Regresar Para Enmendar

Mika se sintió tentada a acercarse a Kaito, pero decidió esperar y observar por un momento. Quería saber qué estaba haciendo allí y cómo había cambiado.

Al día siguiente, Mika vio de nuevo a Kaito y pensó que era el momento perfecto para hablar con él. Había estado pensando en él toda la noche y quería saber qué había pasado con su vida.

Pero justo cuando se había decidido a acercarse, el profesor entró en el salón y comenzó a dar la clase. Mika perdió la oportunidad de hablar con Kaito y se sintió frustrada.

Decidió esperar a después de la clase para intentarlo de nuevo, pero no sabía si Kaito estaría dispuesto a hablar con ella. ¿Y si él no quería saber nada de ella? ¿Y si había cambiado demasiado? Mika estaba llena de preguntas y dudas, pero estaba decidida a encontrar respuestas.

Mika vio la oportunidad perfecta cuando el profesor asignó un trabajo en pareja, donde tenían que dibujar juntos. Se dispuso a aprovechar esta oportunidad y se paró para ser la compañera de Kaito.

Pero cuando estaba a punto de llegar a él, vio que otra chica ya se le había adelantado y estaba hablando con él. Mika se sintió desanimada y estaba por rendirse, pero entonces notó que Kaito parecía incómodo con la otra chica.

Algo en su interior le dijo que no se rindiera. Se acercó a Kaito y dijo con confianza: "Disculpa, yo haré pareja con él". La otra chica se sorprendió y se alejó, dejando a Mika y Kaito solos.

Kaito la miró con sorpresa, pero también con un destello de reconocimiento en sus ojos. Mika se sintió nerviosa, pero también emocionada de estar cerca de él de nuevo. ¿Qué pasaría a continuación? ¿Podría reconectar con Kaito después de tanto tiempo?

"Gracias por rescatarme", dijo Kaito, notando que no la había reconocido de nada. "Se te notaba incómodo", respondió Mika con una sonrisa.

Mika pensó que Kaito no la había reconocido debido a los cambios en su apariencia. "Debe ser por eso, cambie tanto", pensó.

Así que decidió presentarse: "Yo me llamo Mika, un placer". Kaito respondió con una sonrisa: "Yo me llamo Kaito".

Mika se sintió un poco decepcionada de que Kaito no la hubiera reconocido, pero también se sintió emocionada de poder empezar de nuevo y reconectar con él. ¿Podría hacer que Kaito se acordara de ella y de su pasado juntos? ¿O sería mejor dejar el pasado atrás y empezar una nueva amistad? Mika no lo sabía, pero estaba decidida a encontrarlo.

Después de presentarse, Mika y Kaito empezaron a charlar y a trabajar en el proyecto de dibujo. Se sintieron cómodos el uno con el otro y disfrutaron de la compañía mutua. Cuando terminaron, le enseñaron su trabajo al profesor, quien les felicitó por su excelente colaboración.

Después de la clase, el profesor les dio un descanso y Mika se enteró de que Kaito tenía novio. Se sintió un dolor en el pecho y se dijo a sí misma que Kaito jamás la había visto de la misma manera que ella lo había visto.

Mika llegó a casa con el peso del mundo sobre sus hombros. La tristeza y la nostalgia la habían envuelto como una pesada manta, ahogando cualquier atisbo de alegría. Su mente se llenaba de imágenes: el rostro de Kaito, su sonrisa, su mirada… y la punzada de dolor al recordar que ese amor, una vez más, no era para ella.

El encuentro con la mujer misteriosa, la planta que florecía sin razón aparente, el viaje en el tiempo que la había traído de regreso a su propia vida… todo se mezclaba en un torbellino de emociones que la dejaban exhausta.

Sin siquiera saludar a sus familiares, Mika se dirigió a su habitación. Necesitaba un momento de soledad, un espacio donde pudiera llorar sin que nadie la viera. Se dejó caer en la cama, sintiendo que el mundo se le venía encima.

Las lágrimas brotaron sin control, recorriendo sus mejillas como ríos de dolor. La tristeza la había consumido por completo, dejándola vacía y desolada. La emoción y el agotamiento la vencieron, y Mika se quedó dormida, rodeada de sus recuerdos y sus sueños rotos.

El dolor y la tristeza la habían llevado a un estado de profunda melancolía, y solo el sueño podía ofrecerle un momento de alivio. En su habitación, rodeada de silencio y oscuridad, Mika se sumió en un sueño profundo, esperando que al despertar, las cosas fueran diferentes, y que su corazón no estuviera tan roto.

El aroma de la cena la despertó de un sueño ligero. La voz de su madre, suave como siempre, la llamaba a la mesa. "Hija, hora de la cena". Con los ojos aún pesados y un leve rastro de lágrimas en las mejillas, respondió: "Sí, mamá, ya voy".

Se sentó en la cama, estirándose con pereza, y al intentar levantarse, su mirada se posó en la planta que adornaba su mesita de noche. La había notado durante el día, pero ahora, con la luz tenue de la habitación, la vio con mayor claridad. Sus pétalos, delicados y de un suave color rosado, comenzaban a abrirse, anunciando la llegada de la primavera.

Una curiosidad inexplicable la impulsó a acercarse. Sobre la planta, un sobre blanco, casi invisible entre las hojas, llamó su atención. Lo tomó con cuidado, sus dedos rozando el papel áspero. Al abrirlo, encontró una carta, escrita con una caligrafía elegante y familiar.

"Sé que ahora estarás triste, pero te aseguro que el amor que viste no fue el amor que lo hizo regresar. Ves, la planta florece gracias a ti. Porque, a pesar de no tenerlo, lo sigues amando. El amor verdadero perdura siempre, el amor pasajero es solo pasajero. No te rindas".

Las palabras le llegaron al alma como un bálsamo. Una paz profunda la envolvió, disipando la tristeza que la había acompañado durante el día. Aunque no entendía del todo el significado de la carta, una certeza se instaló en su corazón: ella jamás dejaría de amarlo.

Con un nuevo brío, bajó las escaleras, dispuesta a disfrutar de la cena con sus padres. La comida tenía un sabor más intenso, el ambiente familiar se sentía más cálido, y una sonrisa, tímida pero real, se dibujó en su rostro. La planta, con sus flores recién abiertas, era un recordatorio silencioso de que el amor, en todas sus formas, siempre encontraba una manera de florecer.