Ángel de la Luna, es la mujer más hermosa que he visto en mi vida; es una niña de alta sociedad y yo solo soy su escolta personal.
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TIEMPO DE SOL
En el hangar se encontraban varios aviones de lujo de la familia Beaumont, los técnicos realizaban las últimas inspecciones en uno de ellos para su próximo vuelo. Entregando los documentos correspondientes para abordar la aeronave, esperaban a Isabel Alameda, quién a pesar de contar con sus propios aviones particulares, decidió viajar con ellos.
Aparecía la preciosa señorita, vestida con ropa corta y ajustada, saludaba cortésmente a los presentes, sin dejar de lado su actitud coqueta. Emiliano nervioso mordía su labio inferior, después de tantos días sin verla, sin hablarle, sin estudiar juntos, la probabilidad de que ella se le acercara era nula.
Isabel avanzaba hacia Emiliano, cuál estrella de cine, sintiéndose la dueña del mundo, la pleitesía debía adherirse a todos los seres humanos ante su presencia; la incomprensible forma de mirarlo lo inquietaba más, su corazón latía presurosamente, tanto que supuso que todos conocían sus sentimientos.
De imprevisto sus brazos rodearon su cintura, sus manos ejercían presión en su camisa y él en un ataque de valentía la abrazó también, descendió su mirada que aún irradiante de bonanza, la mixtura de timidez y melancolía permanecía perpetuamente y hallo los ojos de Isabel que parecían más grandes de lo normal, no conseguía abrir la boca para hablarle, la vergüenza exorbitante lo usurpaba todo, imposible ocultarla.
-Emi, ¿Me has extrañado?, porque yo si te echo de menos.
-Bueno... A decir verdad... yo...Yo también la extrañé.
-¿Por qué tienes ese color rojizo en todo tu rostro?
-Está haciendo mucho calor el día de hoy
La experiencia de viajar en aviones privados de lujo, estaba a un nivel diferente de su primer y único vuelo en aeronaves comerciales (para su exposición del proyecto de ciencias viajaron a la capital por ese medio de transporte). Utilizaron el tiempo de la trayectoria departiendo de sus aventuras vacacionales y haciendo planes para disfrutar de los ratos libres al máximo.
Angélica delante del bar, pedía un martini de ginebra, agitaba la bebida y saboreaba el licor, a veces amargo otras más aromático; sus ojos ámbar recorrían el espacio, cuatro escoltas dispuestos a protegerlos, cuatro chicos aprendiendo a interactuar a compartir a vivir, a su lado la persona que constantemente la custodiaba, conocedor de su pasado y el soporte en sus fases de tormento.
-Arturo, tómate un trago conmigo
-Estoy en mi horario laboral, no puedo hacer eso.
-Vas a negarle algo a tu jefa, solo una copa de whisky, sé que te gusta.
- Está bien, solo uno, Angélica.
-Arturo, las preocupaciones aumentan con el pasar de los días, estoy tan cansada de lidiar con todas y cada una de las situaciones adversas, mi familia, la clínica, los recuerdos del ayer.
- Las responsabilidades deben ser compartidas, no tiene por qué hacerlo todo sola.
-Por ahora ayúdame a cuidar a todos estos niños ¿si?
- Siempre puede contar conmigo. ¿El señor Cristián asistirá al evento?
-Tal vez mañana llegue a la isla, no lo sé con certeza.
Prometió consumir un solo trago de licor, no obstante al escuchar las aflicciones, obligaciones y aspiraciones de Angélica durante el viaje, ameritó unas copas de más, se conocían desde hacía muchos años, su vínculo no se delimitaba únicamente a lo laboral, ellos eran amigos.
Ante la insistencia de los jóvenes por tocar las aguas azules, Angélica les permito unos minutos antes de abordar los vehículos que los llevarían a su destino.
No les importo verse como unos chiquillos impulsivos, despojándose de los zapatos corrían con los pies descalzos y los brazos abiertos para arrojarse hacia el mar, cubiertos de una indescifrable sensación, de aquel que ve por primera vez la descomunal masa de agua azul turquesa, bañando las arenas teñidas de un marrón ocre de la playa.
-Parecen unos niños, gritaba Luna desde el automóvil.
