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Amor En Tiempos De Guerra

Amor En Tiempos De Guerra

Status: En proceso
Genre:Aventura / Amor prohibido / Amor a primera vista / Amor en la guerra / Romance oscuro
Popularitas:827
Nilai: 5
nombre de autor: Tania Uribe

Yo antes era una espía y asesina respetada por todos, temida por todos, la más importante y reconocida por todos aquellos que oían mi nombre temblaban del terror y la desesperación que sentían al oír de mí. Creía que lo tenía todo, incluso creía que tenía a mi lado a un hombre que me amaba y respetaba como mujer y compañera de equipo. Desgraciadamente estaba muy equivocada y terminé por ser traicionada por él y por la gente que creía que me era leal, pero ni siquiera eso.

Ese día perdí todo y terminé por ser arrestada, humillada, maltratada, casi violada por uno de los custodios que me llevaba a ser finalmente encarcelada, sin juicio alguno en cual pudiera defenderme; era frustrante dado que yo fui una de las personas que propuso que todo criminal, sin importar su rango no tendría un juicio sino que en cambio iría directamente a "Azgaard" la más cruel y sanguinaria cárcel clandestina que el mismo maldito Hitler autorizó sin haber consultado a sus generales y consejeros.

NovelToon tiene autorización de Tania Uribe para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 1.

SOFÍA

Me hallaba dentro de un camión verde olivo, donde íbamos decenas de mujeres, además de mí, agotadas, hambrientas, cansadas de estar sentadas en bancas de madera deterioradas y a punto romperse.

Todas las que estaban a mi alrededor estaban temblando, no sólo por el frío que hacía dentro del camión de acero, sino por el miedo y la desesperación que se reflejaba en el rostro de cada mujer que estaba dentro del camión conmigo.

Aquel camión daba una sensación de claustrofobia, no tenía ventana alguna y era algo sofocante. No había luz, todo estaba a oscuras.

Finalmente el camión se detuvo y eso provocó un pánico masivo en todas, pero ninguna gritó dado que si alguna hacia algún sonido era una sentencia de muerte segura. No habíamos sido advertidas pero sí sabíamos que de hacer el más mínimo ruido sería nuestro fin.

Así que simplemente nos quedamos calladas sin movernos. Entonces las puertas dobles metálicas de la parte trasera del camión fueron abiertas, fuimos cegadas por la luz del sol, un par de carceleros nazis vestidos de negro con el emblema nazi en el pecho de la chaqueta nos sacaron de ahí de un salto al suelo de tierra mojada que era en esencia lodo y era pegajoso de lo que supuse que era el patio delantero de la cárcel.

Esos Soldados nos llevaban como si fuéramos animales a punto de ser sacrificadas dentro de un matadero. Nos costaba caminar debido a que todas estábamos sujetadas a unos grilletes y cadenas pesadas de acero para que no escaparamos corriendo en cuanto bajáramos del camión.

Tenía el presentimiento de que una o más bien todas nosotras, sentimos el enorme deseo y necesidad de correr, sabiendo que no teníamos oportunidad alguna de escapar sin antes ser acribilladas a tiros.

Caminaba en fila detrás de las mujeres que bajaron antes que yo del camión. Me tomé el atrevimiento para observar a mi alrededor para poder estudiar la cárcel en la que estaba.

Y para mi desgracia el camión que me trajo con las demás, quedó en fila detrás de otro camión lleno de mujeres y entre medio de varios camiones que se extendían más atrás en un patio extenso de tierra mojada.

Observé a las demás mujeres llorosas y muertas de miedo, que caminaban en fila siendo empujadas por los Celadores, descubrí que éramos cientos de mujeres entre estas judías, gitanas, polacas, españolas, rusas y cristianas jóvenes. Ninguna parecía tener más de veinticinco años, y temía que todas eran solteras sin hijos. Tenía un mal presentimiento.

Parecía que a todas nos habían elegido y apartado de las que eran casadas. Empecé hacer conjeturas acerca del motivo por el que habían hecho esa clasificación.

Entonces recordé lo que habían dicho esos Soldados de la SS que me habían arrestado y apartado de las mujeres que eran casadas de las solteras.

Tenían una lista con nuestros nombres preparada, ellos sabían muchas cosas de todas nosotras, desde dónde vivíamos, dónde nacimos y a qué nos dedicábamos, lo cual en mi caso no me extrañaba pero lo que no sabía era por qué... me habían elegido a mí, pero no lo pensé mucho.

Continué estudiando el lugar que me rodeaba, viendo sí había una posible ruta de escape. El extenso patio estaba rodeado de una muralla muy gruesa, muy alta y de piedra y concreto, además de tener un enrejado eléctrico de púas.

