Monserrat Hernández es una respetada abogada defensora⚖️. Una tarde como cualquiera otra recibe una carta amenazante📃, las palabras la aterraron; opción 1: observar como muere las personas a su alrededor☠️, opción 2: suicidate.☠️
¿Que tipo de persona quiere dañar a Monserrat con esta clara amenaza mortal?✉️.
Descubre el misterio en este emocionante thriller de suspense😨😈
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(CAPITULO 16) UNA IDENTIDAD ROBADA
Monserrat se sentó en la acera de una de las calles principales del centro de Miami, su cuerpo encorvado y su mirada perdida en el infinito. Un día había pasado desde que había fingido su propia muerte, y ahora se sumergía en su nuevo papel: el de una persona sin hogar. La ciudad bullía a su alrededor, con autos que pasaban zumbando y personas que caminaban apresuradas, cada una en su propio mundo.
Ella sostenía un bote de cartón desgastado, con una etiqueta escrita a mano: "Ayuda necesaria. Dios bendiga". Su voz era un susurro apenas audible, repitiendo la frase como un mantra. La gente pasaba por su lado, algunos lanzando monedas al bote sin mirarla, otros ignorándola por completo. Monserrat no se inmutaba, su rostro una máscara de desesperación y resignación.
Su ropa era un reflejo de su nueva realidad: harapienta y sucia, con manchas de comida y grasa. Su cabello, antes tan bien cuidado, ahora estaba enmarañado y sucio. Se había quitado todos los accesorios que la identificaban como la exitosa abogada que era, y se había vestido con ropa de segunda mano. Era una transformación completa, física y emocional.
Monserrat se sumergió en su papel, dejando que la desesperación y la frustración la consumieran. Era una actriz en una obra de teatro, interpretando el papel de su vida. Cada mirada de compasión o de desdén era un recordatorio de su misión: encontrar a Lucifer y hacerle pagar por lo que le había hecho.
La ciudad seguía moviéndose a su alrededor, indiferente a su sufrimiento. Monserrat se levantó, recogió su bote y continuó caminando, perdida en el mar de rostros anónimos. Era una sombra, una persona invisible en una ciudad que no la necesitaba. Pero ella sabía que no estaba sola. Tenía un propósito, un plan que la llevaría a la venganza.
Y así, Monserrat/Luna continuó su camino, una mujer sin hogar, sin identidad, pero con un fuego ardiente en su corazón.
Después de una hora de caminar por las calles de Miami, Monserrat/Luna regresó al área verde donde había conocido a un grupo de personas sin hogar. Reconoció al hombre con barba y a la mujer con el cabello enmarañado, sentados en el mismo lugar donde los había visto anteriormente.
Luna se acercó a ellos, con su bote de cartón en la mano y una sonrisa débil en el rostro. El hombre con barba la miró y asintió, como si la hubiera estado esperando.
"¿Cómo te fue?" preguntó el hombre, mientras Luna se sentaba junto a ellos.
"Regular", respondió Luna, con un suspiro. "La gente no es muy generosa hoy."
La mujer con el cabello enmarañado se acercó a Luna y le tocó el brazo.
"¿Necesitas algo?" preguntó la mujer, con una mirada de preocupación.
Luna negó con la cabeza.
"Estoy bien", mintió. "Gracias por preguntar."
El grupo se sumergió en un silencio cómodo, compartiendo la compañía mutua sin necesidad de palabras. Luna se sintió aceptada, como si hubiera encontrado una nueva familia entre esas personas sin hogar.
De repente, el hombre con barba habló.
"Tenemos un problema", dijo, con una mirada seria. "La policía ha estado haciendo redadas en la zona. Necesitamos encontrar un lugar seguro para pasar la noche."
Luna se enderezó, interesada.
"¿Sabes de algún lugar?" preguntó.
El hombre asintió.
"Sí, conozco un lugar. Pero necesitamos ser cuidadosos. No queremos llamar la atención."
Luna asintió, lista para seguirlos y enfrentar cualquier desafío que se presentara. En ese momento, supo que había encontrado aliados en su lucha por sobrevivir y encontrar a Lucifer.
Luna se levantó del área verde, acompañada por el hombre con barba y la mujer con el cabello enmarañado. Su estómago gruñía de hambre, y sabía que podía permitirse un banquete en un restaurante de lujo, pero eso sería un error grave. No podía llamar la atención sobre sí misma, no ahora que estaba tratando de desaparecer.
En su lugar, utilizó las monedas que había recolectado en su bote de cartón para comprar algo barato y escaso. Se detuvo en una tienda de conveniencia y compró un paquete de galletas saladas y un refresco barato. El hombre y la mujer la miraron con gratitud cuando les ofreció compartir su comida.
