En un mundo roto por criaturas sin alma, un chico despierta en un bosque, su mente vacía, con solo un cuaderno para anclar su existencia. Rescatado por Ana, una joven arquera, y su hermano León, se une a su peligrosa búsqueda de un refugio seguro en Silverpine.
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¿Nuevo objetivo? Capítulo 18
Joel corre frenéticamente por un bosque oscuro y difuso, las ramas arañándole la piel mientras el sonido de su respiración entrecortada llena el aire. De pronto, una figura borrosa de mujer aparece frente a él, su rostro apenas discernible en la niebla.
—¡Vas a matar a todos! —grita con una voz que resuena como un eco tormentoso, sus palabras clavándose en su mente.
Joel se detiene, el pánico apoderándose de él, cuando de repente todo se desvanece.
Despierta con un jadeo brusco en una carpa del campamento rebelde, la luz de la mañana filtrándose por las rendijas de la lona. El dolor lo atraviesa: el brazo herido pulsa con un latido sordo, y su cuerpo entero se siente como si hubiera sido aplastado. Se sienta lentamente, la cabeza zumbándole, confundido por la pesadilla que aún resuena en su memoria.
—¿Qué fue eso? —murmura, pasándose una mano temblorosa por la cara sudorosa.
La imagen de la mujer y su advertencia lo persiguen, mezclándose con el recuerdo de la bestia del bosque. Fuera de la carpa, el campamento comienza a moverse con el bullicio matutino, pero dentro, Joel se queda solo con su dolor y su desconcierto, intentando descifrar si fue solo un sueño o una premonición.
Mientras afuera en la puerta de la base rebelde, el sol de la mañana arroja una luz suave sobre el campamento mientras León y Zoe están de pie, revisando el perímetro. León, con el arco en la mano, rompe el silencio con una mirada preocupada.
—Mark mencionó un monstruo gigante anoche —dice, su voz cargada de incertidumbre—. Pero ¿qué es?
Zoe, con la katana colgada al hombro, frunce el ceño y sacude la cabeza.
—No sé —responde, su tono pensativo—. Siempre escuché las leyendas de las bestias del bosque, pero nadie vio una nunca.
Su mirada se pierde en la línea de árboles, como si intentara recordar algo más allá de los cuentos. León se detiene, sus ojos abriéndose mientras un recuerdo emerge.
—Espera —dice, volviéndose hacia Zoe—. En la marcha que hicimos hacia la muralla de los Cuervos, creo que vi una bestia... o algo gigante.
Su voz tiembla ligeramente, recordando la silueta imponente que creyó haber visto entre las sombras.
—No estaba seguro entonces, pero ahora... tal vez no fue mi imaginación.
Zoe lo mira, sorprendida, y asiente lentamente.
—Si es verdad, esto cambia las cosas —murmura, su expresión endureciéndose mientras considera las implicaciones.
El viento sopla entre los árboles, como si el bosque mismo guardara el secreto de esas criaturas.
La luz de la mañana se cuela por las rendijas de la ventana de la cabaña, bañando el interior con un resplandor suave. Ana despierta lentamente, sus ojos ajustándose a la claridad, y gira la cabeza para encontrar a Emma a su lado. Están cuerpo contra cuerpo, el calor de sus cuerpos aún compartido dentro del saco de dormir, un recuerdo tácito de la noche. Emma, también despierta, la mira con una sonrisa juguetona y susurra:
—¿Cómo dormiste?
Sus rostros están muy cerca, los labios casi rozándose, el aire entre ellas cargado de una tensión dulce y silenciosa. Antes de que puedan decir más, la puerta cruje y Robert entra desde afuera, su figura encorvada cargando un balde de agua.
—¡Ah, ya están despiertas! —dice con voz rasposa, dejando el balde en el suelo con un golpe sordo—. Fui a por agua —añade, ajeno al momento, mientras se sacude las manos y mira a las dos con una sonrisa cansada.
Ana y Emma se separan rápidamente, el rubor subiendo a sus mejillas mientras intentan recuperar la compostura. El crepitar de la chimenea, ahora casi apagada, llena el silencio incómodo, mientras Robert comienza a preparar el agua para el día.
Mark entra en la carpa donde Joel está recostado, el brazo vendado y el rostro aún marcado por la fatiga de la noche anterior. Se detiene junto a él, cruzando los brazos, y pregunta con voz grave:
—¿Estás bien?
Joel, moviéndose lentamente, asiente y murmura:
—Sí, creo que sí.
Su mirada se pierde un momento, todavía atrapada en los ecos de la bestia y la pesadilla. Mark se sienta en una silla improvisada, su expresión endureciéndose.
—Tenemos que hablar de cómo llegar hasta Silverpine —dice, directo al grano.
Joel lo mira confundido, frunciendo el ceño.
—¿Y los rebeldes? —pregunta, su tono cargado de incertidumbre.
Mark lo interrumpe, encogiéndose de hombros.
—¿Qué pasó con ellos? —resopla, como si el tema le importara poco.
—Vamos, Mark, sabes de qué hablo —insiste Joel, la voz subiendo—. ¿Quieres que nos vayamos sin ayudarlos?
Mark se pone serio, su mirada clavándose en Joel.
—No es nuestro problema. Dejemos al Capitán y a los rebeldes y toda esta mierda. Vamos a lo nuestro, Silverpine.