-Somos unos niños, le respondía Alejandro indiscutiblemente fascinado.
El viento despeinaba su cabello largo y él tratando de organizarlo, pasaba sus dedos entre las hebras, un gesto simple que le otorgaba un atractivo sin igual, sus ojos empequeñecidos por su genuina sonrisa cautivaban a Luna, quien en una tonalidad muy baja se decía a sí misma," Sonríe así para mi Alejandro"
Inmóvil de pie en la autopista, sin percatarse del entorno, ausente de todo estímulo, orientaba sus ojos afectivos y sensibles que nunca había mostrado a nadie en el joven de cabellos ondulados que jugaba como un niño en el agua y la arena, esa aura angelical e ingenua, le atraían sumamente. Con la intención de alejarse de él, recurrió a evitar contactarlo durante el descanso educativo, proponiéndose atenuar ese compendio de emociones que resulto en un fracaso total. Su primer encuentro no fue fortuito, se había planeado, tenía un propósito, pero ahora estaba segura que no podría lastimarlo.
Arturo reunía al personal, los automóviles los llevarían a la residencia de los Beaumont, para adjudicarles las responsabilidades competentes. Como se esperaba, la casa de la playa fabulosa y la multitud de empleados abismal.
El secretario encargado de la organización del evento, puso a su disposición a varias personas incluidos Alejandro y Emiliano. El salón del hotel decorado impecablemente, los músicos contratados, el menú para la cena, el bar y los licores, en general se cumplían con las expectativas estipuladas por la señora Angélica. Las felicitaciones no se hicieron esperar, unos chicos metódicos, con una increíble capacidad para entender y manejar información y excelentes matemáticos.
La tarde era suya, el sol audaz y anaranjado besaba el vasto mar azul en el horizonte, las aguas retribuían su intrepidez con el más puro reflejo de belleza y ahí estaban ellas, en trajes cortos que dejaban ver sus encantos femeninos, incapaces de disimular su expresión que combinaba fascinación y deseo, permitieron que la obviedad de su admiración se vislumbrara en sus rostros.
Los cuatro jóvenes en la playa, frente al mar y con la arena debajo de sus pies, acordaron desquitarse por el partido de tenis, ahora convertido en un juego de voleibol, Alejandro y Emiliano aseguraban su indudable triunfo; el agua se veía maravillosa, el viento cálido le devolvía la ilusión de vivir, la compañía de Luna y sus amigos era sin duda lo mejor que le había pasado, Alejandro le agradecía a Dios por su vida, por permitirle experimentar ese instante de felicidad.
En la mañana siguiente, los chicos continuaron con sus responsabilidades, su eficiencia les permitió tener más tiempo libre; pasado el meridiano aprovecharon el tiempo para divertirse con Luna e Isabel, Nadar en las azules aguas, pasear en lancha, bucear para ver corales, tantas actividades novedosas e interesantes para realizar.
En la noche las señoritas se bañaban en la piscina de la casa, las estrellas en el cielo, la tenue música y un poco de vino relajaban el ambiente.
-Luna, han sido unos días maravillosos, me gusta tu compañía, eres tan diferente de las personas que conozco. ¡Naturalmente encantadora!
- Complacida con sus palabras, ahora que somos amigas, hemos de organizar más actividades en conjunto. Valoro pasar tiempo contigo Isa.
Los chicos llegaban de la playa, agotados, pero satisfechos, Arturo los estaba esperando en la sala para entregarles un obsequio. Un fino traje de etiqueta con el que asistirían al evento del día posterior.
- Papá, la verdad es que no creo poder ir a ese evento, es exclusivo para personas de un estrato social muy alto.
-Don Arturo, muchas gracias por el regalo, pero es cierto lo que dice Alejandro, yo solo soy un empleado temporal, no hay forma de que pueda ir.
- Asi es, sólo somos empleados.
- Quizás mañana cambien de opinión, la señora Angélica les extiendo la invitación, una forma de recompensarlos por sus arduos esfuerzos.
Arturo se despedía y Luna e Isabel ingresaban a la sala, habían escuchado la conversación, muy seriamente se acercaban a los chicos.
- Lamento no habértelo dicho, pero serás mi pareja el día de mañana, joven Emiliano.
-Y tu eres mi escolta, por supuesto que debes acompañarme.