Comieron en silencio, sentados en una esquina de la tienda, mientras la gente pasaba por su lado sin prestarles atención. Luna se sintió parte de ese mundo, un mundo de sombras y silencios.
Después de comer, el hombre con barba se levantó y dijo:
"Vamos, tenemos que encontrar un lugar seguro para pasar la noche."
Luna asintió, guardando las monedas que le quedaban en su bolsillo. Sabía que no podía confiar en nadie, pero en ese momento, esos dos eran su única familia.
Siguió al hombre y a la mujer por las calles oscuras de Miami, hacia un destino desconocido. La ciudad parecía un laberinto, lleno de peligros y secretos. Pero Luna estaba lista, lista para enfrentar cualquier cosa que se presentara en su camino.
Los tres caminaron en silencio, sus pasos resonando en las calles vacías mientras el atardecer desaparecía detrás de los edificios. La luz del día se desvaneció, dejando solo sombras y la tenue iluminación de las farolas.
Luna seguía al hombre con barba y a la mujer con el cabello enmarañado, confiando en que ellos la llevaran a un lugar seguro. No sabía qué esperar, pero su instinto le decía que podía confiar en ellos.
Después de unos 20 minutos de caminata, llegaron a una casa de aspecto modesto en un barrio humilde. La casa parecía abandonada, con ventanas rotas y una puerta que parecía no haber sido pintada en años.
El hombre con barba se detuvo frente a la puerta y miró a Luna.
"Este es el lugar", dijo, con una sonrisa. "Aquí estarás segura."
Luna asintió, sintiendo un alivio momentáneo. La mujer con el cabello enmarañado se acercó a ella y la tomó del brazo.
"Ven", dijo, "te mostraremos dónde dormirás."
Luna siguió a los dos hacia el interior de la casa, que resultó ser un refugio improvisado para personas sin hogar. Había camas hechas de cartones y mantas, y un pequeño cocina con una estufa de gas.
El hombre con barba le señaló una cama en un rincón.
"Esa es tu cama", dijo. "Puedes descansar aquí."
Luna se sentó en la cama, sintiendo un agotamiento repentino. Había encontrado un refugio temporal, pero sabía que no podía quedarse allí para siempre. Tenía que seguir adelante con su plan.
Mientras se acostaba, escuchó la voz del hombre con barba.
"¿Sabes, Luna? Mañana tenemos que hablar."
Luna asintió, sin preguntar qué quería decir. Sabía que mañana sería un nuevo día, lleno de desafíos y decisiones. Pero por ahora, solo quería dormir.
Luna se despertó temprano, antes de que el sol iluminara completamente la habitación. La casa hogar estaba en silencio, con la mayoría de los ocupantes aún dormidos. Necesitaba ir al baño, pero al llamar varias veces, nadie respondió.
Con una sensación de urgencia creciente, Luna abrió la puerta del baño y se encontró con una escena que la hizo helar la sangre. Una mujer sin hogar yacía en el suelo, su cuerpo inerte y su rostro pálido. Los brazos de la mujer estaban cubiertos de marcas de inyecciones, y Luna supo de inmediato que había muerto por una sobredosis.
La habitación comenzó a girar a su alrededor. Luna se sintió mareada y nauseabunda, pero su mente comenzó a trabajar con rapidez. En medio del horror, una idea terrible pero adecuada para su situación se formó en su mente.
Con manos temblorosas, Luna revisó los bolsos de la mujer. Como esperaba, encontró una identificación sin fotografía. Era una tarjeta de identificación temporal, emitida por una organización local para personas sin hogar. La información era básica: nombre, fecha de nacimiento y dirección.
Luna se sintió un escalofrío recorrer su espalda al leer el nombre: "Sarah Jenkins". Esa sería su nueva identidad.
Con la tarjeta en mano, Luna salió del baño sin que nadie la observara y regresó a su cama. Se acostó, intentando procesar lo que acababa de suceder. La muerte de la mujer era un recordatorio cruel de la realidad que enfrentaba. Pero también era una oportunidad.
Luna miró la tarjeta de identificación, sintiendo una mezcla de emociones. Era una nueva identidad, una nueva vida. Pero también era un recordatorio de que nunca podría volver atrás.
La habitación comenzó a despertar, con los ocupantes stirviendo y comenzando su día. Luna se mantuvo en silencio, sabiendo que debía mantener su secreto. Era Sarah Jenkins ahora, y debía vivir con esa identidad.
Pero en su interior, Montserrat aún existía, esperando el momento adecuado para emergir y buscar justicia.