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ENTRE EL AYER Y EL HOY

ENTRE EL AYER Y EL HOY

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Traiciones y engaños / Familias enemistadas / Batalla por el trono / Viaje a un mundo de fantasía
Popularitas:648
Nilai: 5
nombre de autor: Isabel Campos

Dos mundos, dos almas, un destino entrelazado a través de los siglos. En esta historia de fantasía atemporal, un eco del pasado resuena en el presente, uniendo realidades paralelas. Nuestros personajes principales se encontrarán atrapados en un círculo lleno de romance prohibido, misterio, rivalidades familiares y secretos milenarios que convergen en una trama donde sus vidas se conectan de forma inesperada e inquebrantable. Encuentros emotivos, contrastes entre inocencia y sorpresa, darán intesidad, capturando la magía de cada momento. Mientras una profecía ancestral juega alterando el curso de la historia, viejos lazos, nuevos misterios, deberán navegar entre el amor y la sed de venganza que amenaza con consumirlos para decidir si su conexión perdurará por siempre o se desvanecerá en el tiempo

NovelToon tiene autorización de Isabel Campos para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 6… Sombras y luchas.

Él le entregaba flores silvestres que ella, con una sonrisa, disfrutaba en silencio. No necesitaban hablar para sentirse conectados. En su inocencia, compartían sus sueños, anhelos, gustos y miedos. Ambos, el príncipe de Sargón y la princesa de Al-Mad, aun sin saberlo sus destinos estaban entrelazados.

Sin embargo, un día, la atmósfera se sintió pesada. Aunque se saludaron con una sonrisa, ambos percibieron la tensión. Se sentaron sobre unas rocas junto a la cascada, rodeados de flores.

—¿Estás bien? —le preguntó él, con una pesadez en el corazón, una sensación que le advertía que no debían estar allí. Aún así, era inevitable.

—Sí. Aquí me siento tranquila, puedo ser yo, ser libre —respondió la pequeña con inocencia, aunque su mirada se perdía en el entorno.

—Y yo disfruto de tu compañía —confesó el príncipe. Ella le sonrió y asintió levemente.

De repente, Alexander recordó que le había preparado un regalo. Quería que ella tuviera algo de él para recordarlo siempre.

—¿Sabes qué? Traje algo para ti. Voy por él —dijo Alexander, levantándose y caminando hacia su caballo, que pastaba a pocos metros.

Ella lo observó. A pesar de su juventud, su porte era firme y varonil. En los libros, los caballeros rescataban damiselas y pueblos en apuros, pero él era distinto: era joven y amable. Soñaba con tener la libertad de esos caballeros, cabalgar y recorrer el mundo. Ahora, con Alexander, sentía que había encontrado a un compañero de aventuras, alguien que había leído tanto como ella y que conocía el mundo más allá de las paredes del castillo.

Cerró los ojos, imaginándose en esos viajes de ensueño, con su príncipe compañero. El canto de las aves le daba la melodía perfecta a su fantasía. Su corazón galopaba de emoción.

De repente, un estruendoso sonido proveniente de las montañas rompió la paz. Los animales huyeron despavoridos y los pájaros se alzaron en un vuelo frenético. El caballo de Alexander se encabritó, pero su dueño lo detuvo con fuerza. La niña, con el rostro pálido y los ojos llenos de terror, miraba a su alrededor, desorientada. Se cubrió los oídos con las manos, intentando bloquear las voces espantosas que se repetían como un cántico hipnótico y aterrador.

"Descendit tenebrae, ruination Descendit, Tenebrae, invoco umbra, Umbra, mea est" (Descienden las tinieblas, la ruina desciende, tinieblas y sombras, las invoco, Sombra mía es).

Eran susurros que se intensificaban, voces que vibraban con una oscuridad palpable. Solo ella parecía escucharlos. Alexander, aún sujetando a su caballo, la miraba con miedo, intentando acercarse, pero algo invisible lo detenía.

La princesa estaba acurrucada, hecha un ovillo. Su pequeño cuerpo temblaba y su piel se erizaba. Cada vez oía las voces más cerca. Levantó la mirada en busca de ayuda y vio a Alexander, su semblante ahora pálido y lleno de preocupación, aunque luchaba por mantener la calma. El príncipe le extendió una mano.

— ¡Ven, te ayudo! —insistió Alexander con suavidad, inclinando su cuerpo y dando pasos largos para acercarse. Se le dificultaba avanzar, la tierra se sentía inestable, como si se estuviera partiendo, y su cuerpo se volvía pesado.

La pequeña no lograba entender lo que él le decía. Aturdida por las fuertes voces que se repetían, se levantó lentamente, extendiendo una mano hacia él.

— ¡Corre, date prisa, ven, pequeña! —gritó Alexander. Su respiración se agitó. El miedo y el deseo de huir lo invadieron, pero no podía dejarla allí.

Por un instante, sus dedos se tocaron. El cabello de la niña se volvió rubio y una luz la cubrió por completo. Aunque el agarre era débil, la pequeña se levantó, rígida. A solo centímetros de su salvador, giró la cabeza viendo hacia atrás. Lo que vio la paralizó. El miedo la invadió por completo. La poca luz que la rodeaba se desvaneció, y sus manos se separaron.

— ¡No, mírame a mí, no veas atrás! ¡Ven, por favor! —insistió el joven, que luchaba contra una fuerza invisible que lo empujaba hacia atrás.

"Descendit tenebrae, ruination Descendit, Tenebrae, invoco umbra, Umbra, mea est"

Alexander también empezó a escuchar las terribles voces. Las palabras provenían de todas partes y de ningún lugar a la vez. Sin fuerzas, la princesa intentó dar un paso más hacia él, su única esperanza.

Con la mano extendida, Alexander luchaba contra la fuerza que lo jalaba, debilitando su cuerpo, pero se negaba a rendirse. Tenía que salvar a su princesa. Detrás de ella, una nube negruzca se transformaba en un vórtice. La oscuridad devoraba todo, transformando el hermoso lugar en tinieblas y caos. El corazón de Alexander latía con fuerza. Su respiración se volvió casi nula. Las lágrimas corrían por sus mejillas sin control. El miedo los invadió. La nube tenebrosa comenzó a absorber el cuerpo de la princesa. Por un instante, ella abrió los ojos y vio a Alexander, su cuerpo tan gris como la ceniza, luchando por aferrarse a la vida. Solo logró escuchar el grito desgarrador del joven:

— ¡Nooooo, no, nooo, ven por favor, yo te salvaré! —Su grito se convirtió en un llanto desconsolador.

Ella no pudo verlo más. Todo a su alrededor se volvió negro. A punto de desmayarse, sintió unas manos frías que le erizaron la piel y escuchó una voz gutural y sombría: “Mea est, mea est” (Es mía, es mía). Cayó en el profundo abismo con la imagen del rostro casi sin vida de Alexander en su mente.

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EIOC 23
E
Elizabeth Sánchez Herrera
más ➕ capítulos
EIOC 23: Atenta, actualizando casi a diario.../Smile/
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