**Sinopsis**
En un mundo donde la biología define roles y los instintos son incontrolables, dos hombres de mundos opuestos se ven atrapados en una ardiente atracción. Leon, un alfa dominante y poderoso empresario, ha rechazado el amor… hasta que Oliver, un omega dulce y sensible, entra en su vida como asistente. Lo que comienza como un deseo prohibido pronto se convierte en una intensa relación marcada por celos y secretos. Cuando verdades devastadoras amenazan con separarlos, deberán enfrentarse a su pasado y decidir si su amor es lo suficientemente fuerte para desafiar las estructuras que los mantienen apartados. ¿Están dispuestos a arriesgarlo todo por un futuro juntos?
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Capítulo 6: En la Oscuridad
La semana había transcurrido con un ritmo anárquico como una montaña rusa de emociones para Oliver y Leon. Aquella conversación en el pasillo había cambiado el paradigma en el que ambos habían estado operando; un miedo palpable se había transformado en un entusiasmo sutil, que pulsaba constantemente en el aire a su alrededor. Sin embargo, el deber seguía acechando, y ambos se esforzaron por mantener su relación dentro de los límites profesionales.
Fue una tarde cuando Leon propuso una cena fuera de la oficina. Tras un intercambio de miradas de complicidad, Oliver sintió que el nudo en su pecho se aflojaba. La idea de compartir una velada en un entorno más relajado lo emocionaba y, al mismo tiempo, lo inquietaba. Iban a un restaurante pequeño y acogedor, uno de esos lugares que se camuflan entre las calles, donde la luz suave y la música suave danzan en un ambiente casi mágico.
Mientras llegaban, el atardecer envolvía la ciudad en tonos anaranjados y púrpuras, y las luces empezaban a parpadear. Leon estacionó el coche y miró a Oliver, sus ojos reflejando el brillo de la puesta de sol.
—¿Listo para perderte en la oscuridad? —dijo Leon, su voz grave resonando con un leve toque de humor. La pregunta tenía un matiz que hizo que el corazón de Oliver latiera desbocado.
Oliver se rió y apretó los labios. —Siempre que no te pierdas tú también —bromeó, mientras ambos se acomodaban en sus asientos y el coche comenzó a moverse. La risa rompió la tensión palpable en el aire, aunque esta rápidamente regresó a medida que se acercaban a su destino.
El restaurante era pequeño, con una decoración acogedora y velas que iluminaban cada mesa con un resplandor cálido. En cuanto entraron, Leon tomó la delantera y se aseguró de conseguir una mesa en una esquina un poco alejada de los demás, donde podían hablar sin ser interrumpidos. Por un momento, Oliver se sintió aliviado, como si en aquel pequeño espacio se creara una burbuja que los protegía del ruido del mundo exterior.
—Me encanta este lugar —dijo Leon, sonriendo y mirando a Oliver con una curiosidad apenas disimulada—. Todo aquí tiene un toque especial.
Oliver sonrió, sintiéndose a gusto en compañía de Leon. —Nunca había venido, pero puedo ver por qué te gusta.
Ambos se acomodaron, y tras un par de copas de vino, las palabras comenzaron a fluir de manera más natural. Hablaron de los pequeños detalles de su trabajo, de historias curiosas de la oficina y de sus intereses personales. La atmósfera se volvía cada vez más íntima, y cada risa, cada mirada entre ellos, cargaba de un significado nuevo, profundo.
Leon se inclinó hacia Oliver, su expresión se tornó seria. —¿Sabes? A veces siento que estamos en un juego. Como si estuviéramos constantemente a un paso de cruzar una línea que no nos atreveríamos a cruzar —confesó, su voz un susurro.
El corazón de Oliver se detuvo por un instante. —Yo también lo siento, Leon. Pero no sé si es lo correcto. No quiero arriesgar todo por un momento —respondió, aunque sus palabras carecían de la certeza que él mismo quería expresar.
—A veces, lo que consideramos como arriesgado puede ser lo único que realmente valga la pena —dijo Leon, y sus ojos se encontraron en un punto sin retorno.
