En "Lazos de Fuego y Hielo", el príncipe Patrick, marcado por una trágica invalidez, y la sirvienta Amber, recién llegada al reino de Helvard junto a sus hermanos para escapar de un pasado tormentoso, se ven atrapados en una relación prohibida.
En un inicio, Patrick, frío y arrogante, le hace la vida imposible a Amber, pero conforme pasa el tiempo, entre los muros del castillo, surge una conexión inesperada.
Mientras Patrick lucha con su creciente obsesión y los celos hacia Amber, ella se debate entre su deber hacia su familia y los peligros que acarrea su amor por el príncipe.
Con un reino al borde del conflicto y un enemigo poderoso como Ethan acechando, la pareja de su hermana Jessica, enfrenta los desafíos de un amor que podría destruirlos a ambos o salvarlos.
(Historia basada en la época medieval)
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Capitulo 24
Cuando llegué a casa, el frío seguía envolviendo todo como un manto espeso. Mi mente no podía dejar de girar alrededor de lo que había hecho. El beso, ese impulso repentino que había cedido con Patrick, me quemaba por dentro.
¿Cómo pude haber sido tan imprudente? Me sentía abrumada, atrapada entre la gratitud por lo que hizo por mí y el peso de mis propias emociones.
El príncipe Patrick… no podía dejar de pensar en él, en cómo me miraba, en el modo en que me tocaba. Todo estaba mal, pero al mismo tiempo, no podía ignorar lo que sentía.
Apenas crucé el umbral de la casa, el calor de la chimenea no me ofreció el consuelo que esperaba. Ahí estaba Jessica, sentada cerca del fuego, con el rostro húmedo de lágrimas. Mi corazón se rompió al verla así. Me acerqué lentamente, tratando de reunir fuerzas para consolarla, mientras el peso de todo lo que había sucedido esa noche me aplastaba aún más.
—Jess… —murmuré mientras me agachaba a su lado y le pasaba una mano por la espalda, intentando darle algo de alivio.
Ella me miró con los ojos enrojecidos, pero no dijo nada al principio. Sentí que las palabras no serían suficientes para sanar su dolor, así que simplemente me quedé ahí, a su lado, dejando que su llanto cesara poco a poco.
Sabía que todo lo que habíamos vivido la estaba afectando más de lo que quería admitir. Y yo, en ese momento, me sentía incapaz de hacer algo para protegerla.
Después de un rato, mientras Jessica seguía en silencio, noté que David me estaba observando desde la puerta, su expresión más seria de lo habitual. Me hizo una señal para que lo siguiera, y supe que algo andaba mal.
Me levanté con cuidado, dejando a Jessica junto a la chimenea, y lo seguí fuera de su vista. Mi corazón se aceleró, presintiendo que lo que iba a decirme no sería nada bueno.
—Amber, tenemos que hablar —dijo David en un susurro urgente mientras me llevaba hacia la parte más oscura de la casa, lejos de Jessica.
Sentí un nudo en el estómago, pero asentí, esperando sus palabras.
—He estado investigando lo del hombre que apareció en nuestra casa —continuó, con la voz grave, sin soltarme de la mirada—. Y descubrí algo... algo que no te va a gustar. —Hizo una pausa, como si estuviera eligiendo con cuidado las palabras que diría a continuación—. Creo que fue Ethan, el ex de Jessica, quien lo envió para matarnos.
Mi respiración se detuvo por un instante. Ethan... aquel hombre que había causado tanto dolor a Jessica. El solo escuchar su nombre me provocaba rabia y miedo a partes iguales.
—¿Estás seguro? —pregunté, tratando de mantener la calma, pero mi voz temblaba.
David asintió, sus ojos reflejaban la preocupación que sentía.
—He encontrado algunas pistas que lo conectan con todo esto. No tenemos pruebas definitivas, pero... todo apunta a él. Quiere vengarse, Amber. Y no parará hasta que nos haya destruido y cuando se enteré del embarazo, estará peor.
El pánico comenzó a apoderarse de mí. Sabía lo peligroso que era Ethan, y si lo que David decía era cierto, estábamos en grave peligro.
