Hiroshi es un adolescente solitario y reservado que ha aprendido a soportar las constantes acusaciones y burlas de sus compañeros en la escuela. Nunca se defiende ni se enfrenta a ellos; prefiere pasar desapercibido, convencido de que las cosas nunca cambiarán. Su vida se vuelve extraña cuando llega a la escuela una nueva estudiante, Sayuri, una chica de mirada fría y aspecto aterrador que incomoda a todos con su presencia sombría y extraña actitud. Sayuri parece no temer a nada ni a nadie, y sus intereses peculiares y personalidad intimidante la convierten en el blanco de rumores.
Contra todo pronóstico, Sayuri comienza a acercarse a Hiroshi, lo observa como si supiera más de él que nadie, y sin que él se dé cuenta, empieza hacer justicias.
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La nueva ingresada- Tarea imposible o posible
Poco después, atravesamos otro portal oscuro, esta vez hacia un bosque retorcido, donde los árboles parecían moverse con vida propia. El ambiente era opresivo, y cada sonido que escuchaba me ponía los nervios de punta. Las sombras parecían alargarse a medida que avanzábamos, y pronto me di cuenta de que no había vuelta atrás.
—Están cerca —dijo Kou, su voz apenas un susurro.
Sayuri asintió, sacando sus espadas de las sombras, mientras Dante y Claude parecían relajados pero alertas. Yo, por mi parte, me sentía completamente fuera de lugar, sin idea de cómo iba a sobrevivir a esto.
De repente, un gruñido bajo resonó entre los árboles, y mis ojos se abrieron de par en par cuando una figura oscura emergió de las sombras. Era un demonio, pero no como los que había visto estos. Este era salvaje, con garras largas y ojos brillantes que parecían perforarme el alma.
—Ahí tienes, humano —dijo Dante, con una sonrisa irónica—. Tu primer encuentro con un perro demonio. ¿Listo para demostrar tu valía?
—¡Cállate, Dante! —gruñó Sayuri, poniéndose en posición de ataque—. Hiroshi, quédate atrás. Esto no es un juego.
Antes de que pudiera responder, el demonio se lanzó hacia nosotros, y todo se convirtió en un caos.
El caos se desató en un instante. Sayuri cargó contra el demonio con una agilidad que parecía desafiar las leyes de la física. Sus espadas de sombras bailaban en el aire mientras lanzaba golpes rápidos y precisos. Dante, con su expresión fría y calculadora, se movió a su lado, desenvainando un arma que parecía más una extensión de él que un objeto cualquiera. Kou se quedó detrás, observando con calma, mientras Claude, por supuesto, parecía más interesado en verme reaccionar que en la batalla.
—¡Quédate quieto, Hiroshi! —gritó Sayuri, sin siquiera mirarme, mientras bloqueaba un ataque del demonio.
No tenía que decírmelo dos veces. Mi cuerpo estaba pegado al árbol más cercano, mis piernas temblaban y mis ojos seguían cada movimiento de la pelea. El demonio, una criatura enorme y salvaje, luchaba con una ferocidad que parecía inhumana —aunque eso no era sorpresa, considerando lo que era.
Dante logró herirlo en un costado, y el demonio rugió, el sonido resonando en el bosque como un trueno. Kou finalmente decidió intervenir, moviéndose con una velocidad impresionante para lanzar una especie de cadena hecha de luz que atrapó al demonio por un momento, aunque no duró mucho.
—No podemos mantener esto por mucho tiempo —dijo Kou con voz firme—. Si no hacemos algo pronto, escapará.
Claude, que hasta entonces había estado mirando la escena con una sonrisa divertida, se giró hacia mí.
—Bueno, humano. Es tu oportunidad. Demuestra que no eres solo un peso muerto.
—¿Qué? —balbuceé, mi voz quebrándose.
—Te dije que tenías que aprender a valerte por ti mismo. Así que adelante. Ve y ayuda. —Su tono era casi burlón, pero había algo en su mirada que sugería que hablaba en serio.
—¡Claude! ¡Basta de juegos! —gritó Sayuri, mientras bloqueaba otro ataque del demonio.
Pero Claude no se inmutó. En cambio, me empujó ligeramente hacia adelante, obligándome a tropezar unos pasos.
—¡Vamos, Hiroshi! Usa tu cerebro humano. ¿No quieres demostrar que puedes ser útil? —dijo con una sonrisa.
Miré la escena frente a mí. Sayuri y Dante estaban agotados, Kou seguía intentando mantener las cadenas, pero el demonio era demasiado fuerte. Podía ver que el control del combate estaba a punto de cambiar a favor de la criatura. Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando algo, cualquier cosa que pudiera hacer.