Fue en ese instante, en medio de luces tenues y risas apagadas, que todo pareció congelarse. Oliver se dio cuenta de que ya no podía seguir ignorando la atracción que había crecido entre ellos. El deseo, tan fuerte y palpable, lo envolvía como una manta caliente.
Durante el resto de la cena, el ambiente se cargó de un tono más intenso, casi como si la electricidad estática danzara en el aire. Cuando finalmente pagaron y salieron, Oliver supo que había un hilo invisible entre ellos que los había conectado de una manera más profunda.
El aire fresco de la noche acarició sus rostros mientras caminaban hacia el coche, el murmullo de la ciudad resonaba a su alrededor. Sin embargo, en el silencio compartido entre ellos, todo lo que oían era el latido acelerado de sus corazones.
Una vez dentro del vehículo, la atmósfera se tornó aún más densa. Oliver sintió una mezcla de nerviosismo y emoción mientras Leon encendía el motor. Las luces del tablero reflejaban diminutos destellos en los rasgos de Leon, atrapando el brillo en sus ojos.
—Fue una gran noche —dijo Leon, sosteniendo por un momento la mirada de Oliver. En esa fracción de segundo, fue como si el mundo se hubiera desvanecido.
—Sí, lo fue —respondió Oliver, su voz tan suave que se perdió en el silencio del coche.
Un impulso incontrolable hizo que la mano de Leon se acercara a la de Oliver, sus dedos apenas tocándose. Fue un roce ligero, pero suficiente para que una chispa estallara entre ellos. Oliver sintió un ardor intenso en todo su ser, como si esa pequeña conexión fuera capaz de romper todas las barreras que habían intentado mantener.
—¿Por qué no damos un paso más? —preguntó Leon, su voz llena de un deseo palpable.
Oliver tragó saliva. —¿A dónde quieres llegar? —inquirió, sabiendo muy bien lo que implicaban esas palabras.
Leon se inclinó hacia adelante, y en un movimiento rápido, acortó la distancia entre ellos. Sus labios se encontraron en un beso que encendió una explosión de emociones reprimidas. En ese beso, todo el deseo acumulado en semanas se desató, transformándose en una pasión que parecía consumirlos.
Oliver cerró los ojos, entregándose por completo a la sensación. Era como si, de repente, el mundo fuera un lugar donde sólo existían ellos dos. En medio de la oscuridad del coche, las manos de Leon comenzaron a explorar, deslizándose por su costado, mientras los labios de Oliver respondían con la misma fervorosa entrega.
Los besos se intensificaron, los susurros se volvieron ansiosos, y el coche empezó a vibrar con la electricidad de su conexión. Las bocinas de los autos y las luces de la calle parecían un eco lejano mientras el resto del mundo se desvanecía.
—No puedo creer lo que estamos haciendo —murmuró Oliver entre los besos, su aliento entrecortado. Había un asombro en su voz, como si cada parte de él estuviera despierta y sintiera cada latido, cada impulso.
—Lo sé... pero no puedo detenerme —dijo Leon, su voz profunda y ansiosa. Ambos eran conscientes de lo que estaba en juego, de las implicaciones de su pasión. Pero por una noche, el deseo superó a la razón.
En la oscuridad, las emociones fluyeron con una intensidad casi abrumadora, mientras los límites entre el deber y el deseo se desdibujaban. Oliver sintió que estaba a punto de cruzar una línea invisible, una que podía definir su vida, pero la conexión era tan fuerte que resultaba imposible resistirse.
Mientras se dejaban llevar por la marea de su deseo, el coche se convirtió en un refugio, un santuario donde las restricciones del mundo exterior se desvanecieron, y solo el calor de su conexión permanecía. Esta noche, en la oscuridad, el deseo finalmente había ganado, y la promesa de lo que estaba por venir les dejó un nudo en el estómago y sonrisas desperdiciadas en sus labios.
El emocionante y arriesgado viaje apenas comenzaba.