Alexandra nuestra protagonista tenía una vida tranquila al lado de su hermana y su mamá, pero el dia de la graduación de su hermana aparece después de tanto tiempo el ex novio de su ex mejor amiga, con una noticia inesperada, diciendole que su ex mejor amiga estaba desaparecida, esté le pide que le ayude a buscarla, pero lo que ella no sabe es que él guarda un secreto detrás.
NovelToon tiene autorización de Alejandra Mosquera para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 24: ¿QUIERES UN POCO DE ARENA?
Un hombre con una gabardina negra, y otro con chaqueta de cuero me observaban desde la entrada del Box, sus miradas eran afiladas, haciéndome sentir como una simple presa.
—No está mal ¿cierto? —habló, el de la chaqueta de cuero—. Mis hombres hicieron un buen trabajo.
—Sí, hiciste un buen trabajo —respondió, el hombre de la gabardina—. Te daré la otra mitad del dinero en mi oficina.
Después de eso apartaron su mirada de mí y dieron la vuelta para marcharse, pero no podía dejar que se fueran.
—Oigan —dije, pero mi voz era débil y floja—. ¿Por qué estoy aquí?
Ellos simplemente me ignoraron y se alejaron del lugar.
—No se vayan —pronuncié, pero mi voz era tan débil que ni siquiera podía gritar—. Déjenme ir, por favor, déjenme ir.
Hablaba, aun sabiendo que ya se habían ido. De pronto, empecé a llorar, y los recuerdos más simples vinieron a mi mente, como si se tratase de mis últimos momentos con la única esperanza de que no fuera así.
—Padre —dije, sollozando—, madre, salvame, sacame de aquí.
...****************...
He guardado silencio por mucho tiempo, tengo frío y mi cuerpo incluso está adormecido y débil, no tengo idea de cuanto tiempo ha pasado, solo sé que ya anocheció porque estoy siendo abrazada por una oscuridad aterradora. He intentado zafar la cuerda de mis manos, pero está muy apretada, como si se hubiera incrustado en mi piel.
—Ya —grité, mi voz ronca, pero pude gritar—. Que alguien me ayudé, por favor.
De pronto, una luz se encendió, y alguien apareció ante mí; un hombre, completamente de negro, cubierto de pies a cabeza. Lo observé intentando ver sus ojos entre su rostro cubierto por un pasamontañas.
—Ayudeme, por favor —pronuncié a baja voz—. Tengo sed.
—Has soportado demasiado —dijo, su voz nasal—, eres fuerte al igual que tu padre.
—Por favor, cambia mi posición —dije, ya que no soportaba más.
—¿Qué? —respondió—. ¿Estás cansada?
Se agachó a la altura de mi rostro y me miro atentamente, sus ojos eran cafés como las avellanas. Noté por la expresión de sus ojos achinados que estaba sonriendo lo que hizo que me preguntará si se estaba burlando de mí.
—¿Por qué estoy aquí? —pregunté, seguí mirando sus ojos.
—Señorita Gardner —respiró profundo—. Estás aquí por culpa de Henry Gardner; tú padre.
¿Mi padre?
Claro, había olvidado que ahora mi vida sería distinta, olvidé que soy hija de un hombre quien antes fue un mafioso; quien aún tiene muchos enemigos ocultos.
—Dime ¿qué tengo que ver yo en todo este asunto? —pronuncié, ahora más activa.
—Queremos que tu padre venga a nosotros y nos entregué lo que nos pertenece.
—No entiendo nada —respondí—. Tal parece que te equivocaste de persona, Henry Gardner, no es mi padre.
Tenía que saber si ya habían contactado a mi padre o no.
—Ja ¿en serio? —dijo, para luego reírse a carcajadas, y se puso de pie para... quien sabé ¿reírse más a gusto?—. Eso no te servirá de nada.
—Lo sé —susurré, para que no me escuchará.
De pronto, se volvió a su posición anterior y me miró, esta vez analizando mi rostro.
—Eres muy bonita —dijo—. ¿Sabes que puede ser tú último día, si tu padre no aparece?
