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CONTIGO SÍ...

CONTIGO SÍ...

Status: En proceso
Genre:Juego del gato y el ratón / Amor-odio / Romance de oficina / La mimada del jefe / Polos opuestos enfrentados / Mujeriego enamorado
Popularitas:102.5k
Nilai: 4.9
nombre de autor: JHOHANNA PEREZ

La historia de los Moretti es una de pasión, drama y romance. Alessandro Moretti, el patriarca de la familia, siempre ha sido conocido por su carisma y su capacidad para atraer a las mujeres. Sin embargo, su verdadero karma no fue encontrar a una fiera indomable, sino tener dos hijos que heredaron sus genes promiscuos y su belleza innata.

Emilio Moretti, el hijo mayor de Alessandro, es el actual CEO de la compañía automotriz Moretti. A pesar de su éxito y su atractivo, Emilio ha estado huyendo de las relaciones estables y los compromisos serios con mujeres. Al igual que su padre, disfruta de aprovechar cada oportunidad que se le presenta de disfrutar de una guapa mujer.

Pero todo cambia cuando conoce a una colombiana llamada Susana. Susana es una mujer indiferente, rebelde e ingobernable que atrapa a Emilio con su personalidad única. A pesar de sus intentos de resistir, Emilio se encuentra cada vez más atraído por Susana y su forma de ser.

¿Podrá Emilio atrapar a la bella caleña?.

NovelToon tiene autorización de JHOHANNA PEREZ para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Entre mil...

Frente al espejo de cuerpo entero, Susana se contemplaba. Llevaba un vestido de diseñador rojo escarlata, de la casa italiana Itaty Kardieri, con escote en la espalda, corte sirena y pliegues que acentuaban sus curvas con elegancia. Era una pieza exclusiva, de esas que solo podían lucir las damas de la alta sociedad italiana. Costaba una fortuna, aunque Analía se había encargado de que ella no supiera cuánto, para evitar que se rehusara a usarlo.

Desde que se lo probaron, tanto Analía como la propia diseñadora supieron que ese era el vestido. La forma en la que se adaptaba a su silueta, su tono de piel y el contraste con su cabello oscuro… todo en él era un acierto.

—Seré Cenicienta por una noche —se burló de sí misma, mientras terminaba de maquillar sus ojos.

Se aplicó el perfume que le obsequió Analía, uno de esos usados por mujeres poderosas con chequera infinita.

Siguió cada uno de los consejos que le dio la asesora de imagen de la boutique: desde el maquillaje suave en tonos dorados hasta la elección de la joyería, un par de pendientes de diamantes blancos con rubíes. Todo en ella era deslumbrante. Susana se sentía en un sueño.

Suspiró al ver la imagen impactante que le devolvía el espejo.

Aún faltaba para que llegara el auto que la llevaría al Hotel Galleria Vittorio Exclusive, uno de los más reconocidos y prestigiosos de Milán, donde se desarrollaría la fiesta benéfica del año. El evento era tan exclusivo que incluso se reservaba el derecho de admisión.

No quería sentarse, temía arrugar el vestido o mancharlo. Planeaba devolverlo al día siguiente a quien lo había patrocinado.

En la mansión Moretti-Espinoza, un Emilio impaciente ajustaba el puño de su esmoquin negro de diseñador italiano. Esperaba en el gran salón principal, impaciente.

—Madre, dile a Analía que ya baje. Llegaremos tarde, y ella sabe que odio la impuntualidad.

—¿Cómo? ¿Analía no te dijo? —preguntó Majo, visiblemente apenada.

—¿Qué debía decirme?

—Hijo, me disculpo por tu hermana, pero ella no está aquí en casa. Está en casa de Mauro y Salo. Se irá con Andrea y dos amigos. Creo que ya deben estar camino a la fiesta.

—Analía me va a oír. Sabe que odio que jueguen con mi tiempo. Adiós, madre. Iré por Vanessa.

—Hijo, no seas tan duro con tu hermana. Tenía mil cosas en la cabeza. Se le pasó —intervino Majo con una mirada tierna.

—No prometo nada, madre —dijo, despidiéndose con un abrazo y un beso en la frente.

