Irina mata a su esposo, tras enterarse que tiene secuestrada a la hija de su jefe para violarla y golpearla.
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Olor
Di un paso para estar frente de Edison, pero de inmediato el retrocedió.
—¿Por qué escapas de mí?— pregunté.
—Porque si das un paso más, te besaré.
—Me alegra haber coincido contigo aquella tarde que nos conocimos. Si tienes deseos de besarme, adelante.
Con su bella sonrisa me contestó y dio un paso para estar frente a mí, y despacito y lento choco sus labios con los míos.
En ese momento Aidan entraba a la casa, no escuche sus pasos, mientras seguía disfrutando los besos de Edison. Estaba tan tentada por el momento, que era difícil parar.
—¡Irina!...— me grito Aidan.
—Hola amor— le respondí.
—Irina, te espero en el auto— dijo Edison tranquilo saliendo del momento inquimodo.
—Enseguida voy Edison.
Aidan apretaba los labios y se tocaba la cabeza, caminando de un lugar a otro intentando buscar un poco de calma, para no alterarse más. Minutos después fijo su mirada en mi rostro evitando desviarla.
—¡No entiendo por qué te pones así!... Sabes perfectamente que no puedo ser mujer solo de un hombre.— exprese con el corazón roto y ocultando mis lágrimas.
Mi hijo en un par de semanas más iba a nacer. El médico me explicó que la situacion había avanzado, que mi tumor paso de un estado a uno grave. Si seguía con el embarazo no habria la posibilidad de seguir viviendo, no me importaba si moría, simplemente queria que me hijo nazca saludablemente, aguantaria lo mas que podía.
Era momento de despedirme de las cosas buenas que la vida tenía. Quería que mi esposo no me extrañé, ni tampoco sintiera mi ausencia y para ello debía sembrar odio y rabia contra mi.
—¿Ámbar, porque te gusta jugar conmigo?— preguntó herido, con los ojos húmedos— te aguante muchas cosas, ¡pero traer a tu amante a nuestra casa!, eso sí no lo voy a pasar.
—Aidan, eres fácil de manipular. Te mentí cuando te dije que te también te amaba. Compartir este techo con vos, fue la peor experiencia de mi vida.
— ! Muy bien! ¡Bravo!— aplaudió— me gané el premio del más pelotudo, y todo gracias a vos.
—Casarme con vos fue una maldita cárcel Aidan, me cansé de fingir.
—¡Bien! Cuando quieras, estás libre de esta maldita cárcel. También estoy casando de tus malditos cambios de humor. ¡Fuera de acá!— gritó, con los ojos llenos de lágrimas.
Mi corazón se partió en mil pedazos, había llegado el momento de salir de su vida. Aún con mis infiernos había aprendido a quererme, con mucha ternura beso mis miedos en las últimas semanas, antes de salir de mi propia casa para luchar sobrevivir.
Con poca energía tomé mi bolso y a paso lento salí de la casa. Con palabras duras me había despedido de mi amor.
Aidan se dirigió al cuarto de nuestro bebé, un lugar que juntos habíamos creado con mucho amor, antes de este momento difícil. Lloró para soltar todas las heridas que le cause desde el día que lo conocí.
"Nunca te voy a perdonar Irina, y jamás voy a permitir que mi hijo se acerque a vos, eso te lo juro", se dijo a sí mismo.
—¿Estás bien?—Edison me preguntó cuando me ayudaba a subir al auto.
—Ojalá que con esto mi esposo me odie— respondí.
—¿Amas a tu esposo?
—No quiero hablar de eso.
—Acabo de hablar con el doctor de España. Una vez que nazca tu bebé, nos iremos para haya.
—Está bien.
—¿Cómo es que Aidan no pudo notar que estás mal?. Tu brillo de vida bajo bastante.
—No fue fácil fingir que estaba bien. Cuando llegaba de la oficina le esperaba en la cama con la luz apagada para que no viera mi rostro, pero antes cenaba sola.
—¿Y como hacías en las mañanas?
—Despertaba antes y me maquillaba para que no notará mi palidez. Intentaba descansar todo el día, para esperarle con un poco de energía. Pero ya no puedo más, la enfermedad me está consumiendo y no quiero que vea como me voy apagando.— solté el llanto.
—Después de todo, sabes lo que es el amor, y eso me reconforta.
—De ahora en adelante voy a necesitarte más Edison.
—No te preocupes mi princesa, voy a estar a tu lado.
Intentaba calmar mi llanto, secando mis propias lágrimas, pero era difícil. Edison me miraba con mucha lástima, si estaba en sus manos, no duraría ni un segundo en dar cualquier cosa para verme feliz.
—Mi cuerpo tenía las medidas perfectas para lograr siempre lo que quería. No me molesta deformarme, me molesta tener que irme, sabiendo donde me quiero quedar— comenté para borrar el silencio del ambiente.
—Eres una mujer muy fuerte Irina, vas a lograr salir de esta pesadilla. Ya lo verás.
Llegamos al hospital, mi madre me esperaba en la entrada, no entendía por qué le había hecho llamar con mucha urgencia. Le tomé de la mano y entré junto con ella al hospital. Me registré en recepción y en una silla de ruedas un camillero me subió a la habitación.
Mi madre no decía nada, tampoco yo. Solo me ayudaba a quitarme la ropa para ponerme la bata. Unos segundos después el médico vino.
—Hola Irina, ¿Cómo te sientes?— preguntó el hombre.
—Quisiera decir bien, pero le mentiría.
—Entiendo. Dos semanas estarás en observación y luego tendrás a tu hijo. Una vez que nazca empezaremos con el tratamiento.
—Quisiera retrasar el tratamiento.
—Tu situación está delicada, el tumor se extendió y empezarás a perder un poco la vista y algunos recuerdos se borrarán.
Mi madre no podía creer lo que estaba escuchando, sintió un golpe muy fuerte en el pecho, sentía que el aire le faltaba, empezó a caminar de un lado a otro hasta que el médico se fue.
—¿Qué estamos haciendo aquí, Irina?— preguntó mi madre con la voz quebrada sin dejar de mirarme.
No supe qué contestar. Mi silencio me obligaba a derramar lágrimas, no sabía como decirle que la muerte estaba tocando a mi puerta y que no sabría si seria generosa conmigo o me llevaría con ella.
Mi madre me abrazo y lloro conmigo. Había sido feliz, pero no lo sabía hasta que sentí su olor materno, el mismo que quería transmitirle a mi hijo. Mi madre sabía que sufría, pero solo por un rato quería olvidarse de todo, y sentir mi presencia y absorber todo lo malo que había en mí, con un abrazo.