El Oscuro Corazón De La Emperatriz

Constantine había regresado al palacio con una sensación de alivio y pesar entrelazados. La noticia de la salida de la duquesa y su familia lo había sorprendido, pero también había aliviado el ambiente, especialmente para la emperatriz Teresa.

— así que se han ido.— murmuró Teresa, dejando escapar un suspiro que parecía quitarle un peso de encima.— ya no será problema nuestro.

Constantine asintió, pero su mente estaba ocupada con la carta que debía entregar.

— sin embargo, hay algo más que necesito comunicarle.— dijo, sacando la carta de su chaqueta con un movimiento deliberado.— es de Marlene. Es una carta de despedida.

La emperatriz frunció el ceño, la curiosidad y la preocupación cruzaron su rostro.

— ¿Se fue?— preguntó Teresa, su voz entrecortada por la ansiedad.

— si, su excelencia. Usted estaba ocupada con otros asuntos.— explicó Constantine, notando cómo la emperatriz se tensaba.— hoy, al estar más libre, puedo entregársela.

Mientras la emperatriz abría la carta, el silencio se apoderó de la habitación. Constantine observó cómo sus dedos temblaban ligeramente al desdoblar el papel.

A medida que Teresa leía, su expresión se tornó grave.

— el padre de Marlene está enfermo.— su voz era un susurro.— debo ayudarla, ella es una gran persona.

Constantine asintió, sintiendo la urgencia de la situación.

— pero no se preocupe. Gracias a mis contactos familiares, he conseguido a un sanador excepcional que puede ayudar.

— ¿Quién es él? Si es muy caro puedo pagarlo con los gastos que ella necesite.— inquirió Teresa, su mirada fija en él, esperando una respuesta que pudiera aliviar su inquietud.

— es Noah Chanlier.— dijo Constantine con firmeza.— y no se estimé en gasto, majestad, ya está todo arreglado.

Noah era conocido en otros continentes, mientras que en este imperio no era tab conocido.

Cuando finalmente se retiró del despacho de la emperatriz, Constantine se dirigió a su habitación con la carta que era para él aún en mente. Se sentó al borde de la cama, sintiendo el peso del día sobre sus hombros. La carta de Marlene, que había leído el día anterior, le había dejado una huella profunda. En ella, Marlene describía su tiempo juntos, cada pequeño gesto, cada conversación que había compartido con él.

“ eres el único hombre que me tolera a pesar de lo loca e impulsiva que soy. Por eso, temo en mi verte más para cumplir con mi deber. No puedo dejar sola a mi familia, he sido egoísta a lo largo en mi vida solo por pensar en mi sueño, pero recuerdo que todo lo que soy se lo debo a ellos... Espero que está separación solo sean poco tiempo"

Eran en mayoría las palabras que estaba escrito en esa carta, y esas palabras resonaban en su mente. Constantine se sentía un torbellino de emociones, atrapado entre la tristeza de su partida y la calidez de sus recuerdos. La carta era un recordatorio de lo efímero de las conexiones humanas, y su significado le pesaba más de lo que podría haber imaginado.

— solo espérame Marlene.

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Esperó unos días, contando las horas hasta la llegada de Noah, el sanador que esperaba pudiese ayudar al padre de Marlene. Finalmente, el día llegó, y la figura de Noah apareció ante el palacio, un hombre que llevaba el emblema de su familia al lado del corazón. Sus cabellos rosados caían con elegancia sobre su frente, sus ojos azules brillaban con una intensidad que parecía desafiar el gris del cielo nublado.

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— disculpe, ¿Puede buscarme a Constantine?— comentó Noah hacia una sirvienta.

A primera vista, Noah había dejado la impresión de ser un hombre serio y reservado, pero Constantine sabía que era lo contrario.

— bienvenido al palacio de Erzerbet.— dijo Constantine, extendiendo la mano en un gesto de cordialidad. Noah tomó su mano con firmeza, una sonrisa genuina iluminando su rostro.

— gracias, Constantine. El viaje fue agotador, pero no podía dejar a un amigo sin ayuda.— respondió Noah, sus palabras llenas de sinceridad.

El albino llevó al sanador al jardín principal.

— por favor, siéntate.— señalando un banco en el kiosko de los jardines de la emperatriz, un lugar que había sido testigo de muchos encuentros importantes. Antes de que pudiera iniciar la conversación, Noah lo interrumpió.

— sé que hay una urgencia, pero…

Constantine rió, recordando lo glotón que era Noah, un rasgo que había olvidado en medio de la seriedad de la situación.

— nunca cambias...— llamando a una sirvienta para que atendiera la solicitud de tráele comida al invitado. — eres digno hijo de tu madre, Pandora Chanlier.— comentó Constantine.

— es el único rasgo que heredé de mi madre...