Cuando Emilio llegó al apartamento de Vanessa, ella se quedó sin palabras al verlo bajar de un Lamborghini Huracán edición limitada. Su porte, su elegancia, la seguridad con la que caminaba... Emilio era más que atractivo. Irradiaba poder, galantería y masculinidad.

Vanessa también lucía radiante: vestía un traje negro de satén con incrustaciones de pedrería, escote corazón, cabello recogido en moño bajo, labios rojo pasión y pendientes largos de esmeraldas. Todo en ella gritaba clase y sofisticación.

Ambos se halagaron mutuamente y subieron al auto.

El Hotel Galleria Vittorio Exclusive estaba engalanado. Luces tenues, columnas iluminadas, alfombra negra con bordes dorados. Por ella desfilaban los más prestigiosos invitados de Milán y Europa. Todos llevaban icónicas máscaras venecianas, llenando la gala de misterio, elegancia y sofisticación.

Mujeres bellas, hombres varoniles y atractivos, todos perfectamente vestidos, conformaban la atmósfera perfecta para una noche inolvidable.

La apertura de la gran noche inició con un video proyectado en pantallas gigantes y una emotiva canción de Laura Pausini. Luego, dos grandes de la farándula italiana dieron la bienvenida al evento.

Las pantallas revelaron los destinos de los fondos recaudados en la gala benéfica: hospitales, centros de rehabilitación, fundaciones de niños con enfermedades raras… los corazones sinceros se compadecieron y los donativos comenzaron a fluir generosamente.

Leonardo era un viejo zorro, como solía decir Alessandro. Estar en plan de cupido era uno de sus pasatiempos favoritos. Había planeado cuidadosamente cada detalle de aquella noche. Sabía que la colombiana no participaría en la subasta por temor a gastar dinero ajeno, así que decidió que debía llegar para uno de los momentos más esperados del evento: el baile.

Henry, el chofer de confianza de Leonardo, llegó con total calma al apartamento de Susana. Ella, en cambio, estaba impaciente. No le gustaba llegar tarde a ningún compromiso.

Cuando vio el lujoso Porsche Panamera estacionado frente al edificio, salió a prisa. Su vestido rojo intenso, su figura, su elegancia... todo en ella captó la atención inmediata del conductor.

A Henry casi se le cae la mandíbula. La morena se veía deslumbrante, simplemente inolvidable.

—Señorita... con todo respeto —dijo bajando del auto—, está usted maravillosa esta noche. ¿Me dejaría tomarle una foto para enviársela al señor Leonardo?

—Buenas noches, Henry. Pensé que no vendrías. Recuerda que voy en representación del señor Moretti y no quiero hacerlo quedar mal —respondió, con una sonrisa juguetona—. Ah, y gracias por el cumplido. Por hoy... seré Cenicienta y debo subirme al calabacín disfrazado de carruaje.

Henry rió ante las ocurrencias de Susana.

—¿Entonces me dejará tomarle la foto?

—Bueno, pero date prisa.

Tras la foto, subieron al auto. Durante el trayecto al Hotel Galleria Vittorio Exclusive, Susana miraba fascinada la Milán nocturna. Estaba maravillada con su fuerza, su elegancia... su aire de eternidad.

Al llegar al lugar, quedó aún más impresionada: autos de las marcas más prestigiosas del mundo —Bugatti, Rolls-Royce, Ferrari— estaban alineados frente a la entrada del hotel. Todo parecía un sueño.

—Señorita Susana, debe colocarse la máscara. Lleve la invitación a la mano para que la dejen ingresar. Llámeme cuando quiera regresar, vendré por usted sin falta. Disfrute la noche.

—Gracias, Henry —respondió con una mezcla de nerviosismo y emoción.

Casi al mismo tiempo, Asdrúbal Balestra llegaba al evento. Bajó de su Maserati negro, se colocó su elegante máscara veneciana y se disponía a entrar cuando su mirada se clavó en la figura de una mujer que caminaba hacia la entrada.

Llevaba un vestido rojo de corte sirena, espalda descubierta, con destellos finísimos que atrapaban la luz y la devolvían como fuego líquido. Sus curvas peligrosas, su andar seguro y su misterio lo hipnotizaron.