La muralla tenía un pasillo ancho donde se paseaban en lo alto de los gendarmes o más bien, eran los vigilantes Soldados Nazis con armas de fuego en mano.

No había manera de escalar o de atravesar esa muralla que era vigilada por varios vigías armados hasta los dientes, seguí estudiando el edificio de la cárcel. El edificio tenía al menos unos diez pisos, no podía decir con exactitud cuántos metros tenía de largo, pero podía calcular que eran al menos unos novecientos metros o hasta más, además de que se perdía para atrás, en forma de U.

Esa cárcel era aprueba de fugas, sin duda alguna la única forma de escapar de ese lugar era salir por la puerta grande o tal vez ni eso, debido a que se podrían amontonar los cadáveres en las fosas comunes que vi a un costado de la parte trasera de la cárcel.

La cárcel estaba construida con piedra, ladrillos y concreto. No se miraban ventanas y era un lugar impenetrable y lúgubre, era un espacio opresor y cerrado.

Y no ayudaba en nada en que estuviéramos vigiladas en el patio, por miles de Celadores armados con sus expresiones frías y calculadoras.

Noté a otro grupo reducido de Soldados de alto mando guiando el modo en que nos estaban colocando en el patio por los gendarmes armados.

Todas fuimos puestas en fila y luego con voz de mando nos hicieron girar hacia la izquierda para mirar hacia el frente y yo en automático lo hice, era algo que ya traía, era algo así como una costumbre que ya tenía de forma inconsciente, luego de pasar por un intenso y cruel entrenamiento desde niña.

Se formó un grupo considerable de prisioneras y temía que en los días siguientes traerían a más desafortunadas. Los que dirigían el lugar nos miraban con suma atención bajo un intenso y mortal silencio.

Eran exactamente diez Celadores Jefes, de esos diez parecían ser de los pisos de la cárcel.

Aquel juicio me hizo temblar un poco y era como sí... nos estuvieran evaluando y etiquetando como si fuéramos algún producto que estaba por ser vendido de acuerdo a nuestra calidad.

El Alto Mando de la cárcel vestía completamente de negro de pies a cabeza, llevaban la gorra puesta, luciendo muy orgullosos sus uniformes almidonados, me percaté de que todos eran jóvenes hombres y bien parecidos.

Sobretodo uno de ellos no tenía más de veinticinco años, tenía un presencia imponente y opresora, era alto y esbelto, además de fuerte. Su postura era elegante, erguida y con mucha seguridad.

Destacaba por su expresión seria e indiferente. Parecía intimidar a todos, sin excepción alguna. No fui la única que se percató de que en sus manos enguantadas con un par de guantes de cuero negro llevaba una fusta negra de cuero, ese tipo realmente era muy apuesto.

Nunca antes había visto a alguien tan elegante, apuesto y seguro de si mismo como ese Celador. Me preguntaba quién era, ¿Acaso era el Alcaide? No lo creía porque... era demasiado joven, pero debido a su carácter serio e intimidante, bueno... eso era una posibilidad.

Jamás había visto a un hombre con el cabello tan rubio como él. Su piel era casi tan blanca como la luna, sus ojos eran azules como el mar mismo. Era evidente que él nunca había sonreído en su vida.

Parecía sentir aburrimiento y fastidio, pero pese a su expresión pude apreciar perfectamente la forma de sus labios carmesí, sensuales y carnosos. Inmediatamente sentí un cosquilleo desde la punta de dedos hasta el resto de todo mi cuerpo, cuando ese hombre cruzó miradas conmigo.

Me observó por un largo tiempo, pese a que fueron unos segundos. Pero a pesar de que le odiaba y a la vez lo aborrecía, mantuve la mirada fija en él con valentía, él y los demás Soldados en esa cárcel a mi parecer eran demonios traicioneros con forma humana.

Quizás los demonios del infierno no sean tan traicioneros como los Nazis.

La intensa mirada y cruel de ese rubio Celador me erizaba la piel y desbocaba los latidos de mi corazón. Mi vientre era un lío de nervios, no comprendía cuál era la causa de mi apresión y nerviosismo. Nadie había podido impresionarme o con solo una mirada poder desequilibrar por completo todo mi ser y fortaleza, tal y como lo hacía esa persona con el simple hecho de mirarme.

Me negué a bajar la mirada, no iba a ceder ante su mirada intensa y arrogante. No me sentía para nada inferior a él, ¡jamás me haría ser una mujer sumisa! ¡Ni mucho menos ser su esclava!

Era todo menos una traidora, mi único pecado fue confiar y amar a la persona equivocada en cada aspecto.

Él no era nadie para decidir quién tenía derecho a vivir y quién no, yo no era propiedad de nadie y todos esos hombres, incluyéndolo a él... no me iban a arrebatar mis deseos de ser libre y de ser escuchada.

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