Sentí su mano en mi hombro, su agarre firme, como si intentara anclarme en la realidad mientras mi mente corría en mil direcciones.
—Tenemos que estar alerta —me advirtió—. No sabemos cuándo va a volver a intentarlo, pero ahora que sabemos que está detrás de esto, no podemos bajar la guardia. Hay que proteger a Jessica, y también a nosotros mismos.
Asentí lentamente, aunque por dentro todo se desmoronaba. La imagen de Patrick apareció fugazmente en mi mente. Después de todo lo que había pasado con él esa noche, ahora tenía que enfrentar esta nueva amenaza.
No sabía cómo iba a lidiar con todo esto, pero una cosa estaba clara: no podía permitir que Ethan nos hiciera más daño.
—Estaremos preparados —le respondí, aunque mi voz apenas fue un susurro.
Patrick, desde su cama, no dejaba de pensar en lo que había sucedido entre él y Amber. El beso que compartieron lo había revigorizado de una manera que nunca antes había experimentado. Había conocido a mujeres antes, muchas de ellas hermosas, y algunas hasta compartieron su lecho por dinero o por simple atracción, pero nunca había sentido esto.
Era un sentimiento que lo quemaba por dentro, algo más profundo que la lujuria pasajera a la que estaba acostumbrado. Esto era amor, o algo similar, y no sabía cómo manejarlo.
Esa noche, se unió a su familia en la cena, y aunque su cuerpo estaba presente, su mente seguía con Amber. Sus cuatro hermanos varones atractivos, guerreros, fuertes y inteligentes al igual que el, Leoric, Damon, Roderick y Theon, lo observaban con curiosidad. Dos de ellos, Leoric y Damon, estaban casados, y Roderick, el heredero al trono, tenía una presencia que lo hacía el centro de atención en cualquier lugar.
Por su parte, Theon, el más joven, aún disfrutaba de su libertad. Sus dos hermanas, Lady Elira, una fiera guerrera conocida por su habilidad con la espada, y Lady Selene, refinada y delicada, lo miraban también con curiosidad.
—¡Hermano!—exclamó Theon, levantando su copa de vino y dirigiendo una mirada burlona hacia Patrick—. Estás diferente hoy, ¿qué ha cambiado?
—Sí, Patrick, algo has hecho—agregó Roderick, golpeando su hombro en señal de camaradería.
Patrick les devolvió una sonrisa, intentando ocultar sus pensamientos, pero sabía que era en vano. Sus hermanos siempre habían sido su apoyo, pero también su mayor desafío, siempre buscando cualquier excusa para molestarse entre sí.
—¿Acaso has tenido buen s*xo, hermano?—intervino Leoric con una carcajada, dándole un golpe en el brazo.
La risa resonó por todo el salón, mientras Patrick se unía al juego, devolviendo las bromas con la misma energía. El ambiente se llenó de risas, bromas y comentarios irreverentes.
Era así como funcionaba su dinámica familiar; se comportaban como verdaderos guerreros, orgullosos y salvajes. La cena se convirtió en un torbellino de risas y voces fuertes, demostrando su hombría y la camaradería que compartían.
—¡Vamos, un poco de respeto por las damas presentes!—intervino su padre, Lord Alaric, aunque su sonrisa mostraba que también disfrutaba del caos de sus hijos.
La reina, Lady Macalistes, madre de Patrick, los observaba con una sonrisa suave, pero sus ojos brillaban con una intuición que solo una madre podía tener.
Ella lo conocía demasiado bien, y aunque no lo decía, sospechaba lo que estaba sucediendo con su hijo.
Lo había protegido desde pequeño, dándole siempre el apoyo necesario, y esa noche, aunque feliz por verlo con mejor ánimo, algo dentro de ella le decía que su corazón estaba atrapado en un dilema.
Los hermanos levantaron sus copas una vez más.
—Por la recuperación de nuestro querido Patrick—brindó Roderick, con una mirada orgullosa.
El vino se alzó, y entre el bullicio de la celebración, Patrick seguía atrapado en sus pensamientos.
Amber, su sonrisa, sus labios... era vomo si ya no pudiera pensar en otra cosa más que en ella. Aunque esa obsesión lo estaba consumiendo, se sentía más vivo que nunca.