía de una estrecha callejuela lateral, una de esas típicas callejuelas sevillanas con paredes encaladas.

Me detuve. La curiosidad, o quizás la necesidad de enfocarme en algo más allá de mi propio dolor, me impulsó a asomarme. Sentada en el suelo, acurrucada junto a un cubo de basura, había una niña pequeña, no más de seis o siete años, con el pelo oscuro y enredado y los ojos hinchados por el llanto. Parecía aterrada.

Azul: (Me acerqué lentamente, mi voz suave, intentando no asustarla más) "Hola, pequeña. ¿Estás bien? ¿Por qué lloras?"

La niña levantó la vista, sus ojos grandes y asustados me miraron con desconfianza. Se encogió un poco más.

Niña: (Su voz era apenas un susurro, entrecortada por los sollozos) "M-me escapé... No quería que me llevara..."

Azul: "¿Que te llevara? ¿Quién quería llevarte? ¿Y dónde están tus papás?"

La niña bajó la mirada, las lágrimas renovándose.

Niña: "Mi-mi abuelo... vino una señora... y me dijo que me iba a llevar lejos de mi abuelo... y yo no quiero irme... Mis papás... mis papás están en el cielo. Yo no tengo papás aquí."

Mi corazón se apretó. Una niña sola, asustada, hablando de sus padres en el cielo y de alguien que quería llevársela de su abuelo. La imagen de Marina en el caso de las Olimpiadas me vino a la mente. El instinto de proteger, de ayudar, de hacer justicia, superó mi propio dolor.

Azul: (Me arrodillé a su altura, intentando que viera que no era una amenaza) "No te preocupes, no te va a llevar nadie. Estoy aquí para ayudarte. ¿Cómo te llamas? ¿Dónde vive tu abuelo? Vamos a buscarlo, ¿sí?"

La niña me miró de nuevo, esta vez con una pizca de esperanza, pero aún con miedo en sus ojos. Parecía una nueva historia, un nuevo desafío, que se presentaba en medio de mi propia desolación. Y, por alguna razón, sentí que este pequeño encuentro podría ser el inicio de algo importante

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Elena Hernandez
excelente novela 💕 muy bien explicada sobre temas que no se.ven en otras historias FELICIDADES 👏
Cristalbrk: gracias.... la verdad que es la primera vez que escribo una novela
Cristalbrk: gracias.... la verdad que es la primera vez que escribo una novela
total 2 replies
Salomé Páez
Sevilla España
Salomé Páez
Para ella sola está super bien
Yudith Blanco
muy buena me gusto
Cristalbrk: hola... la terminaste de leer... acepto criticas
Cristalbrk: gracias gracias
total 2 replies
Wesal Mohmad
Me gusta como escribes
Cristalbrk: gracias.. es mi primer novela
total 1 replies
Kuri
No puedo esperar para seguir leyendo, necesito saber qué pasa después!🤔
Cristalbrk: gracias espero que te guste...
total 1 replies
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