Mi mirada fija a sus ojos se volvió hostil, y no tardé en sentir enojo y el querer zafarme de la silla para intentar golpearlo.
—Pero tranquila seguro que aparecerá —pronunció—. Llamamos a su empresa, a su mansión ¿y sabes que?.
Se volvió a levantar y camino detrás de mí, pronto sentí que se agachó para zafar la cuerda de mis manos.
—Si no le hubieras ordenado a tus escoltas que detuvieran la pelea entre esos dos tontos —se rio—, atraparte no hubiera sido posible.
No sabía que decir, solo sabía que tenía razón, por eso ellos seguían estrictamente las órdenes de nunca dejarme sola. Esperó que mi padre no sea tan duro con ellos, porque después de todo yo tengo la culpa.
De pronto, sentí un alivio y un dolor leve en mis manos; él las había soltado por fin.
—Quien sea que te haya atado lo hizo muy, pero muy bien —observó—. Dime ¿te duelen las manos?
Solo lo miré sin ninguna expresión. Luego él continuó y soltó la cuerda que sujetaba mis pies.
—Sinceramente, siento pena por ti —pronunció, mientras que me sobaba los talones.
—Por favor, haga silencio —le dije, su voz ya me parecía irritante.
—¿Qué dijiste? —su voz cambio a un tono serio y sorprendido.
De pronto, se puso de pie y sujeto mi mandíbula con su mano.
—Dije que se calle —pronuncié tranquilamente—. Está hablando mucho y eso me irrita.
—¿Mi voz te parece irritante? —soltó—. ¿Así es como le agradeces a alguien que tuvo un buen gesto contigo? Ah, ya veo.
Lo miré con desprecio. Él, en cambio, soltó mi mandíbula y repentinamente, me golpeó en el estómago. El golpe fue como una puñalada que me dejo sin aire junto a un dolor intenso e insoportable, como si me hubieran clavado un cuchillo muy afilado. Caí al piso, y lloré por el dolor.
Él se agachó y me observó acariciando un mechón de mi cabello.
—Pórtate bien o si no las cosas se pondrán difíciles para ti —se rio—. Entiendes ¿verdad?.
El dolor seguía punzante, pero la intensidad había calmado un poco. De pronto, me levanté para quedar a su altura, y lo miré de nuevo a los ojos para luego reírme de él a carcajadas.
—Estar tanto tiempo en la oscuridad seguro te afectó un poco la cabeza.
Tenía un plan, pero no sabría si funcionaría, observe la arena y luego sus ojos, entonces agarré sin que él se diera cuenta un poco de la arena.
—¿Quieres un poco de arena? —le pregunté, mientras le dedicaba una sonrisa o mejor dicho a mi plan.
—¿Qué? —mi pregunta lo distrajo, y arroje la arena sobre sus ojos.
Él hombre se quejó y me maldijo una y otra vez cubriendo sus ojos. Yo aproveché para salir corriendo, aunque mi cuerpo aun dolía.
Corrí hasta llegar a la salida del establo, me detuve cuando escuché los pasos de personas acercándose rápidamente. Decidí esconderme en el primer box que vi, y aunque en este había un caballo no me importó. Adentro, me agache en un rinconcito cerca de la puerta, y en esas escuché entrar a las personas que venían, todos eran hombres, me asomé hasta que los vi a una gran distancia, salí con cuidado del box y corrí tan rápido como pude.
Afuera la luz de la luna me permitía ver el amplio espacio, pero no sabía que camino tomar, rezaba para que Dios me iluminara para poder pensar en algo lo más pronto posible. Entonces escuché el relincho de un caballo, mi mirada se iluminó al verlo. Cerca, muy cerca a tan solo unos pasos estaba un caballo ensillado, listo para ser montado, le agradecí a Dios y me acerqué a él, lo acaricié para garantizar que no fuera mezquino, y entonces lo monté, tomé sus riendas. Empece a cabalgar con sigilo, para no llamar la atención, y luego empecé a galopar a una gran velocidad.
Hoy estoy feliz por haber asistido a las clases de equitación con Payton, no cualquiera puede montar un caballo.
Continuará...