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Erick, El Mafioso

Erick, El Mafioso

Status: En proceso
Genre:Romance / Yaoi / Posesivo / Arrogante / Mafia / Dominación
Popularitas:2.8k
Nilai: 5
nombre de autor: Muculu

—Te quise cuando no te entendía, te ame incluso cuando no debía—

«•»

NovelToon tiene autorización de Muculu para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

/Familia Nueva/

El tiempo en la cabaña parecía avanzar de manera diferente. Los días pasaban más lentos, marcados por rutinas que, poco a poco, empezaban a resultarme familiares. El miedo y la tensión inicial habían dado paso a algo inesperado: una extraña sensación de pertenencia.

Marco, Luis y Sam ya no me veían como “el chico débil que Erick había traído consigo”. Con cada amanecer, me incluían más en sus conversaciones, en sus tareas, e incluso en sus bromas.

La primera muestra de esa confianza llegó una mañana. Marco me llamó al patio trasero, donde solía entrenarme.

—Hoy no vamos a practicar disparos —me dijo, cruzándose de brazos—. Hoy aprenderás a usar un cuchillo.

Fruncí el ceño, sintiéndome incómodo.

—¿Un cuchillo?

—Es más silencioso, más práctico en ciertas situaciones. Y créeme, puede salvarte la vida.

Me enseñó cómo sostenerlo, cómo equilibrar el peso en mis manos y cómo bloquear o desviar un ataque. Su estilo era duro, exigente, pero a su manera me estaba enseñando algo más que defensa.

—No confíes solo en tus brazos —me dijo mientras chocábamos cuchillo contra cuchillo—. Confía en tus reflejos, en tu instinto.

Cuando terminé exhausto, me dio una palmada en el hombro.

—Nada mal, Jacob. Estás aprendiendo rápido.

Era la primera vez que me daba un gesto tan cercano. No pude evitar sentirme orgulloso.

Luis, por otro lado, me incluía cada vez más en la vigilancia. Pasábamos largas horas frente a las pantallas, pero esas horas se transformaron en conversaciones inesperadas.

—¿Alguna vez has estado en un bosque de noche? —me preguntó mientras ajustaba una cámara.

—No, y tampoco es algo que me emocione —contesté.

Él sonrió apenas.

—Yo crecí en uno. Aprendí a diferenciar sonidos: el crujido de una rama por el viento no suena igual que cuando alguien pisa sobre ella. Todo tiene un ritmo.

Me quedé escuchando en silencio, fascinado. Poco a poco descubrí que Luis no era solo el hombre serio y rígido que aparentaba ser. Había en él una paciencia distinta, una forma de mirar el mundo que me enseñaba a ver detalles donde antes no los notaba.

—Tienes buen ojo, Jacob —me dijo una tarde, después de que detecté un movimiento extraño en las cámaras que resultó ser solo un venado—. No cualquiera se da cuenta.

Era un elogio breve, pero viniendo de él, valía mucho.

Sam, en cambio, era otra historia. Con él la vida en la cabaña nunca era aburrida. Una tarde, me arrastró hasta el garaje donde tenían herramientas, cajas viejas y una mesa de trabajo.

—Vamos a construir algo —dijo con entusiasmo.

—¿Construir qué?

—Un arco improvisado. No todo puede ser armas de fuego, ¿sabes?

Reí, pensando que bromeaba, pero no. Entre cuerdas, trozos de madera y mucha creatividad, terminamos armando un arco rudimentario.

—Bien, Jacob. Ahora inténtalo.

El primer tiro fue un desastre: la flecha apenas avanzó un metro antes de caer al suelo. Sam se dobló de la risa.

—¡Eso fue patético! —dijo, casi llorando de tanto reír.

—Eres un pésimo entrenador —le respondí, riendo también.

Al final de la tarde, logré clavar una flecha en el blanco improvisado: una caja de cartón con una diana dibujada. Sam levantó las manos como si hubiéramos ganado un trofeo.

—¡Sabía que tenías madera de arquero! —exclamó, chocando su palma contra la mía.

Con él, todo era más ligero, más humano.

Por las noches, los cuatro solíamos sentarnos juntos en la sala. Marco contaba anécdotas de entrenamientos pasados, Luis corregía cualquier exageración y Sam siempre encontraba la forma de convertirlo en una historia graciosa. Yo los escuchaba, riendo junto a ellos, y en algún punto me di cuenta de que ya no me sentía un intruso. Era parte del grupo.

Una noche incluso se atrevieron a jugar cartas conmigo. Marco era competitivo, Luis calculador, y Sam un tramposo descarado. Yo perdí casi todas las rondas, pero reí tanto que el cansancio me dolió en el estómago.

—Mira nada más —dijo Marco con una media sonrisa—. Jacob ya no parece tan perdido.

—No —añadió Sam—, ahora parece uno de nosotros.

Esa frase me acompañó mucho tiempo después de que nos fuimos a dormir.

Y, por supuesto, estaba Erick.

No compartía tanto tiempo con los demás como con él, pero cada instante juntos parecía distinto. A veces me acompañaba al bosque a recoger leña. Caminábamos entre los árboles, y aunque el silencio era común, siempre terminaba rompiéndolo con una broma o una pregunta inesperada.

—¿Qué harías si no estuvieras aquí? —me preguntó una mañana, mientras cargábamos ramas secas.

Lo pensé un momento.

—Tal vez estaría en la escuela, fingiendo que todo estaba bien —respondí con sinceridad.

Él me miró de lado, con una expresión difícil de leer.

—Te mereces más que fingir.

Sentí un calor en el pecho, una mezcla de gratitud y algo más que no me atrevía a poner en palabras.

A veces, en las noches, nos quedábamos en el porche mirando las estrellas. No siempre hablábamos, pero la cercanía era suficiente. Su presencia me hacía sentir extraño: seguro, pero al mismo tiempo vulnerable.

Había algo en sus miradas, en los pequeños gestos, en la forma en que me escuchaba, que me hacía pensar que esa línea entre el miedo y el afecto estaba borrándose poco a poco.

Después de varios días en la cabaña, me di cuenta de que todo había cambiado. Ya no era el chico que corría asustado, con los pies sangrando y la respiración entrecortada. Ahora entrenaba, aprendía, reía y compartía.

Una tarde, mientras todos cenábamos juntos, Sam levantó su vaso y dijo:

—Propongo un brindis.

—¿Por qué? —preguntó Luis, alzando una ceja.

—Porque Jacob ya no parece un huésped, sino parte del equipo.

Marco asintió en silencio, y Luis, aunque con su expresión seria, levantó también su vaso. Erick me miró directamente, con una sonrisa leve, y alzó el suyo.

—Por Jacob.

Sentí un nudo en la garganta, pero choqué mi vaso con el de ellos.

—Gracias —murmuré, apenas audible.

Y en ese instante, supe que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba completamente solo.

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౯̸꯭ּ۫۫۫ ιsαυυɾ🥀̼ᩙᰱ⸼۪ ࣪࣪ ּּ
Muy buen inicio. Que bien que aun haya gente que escriba novelas narrativas. Las chatstory son una nueva modalidad muy entretenida y todo, pero una buena novela, y bien escrita, narrada a detalle es insuperable. Sigue así!
Muculu: gracias, ojalá te guste mi novela
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