Joel se incorpora, el dolor en su brazo olvidado por un momento.
—No, ellos nos salvaron la vida —argumenta, su voz temblando de emoción—. Ellos solo quieren recuperar su pueblo para que las casas sean un poco como antes. Tenemos que ayudarlos.
Mark lo mira fijamente, su rostro endureciéndose aún más.
—¿Vamos a poner nuestras vidas por un pueblo de mierda? —replica, su tono cortante, dejando un silencio tenso entre ellos.
El aire dentro de la carpa se carga de tensión mientras Joel y Mark se miran fijamente, el silencio roto solo por la respiración agitada de Joel. De pronto, la lona se abre y Robb entra, su rostro aún pálido, pero con determinación en los ojos.
—Oigan, paren —dice, levantando las manos para mediar—. No peleemos entre nosotros, no ahora.
Su voz tiembla un poco, pero su intención es clara. Antes de que Mark pueda responder, la voz de León se escucha desde la entrada, donde ha estado escuchando en silencio.
—Me uno a esto —dice, entrando con el arco en la mano, su expresión seria pero preocupada.
Se acerca a Joel, poniéndose a su lado.
—Los rebeldes nos dieron refugio, nos cuidaron. No podemos abandonarlos.
Joel, fortalecido por el apoyo, se vuelve hacia Mark con renovada determinación.
—Mira, Mark —dice, su voz firme a pesar del dolor—. No se trata solo de un pueblo de mierda. Se trata de la gente que aún está ahí, como Ana, como mi hermana. Ellos luchan por algo que nosotros también queremos: una vida donde no tengamos que huir todo el tiempo. Si los ayudamos a derrotar al Capitán, Silverpine será más seguro para nosotros también. No es solo por ellos, es por nosotros.
Su mirada suplica comprensión, el argumento resonando con la esperanza que aún lleva dentro. Mark aprieta el hacha en sus manos, su rostro endurecido por un momento, pero la presencia de Robb y León parece ablandarlo. Suspira profundamente, mirando a Joel.
—¿Y si morimos por esto? —gruñe, pero hay una vacilación en su tono, como si el argumento de Joel comenzara a calar.
Robb interviene de nuevo, más seguro.
—Podemos planearlo bien. No tenemos que morir. Somos un equipo, ¿no?
León asiente, añadiendo:
—Juntos somos más fuertes.
La carpa se llena de un silencio expectante, todos esperando la decisión de Mark.
El silencio en la carpa se tensa mientras los cuatro esperan la respuesta de Mark, sus miradas fijas en él. Finalmente, Mark suelta un gruñido profundo, aflojando el agarre en el hacha.
—Está bien —acepta, su voz ronca pero decidida—. Por lo menos quiero pegarle una y otra vez en la cara al Capitán.
Una sonrisa torcida se dibuja en su rostro, y los demás sueltan un suspiro de alivio. Joel asiente con entusiasmo, el dolor en su brazo olvidado por un momento.
—Los ayudamos —dice, mirando a cada uno—. Buscamos a Ana y vamos hasta Silverpine.
Su voz lleva una mezcla de esperanza y resolución, y los demás asienten en acuerdo. Robb, con una sonrisa tímida, añade:
—Juntos, como equipo.
León, apretando el arco, confirma:
—Sì, por Ana y por el pueblo.
Los cuatro se miran, un entendimiento tácito sellando su alianza. Mark se pone de pie, ajustando el hacha.
—Entonces, ¿cuál es el plan? —pregunta, su tono más colaborativo.
Joel, animado, comienza a hablar de coordinarse con Zoe y los rebeldes, mientras la carpa se llena de una energía renovada, el objetivo compartido uniendo sus destinos en la lucha contra el Capitán.
El amanece tiñe el pueblo de Grayskull con tonos rojizos mientras el Capitán, con su máscara imponente, se para frente a un grupo de Cuervos que suben a autobuses y camionetas desgastadas, listos para partir. Las armas chocan entre sí, y el murmullo de los soldados llena el aire. Antes de subir, el Capitán alza la voz, su tono resonando con autoridad:
—La base rebelde está lejos —dice, señalando hacia el horizonte—. Acuérdense, hay que acabar con la base. Acuérdense de los muertos que hubo en la batalla. Acuérdense de que esto lo hacemos por un mejor futuro. ¡Vamos, Dios está con nosotros!
Los Cuervos asienten, algunos cruzándose el pecho en un gesto de fe, mientras otros cargan sus rifles con determinación. El Capitán sube a la camioneta líder, su figura imponente visible a través de la ventana, y da la orden de partir. Los motores rugen, levantando polvo mientras la caravana se pone en marcha hacia el bosque, el sonido de las ruedas mezclándose con los cánticos de guerra que algunos entonan, listos para cumplir la promesa de venganza.
Nota 18
Las manos me tiemblan mientras escribo esto. Anoche soñé con el bosque otra vez, sombras con ojos brillantes... ¿bestias o mi mente jugando? Mark no quiere arriesgarse con los rebeldes, dice que no vale la pena si no ganamos nada. ¿Y si tiene razón? No sé si soy el líder que necesitan, no después de fallar antes, aunque no recuerdo cómo. ¿Debería insistir o dejarlo ir? Oí un rugido lejano... ¿me llama o me advierte? No sé quién soy, pero algo me empuja a decidir. ¿Qué estoy buscando?