— claro... Y el cabello rosado supongo qué no vale. Y la actitud tan positiva y activa tampoco...

— tienes razón. Heredé la mayoría de mamá.

Después que Noah comió como un batallón, sintiendo la presión de su estomago por la llenura. El fiel sirviente le cuenta la historia sobre la situación del padre de la joven modista y que es lo que quiere hacer.

— no hay problema, puedo sanar cualquier enfermedad. Hasta una amputación. Ahora, ¿Cuál es la dirección de la casa de la familia de Marlene? Constantine.

Preguntó, su voz firme, casi resonante. Constantine, que había estado sumido en sus pensamientos, no dudó en proporcionarle la información. Había estado investigando a la modista, su familia y todo lo que podía ser útil para encontrarla.

— ella ahora están en el valle Creus. Cerca de las montañas de fauna.

— de acuerdo. Es un viaje de un día pero puedo llegar sin problema. Puedes ir conmigo.— dijo Noah, su mirada intensa. —si es hasta el valle de Creus, podrías ausentarte unos días sin que nadie lo note demasiado.

En ese instante, Constantine sintió la atracción de la aventura, de la posibilidad de ver a Marlene, de acercarse a ella. Pero el deber, ese inquebrantable deber que lo había mantenido fiel a los emperadores, lo detuvo en seco.

— no quisiera dejar mis responsabilidades.— respondió Constantine, su voz un susurro lleno de conflicto.

Sabía que su lealtad no era solo un trabajo; era un compromiso que había sido heredera por su padre, y de sus anteriores parientes, pero la idea de dejar de lado todo para acompañar a Noah lo tentaba de una manera que no puede rechazar.

— Marlene ha sido una persona única en mi vida. No quiero que se aleje de mí.

— lo tomaré como un si. Quizás ella te necesita tanto como tú la necesitas a ella. A veces, el deber puede esperar un momento. Lo que sientas por ella es más importante que cualquier orden que te hayan dado.

Constantine se levantó de su asiento, la decisión comenzando a formarse en su mente.

— te presentaré a la emperatriz Teresa.— dijo, y la idea de que alguien tan importante como Noah lo acompañara le dio una chispa de valor para pedirle solo una cosa.

Noah suspiró, aceptando la propuesta. La emperatriz, Teresa, se encontraba en el jardín del palacio, rodeada de su familia. El emperador Howard y su hijo Gael compartían un momento de risa, un respiro de alegría en medio de sus responsabilidades. Aunque parecían serios sobre el asunto de una salida improvisada.

— quizás podemos ir a la plaza. A Gael le gusta mucho.

— ¿Y si nos vamos a la feria?... Aún está por la temporada.

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Constantine pidió permiso para acercarse y, en un gesto de respeto, presentó a Noah como el hijo de los duques Chanlier y un gran sanador. Teresa y Howard, con sonrisas acogedoras, lo recibieron con calidez.

— bienvenido, joven. Creo que he escuchado de tu familia. Hijo del duque Vincent y la duquesa Pandora ¿No es así?— dijo Howard, su voz profunda y reconfortante, Noah asiente antes las palabras.— Es un honor tenerte aquí.

Sin embargo, la atmósfera cambió ligeramente cuando Constantine mencionó que se iría por unos días para acompañar a Noah.

— pido permiso para ausentarme.— mencionó, su voz inmutable.

Teresa, con un aire de comprensión y un poco de sorpresa, le respondió

— eres libre de ir a donde desees, Constantine. No eres un esclavo de la corona, sino un hombre que ha elegido servir. Ve y regresa cuando te sientas seguro de hacerlo. Tienes mi permiso. Sí es por Marlene, puedes ausentarte todo lo que necesites.

— lo mismo digo.— agregó Howard.— Si tienes asuntos importantes, no te preocupes. La corte puede continuar sin ti por un tiempo. Aunque, me hará falta un ayudante en la oficina.

Gael levanta la mano entusiasmado.

— ¡Yo papá, yo!

Howard lo alza y le dice que es el candidato perfecto para ser su nuevo ayudante.

El agradecimiento brilló en los ojos de Constantine. Una mezcla de alivio y emoción lo envolvía mientras le ofrecía una reverencia.

En el camino hacia la salida del palacio valle de Creus, Noah interrumpió el silencio que los envolvía y preguntó.

— creí que te ibas a rehusar para acompañarme.

Constantine miró al frente, con determinación.

— el trabajo ha sido lo único que he conocido en la vida.— admitió.— pero desde que conocí a Marlene, entendí que hay mucho más por lo que luchar y vivir. El servicio a los emperadores es solo un trabajo, pero Marlene… ella es única en la vida. Ella es la razón por la que quiero romper mi perfección.

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Muchas gracias por leer. No olviden dejar su preciado me gusta en el capítulo 💕