Elysia renace en un mundo mágico, su misión personal es salvar a su hermano...
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Mark Klimber 1
La noche había caído sobre la mansión, y la habitación estaba iluminada solo por la luz cálida de las velas. Elysia descansaba acurrucada en el pecho de Hans, sus manos entrelazadas, y todavía podía sentir el calor de sus labios después de la última sesión de besos.
Hans la miró con intensidad, sus dedos jugando con un mechón de su cabello mientras su voz grave y suave llenaba el silencio:
—Brujita… —susurró, dejando un beso en su frente—. Dime algo… ¿cuándo te vas a ir a vivir conmigo?
Elysia levantó la cabeza apenas, sorprendida por la pregunta directa. Sus ojos se encontraron con los de él, profundos y oscuros, llenos de deseo y afecto a la vez. Por un instante, dudó, sonriendo con un dejo de timidez mezclada con picardía.
—¿Vivir contigo? —repitió, jugueteando con la punta de sus dedos—. ¿Ya me quieres tanto como para soportar mis dramas diarios, mis ideas locas y mis…—se mordió el labio, buscando las palabras—… mis pequeñas obsesiones?
Hans rió suavemente, dejando que su mano recorriera la espalda de Elysia.
—Sí, todo eso y más. No hay nada de ti que no quiera conmigo. —Se inclinó para besarla de nuevo, esta vez lento y profundo, como sellando la promesa—. Así que dime… ¿cuándo?
Elysia cerró los ojos un momento, dejando que sus pensamientos se mezclaran con la emoción y la seguridad que sentía a su lado. Finalmente, con una sonrisa traviesa pero decidida, susurró:
—Pronto… muy pronto.
Hans la abrazó con fuerza, dejando que un nuevo beso sellara esa decisión tácita, mientras la noche avanzaba tranquila, y por primera vez, ambos podían imaginar un futuro compartido sin temores ni amenazas cerca.
Días después, mientras la luz del sol caía suavemente sobre la mansión, Elysia se encontraba en la sala revisando unos documentos que Hans le había traído cuando alguien llamó a la puerta.
—¡Hola, Elysia! —dijo una voz joven y confiada—. Soy Mark Klimber, amigo de tu hermano… ¿me recuerdas?
Elysia levantó la vista y lo reconoció al instante: un joven alto, de sonrisa encantadora y mirada atrevida. Antes de que pudiera reaccionar, Mark ya estaba sonriendo, con un gesto de coqueteo descarado.
—Vaya… —dijo, aproximándose un paso—. Tu hermano me habló mucho de ti. No puedo creer que una mujer como tú esté atrapada en una mansión todo el día... deberías acompañarme a pasear, o a caminar al bosque... salgamos ahora
Elysia sonrió con dulzura, pero firme:
—No puedo salir mucho, Mark. Mi… novio no me lo permite.
Mark rió con una mezcla de incredulidad y diversión:
—¿Novio? —dijo, arqueando una ceja—. No me digas que estás tan controlada. Vamos, dime la verdad.
Elysia suspiró, manteniendo la compostura:
—Te aseguro que no es mentira. Y aunque quisiera, la verdad es que no tengo ganas de salir…
Mark se encogió de hombros, riendo con desdén y sin darle demasiada importancia, como si la advertencia fuera solo un juego:
—Bueno, si tú lo dices… —murmuró—. Pero algún día tendré que comprobar si es cierto.
Esa noche, después de la visita, Elysia se lo contó todo a Hans mientras se recostaba en su pecho, todavía divertida por la audacia del joven:
—Hans… hoy vino un amigo de Ernesto, Mark Klimber —dijo, acariciándole el rostro—. Intentó coquetearme, pero le dije que no podía salir porque tú no me dejas.
Hans frunció el ceño, pero su expresión se transformó rápidamente en una sonrisa cargada de picardía y un poco de celos:
—¿Ah, sí? —dijo, bajando un beso lento sobre su frente—. No te preocupes, brujita… nadie coquetea contigo si yo estoy cerca.
Elysia rió suavemente, apoyando la cabeza contra su pecho.
—Espero que eso nunca cambie —susurró—.
Un par de días después, Mark Klimber volvió a aparecer en la mansión, supuestamente para visitar a Ernesto, pero sus ojos no podían evitar buscar a Elysia en cada esquina. La joven, con su natural simpatía, lo saludó con cortesía, pero sin darle margen para insinuaciones.
—Hola, Mark —dijo con una sonrisa educada—. Mandaré que te traigan un té... yo me voy...
Mark sonrió, ladeando la cabeza, y se inclinó un poco hacia ella con esa actitud descarada que ya le había caracterizado antes:
—Sí, es que… Ernesto está ocupado, pero tú… ¿qué tal? —sus ojos brillaban con un toque de picardía mientras intentaba acercarse más, ignorando el espacio personal de Elysia.
Pero antes de que pudiera dar un paso más, Hans apareció a su lado, con el rostro oscuro, la mandíbula tensa y los ojos fulminando al joven. Su presencia era imponente, y su mirada parecía capaz de quemar el aire a su alrededor.
—Mark Klimber —dijo Hans, con voz grave y peligrosa, cada palabra cargada de amenaza—. ¿Crees que es buena idea acercarte a mi mujer?
El joven dio un paso atrás, sorprendido por la intensidad de Hans, pero no podía evitar sentir cierto nerviosismo.
—Solo… hablaba —balbuceó—. No quería incomodarla.
Hans se inclinó apenas, acercando su rostro al de Mark, como si la mera proximidad pudiera transmitir su enojo y codicia.
—No hables de eso como si fuera una opción —susurró, casi con un filo amenazante—. Elysia no es tuya, ni nadie más que yo tendrá derecho a tocarla o mirarla así. ¿Entendido?
Mark tragó saliva, comprendiendo que no había escapatoria ante la furia de Hans.
—Sí… lo entiendo —dijo, con un hilo de voz, retrocediendo inmediatamente.
Elysia, aún sorprendida por la intensidad de Hans, se apoyó contra su brazo, con un dejo de diversión en los labios:
—Querido… creo que él entendió el mensaje.
Hans la rodeó con fuerza, apoyando su mano cerca de ella...
—Nadie toca a mi mujer… nadie.
Elysia sonrió, segura y complacida por la protección, mientras Hans la mantenía cerca, dejando claro que él no toleraría ninguna amenaza a su lado... por lo que salió tranquilamente del salón…
Quiero uno así💕💕