⚠️𝗔𝘃𝗶𝘀𝗼 𝗜𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗻𝘁𝗲⚠️
𝗖𝗼𝗻𝘁𝗶𝗲𝗻𝗲:
🔺Faltas de ortografía
🔺Palabras vulgares
🔺Escenas sensibles para algunos lectores
𝙎𝙞 𝙪𝙨𝙩𝙚𝙙, 𝙣𝙤 𝙡𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖 𝙚𝙨𝙩𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙩𝙚𝙣𝙞𝙙𝙤𝙙, 𝙖𝙝𝙤𝙧𝙧𝙚𝙨𝙚 𝙡𝙖𝙨 𝙙𝙚𝙣𝙪𝙣𝙘𝙞𝙖𝙨 𝙮 𝙨𝙪 𝙩𝙞𝙚𝙢𝙥𝙤. 𝙔 𝙨𝙞 𝙖 𝙪𝙨𝙩𝙚𝙙 𝙡𝙚 𝙜𝙪𝙨𝙩𝙖, 𝙗𝙞𝙚𝙣𝙫𝙚𝙣𝙞𝙙𝙤 𝙨𝙚𝙖 ❤
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No es un alfa cualquiera.
Punto de vista de Emil
Ya era tarde. Muy tarde. Tanto que el silencio de la noche dolía. Estaba sentado en mi cama con la caja de chocolates aún cerrada frente a mí. No la había tocado. No podía. Sentía que si abría ese envoltorio brillante, estaría aceptando algo. Algo que no entendía, pero que cada parte de mi cuerpo reconocía.
Me levanté de golpe.
Fui directo a la ventana y aparté la cortina. Nada. Pero sentía ojos encima. Lo juro. Como si el aire tuviera una densidad distinta, como si hubiera un par de ojos ocultos entre las ramas del árbol de la esquina, mirándome.
Revisé de nuevo.
Nada.
Mi reflejo en el vidrio me devolvió la cara de un lunático.
—Estoy perdiendo la cabeza… —susurré. Pero volví a mirar. Y otra vez. ¡Y otra!
—¿¡Qué estás haciendo, enfermo!? —la voz de Nicol me hizo girar de golpe.
—¡Nada! ¡Revisaba si llovía!
—Con cara de psicópata y en calzoncillos. Muy creíble. —dijo cruzada de brazos, desde el marco de la puerta—. ¿Te metiste algo? Te juro que si encuentro una jeringa…
—¡No me drogo, Nicol! ¡Y salí de mi cuarto!
—¿Qué pasa? —Karen se asomó detrás, comiéndose unas papas.
—Nuestro querido hermanastro está esperando que baje un ovni, parece.
—¡O capaz el alfa misterioso viene a llevarlo volando en brazos! —Karen soltó una carcajada burlona—. Soñá, Emil. Ningún alfa decente va a querer algo con vos.
Sentí cómo me hervía la sangre.
—Y sin embargo, uno ya lo hizo. ¿O no te diste cuenta de la marca en mi cuello?
Silencio. Nicol se quedó mirándome con esa expresión que mezclaba asco, sorpresa y ganas de gritarme mil cosas. Karen solo alzó una ceja.
Me di la vuelta y cerré la puerta con fuerza.
Ya no podía más.
**
Al día siguiente, llamé a Paul y Alex. Les pedí que vinieran. Ni siquiera discutieron.
—¿Te pasa algo raro o te pasó algo raro? —preguntó Alex apenas entró. Tenía una bolsa de donas en la mano y suéter con calaveras. El típico estilo “tengo hambre, pero me importa tu salud mental”.
—Ambas —respondí, y les mostré la caja de chocolates.
Paul la miró como si fuera un artefacto alienígena. Se puso guantes. Literalmente.
—¿Y esto lo recibiste ayer?
—Con una tarjeta. Alemán otra vez. Dice “Estoy más cerca de lo que piensas”.
Alex chifló bajito.
—Eso ya no es sexy, eso es acosador.
—Y lo peor es que… —me callé. Tragué saliva—. Tiene el mismo perfume.
Paul abrió su laptop de inmediato. Mientras Alex devoraba una dona como si no estuviera pasando nada, él escribía palabras clave, marcas, comparativas.
—Listo —dijo después de unos minutos—. Esta marca… no se consigue en tiendas comunes. Es un producto exclusivo. Edición limitada. Solo está en hoteles cinco estrellas. Algunos en Europa, pero… —pausa dramática— también hay uno acá. En Manhattan.
—¿Qué? —dije yo, helándome.
—Sí. El “Schloss Manhattan”, un hotel alemán para diplomáticos y empresarios. Carísimo. ¡Solo entrar al lobby cuesta más que mi matrícula!
Alex se cruzó de brazos, con una sonrisa rara.
—Entonces, lo que sea que te está mandando cosas… no es un alfa cualquiera.
Yo solo me quedé ahí. En silencio.
No era un juego.
No era un adolescente.
Ni siquiera era solo “un alfa”.
Era alguien con poder, dinero… e interés. En mí.
Y eso era más aterrador que todo lo demás.
También dijo que el alfa no cree que lo conozca, pero el Alfa ya le había mandado cosa a Emil. hay muchas incoherencias.