—Por Dios… ¿qué es esa belleza? —murmuró, maravillado, buscando con la vista a quién acompañaba a semejante diosa.

Pero Susana ya se había puesto la máscara: una pieza artesanal dorada con detalles en rubí que combinaba a la perfección con su vestido. Caminó con la espalda recta, la cabeza en alto, como si llevara toda la vida en eventos así. Aunque por dentro, sabía que estaba frente a un mundo que le era ajeno.

“Tal vez no vuelva a estar en un lugar como este… así que esta noche, la voy a disfrutar”, se dijo a sí misma.

Entregó la tarjeta en la entrada. El encargado, tras verla, se quedó momentáneamente sin palabras. La dejó pasar de inmediato, con una reverencia.

Asdrúbal no quitaba la vista de ella. Planeaba acercarse. Un cazador como él no desperdiciaba oportunidades. Pero Leonardo Moretti no dejaría que el depredador se acercara a la mujer que, tarde o temprano, sería la dueña del corazón de su escurridizo nieto.

Antes de que Asdrúbal pudiera dar un paso, dos hombres altos y corpulentos, vestidos con trajes oscuros, aparecieron tras Susana, caminando discretamente como si fueran sus escoltas. Ella no lo notó.

La caleña observaba todo con cautela. Aunque por dentro se sentía abrumada, no lo demostraba. Su porte, su elegancia natural, su forma de mirar sin titubear... hacían que nadie sospechara que jamás había estado frente a tanta opulencia, rodeada de rostros famosos y joyas millonarias.

Lo que ella no percibía era cómo, con su sola presencia, captaba las miradas. Hombres que la escaneaban, encantados. Mujeres que sentían envidia... o la admiraban en silencio.

—Mira, Andre... quién llegó —susurró Analía.

—¿Es tu nueva amiga?

—Sí, se llama Susana. Tiene una personalidad arrolladora. Y me encanta que puede retar a Emi sin que se le aflojen las piernas. El abuelo le pidió venir en su lugar así que vamos a saludarla que no se sienta sola.

Susana se dirigió a la mesa reservada para Leonardo Moretti, uno de los meseros le ofreció champagne y ella acepto mientras observaba maravillada todo, pero no se sintió sola por mucho tiempo. Analía, Andrea y Laura se le acercaron enseguida.

—Wow, Susi, estás radiante. ¡Mira cómo todos te ven! Eres la sensación de la noche… y eso que apenas empieza —dijo Analía entusiasmada.

Susana sonrió, aliviada de tenerlas cerca. Saber que no estaba completamente fuera de lugar le dio confianza.

La música sonó. El baile comenzaba. Cada caballero buscaba a su dama, y en medio de ese movimiento elegante y romántico, Susana quedó sola por un momento. No notó que varias miradas masculinas se posaban en ella mientras los hombres sostenían vasos de whisky o brindaban con champaña.

Tres de ellos destacaban:

—Salvatore Donatelli, que ignoraba quién era pero estaba embelesado.

—Asdrúbal, que deseaba ser el afortunado en bailar con ella… y quizás terminar la noche en un motel.

—Y Emilio… cuya mirada no tenía nada de ocasional.

Emilio estaba aburrido, apoyado en una de las columnas, mirando hacia la entrada. La fiesta no le ofrecía nada nuevo. Solo soñaba con verla a ella… a la intrusa que habitaba en su cabeza, la mujer que lo había descolocado como ninguna.

Entonces la vio.

Entró con ese aire de reina vencedora, como si la corona no estuviera sobre su cabeza sino dentro de ella. Emilio contuvo el aliento.

Con solo verla, su corazón dio un vuelco. Aunque llevaba una delicada máscara femenina, él la reconocería entre mil.

Estaba preciosa. Inalcanzable. Casi irreal.

Y aunque hubiera muchas mujeres bellas en ese salón... la única belleza que lo dejaba sin habla era ella.

Emilio la detalló con los ojos, de los pies a la cabeza, y murmuró para sí mismo:

—Parlanchina… estás más que bella.

La boca se le hizo agua. El corazón le latía tan fuerte que sentía que cualquiera podría escucharlo. Una fuerza invisible lo impulsaba a acercarse a ella. Esta vez... no huiría. Esta vez, él iría por todo...

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