Entonces recordé lo que Kou había dicho antes.
—¡Solo pueden ser eliminados con la espada del jefe! —grité, mis palabras sonaban desesperadas—. ¿Por qué no tenemos una?
Kou me miró por un momento, y luego una sonrisa leve apareció en su rostro.
—Buena observación. Pero no estamos aquí para matarlo, solo para someterlo.
Otro portal se abrió detrás de nosotros, y apenas tuve tiempo de respirar cuando el aire a nuestro alrededor se cargó de una energía oscura. Más demonios surgieron del portal, sus ojos brillaban como brasas encendidas. Eran muchos, mucho más de lo que cualquier pelea anterior había supuesto. Los vi lanzarse hacia Sayuri, Dante, Claude y Kou con una furia descontrolada. Pero lo más extraño era que ninguno de ellos me atacó. Parecía que ni siquiera me veían como una amenaza.
Me quedé paralizado por un momento, pero algo llamó mi atención. Entre todo el caos, un demonio estaba parado en silencio, observándonos. Era más alto que los demás, su presencia irradiaba un poder que hacía que el aire a su alrededor se sintiera pesado. En su mano, sostenía un arma que me hizo sentir un frío en el alma: una espada negra con detalles rojos que parecían pulsar como si tuviera vida propia.
Esa era la espada que Kou y Claude habían descrito.
—¡Espera...! —traté de decir algo, pero mi voz quedó atrapada en mi garganta.
Los demás también lo notaron. Por primera vez, los vi tensos, casi aterrados. Sayuri retrocedió un paso, sus espadas de sombras temblaban ligeramente en sus manos. Dante frunció el ceño, su expresión fría se quebró por un instante. Claude dejó de lado su actitud relajada y se colocó frente a mí, su mirada fija en el demonio que sostenía el arma.
—¡Esa espada! —murmuró Kou, con un tono de incredulidad.
—¿Cómo es posible que tengan eso...? —dijo Dante entre dientes, su voz cargada de furia y sorpresa.
—¿Qué está pasando? —pregunté, pero ninguno respondió.
Los demonios que nos rodeaban dejaron de atacar. Todos se detuvieron y giraron su atención hacia el demonio con la espada. Su presencia parecía controlar a los demás, como si fuera su líder. El hombre demonio comenzó a caminar hacia nosotros, con pasos lentos y seguros.
—¿Qué haces aquí con esa arma? —le preguntó Sayuri, su voz estaba tensa, aunque trataba de sonar desafiante.
El demonio no respondió. Su mirada estaba fija en mí.
—¡Demonios! —gruñó Claude, girándose hacia mí rápidamente—. ¡Muévete, Hiroshi! ¡Aléjate de aqui!
—¿Por qué? —pregunté, mi voz temblaba.
Claude me agarró del brazo, pero yo no me moví. Algo en mí me decía que si corría, todo terminaría mal.
—¡Esa espada puede matarnos! —gritó Dante, ahora claramente alarmado.
Las palabras cayeron como un balde de agua fría.
—¿Qué...? —balbuceé, incapaz de procesar lo que decía.
—Es el único arma que puede destruir nuestras almas para siempre —explicó Kou con rapidez, su voz firme pero apremiante—. Si ese demonio la usa contra nosotros, no hay vuelta atrás.
El demonio con la espada dio un paso más cerca. La tensión en el aire era insoportable. Mis compañeros demonios se colocaron frente a mí, formando una barrera protectora.
—No puedes hacerle daño, no tiene que ver con esto —gruñó Sayuri, sus espadas listas para atacar.
—¿Por qué les importa tanto este humano? —preguntó el demonio, su voz era grave y burlona—. Es solo un alma más.
—¡No es asunto tuyo! —espetó Claude, pero pude notar que sus manos temblaban ligeramente.
El demonio sonrió. Un destello peligroso cruzó sus ojos, y comenzó a levantar la espada.
Fue entonces cuando tomé una decisión sin pensar. Antes de darme cuenta, mi cuerpo se movió por sí solo. Me adelanté, colocándome entre el demonio y los demás.
—¡Hiroshi, no! —gritaron varios al unísono, pero ya era tarde.
El demonio se detuvo, sorprendido por mi movimiento. Su mirada me examinó detenidamente, como si tratara de descifrar mis intenciones.
—¿Qué estás haciendo, humano? —preguntó, su tono era un mezcla de burla e intriga.