Él no la soporta, y ella lo ama desde que tiene quince años.
¿Podrá darse el amor entre dos polos opuestos?
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Capítulo 23
Me siento en un lugar tranquilo, trato de moverme o abrir mis ojos pero no puedo.
Luego de un rato escucho la voz de mi abuela que toma mi mano, me dice que me ama, que no la deje y se pone a llorar. Ya no habla más y eso me pone triste… ¿Qué me pasó?
Después escucho a mi abuelo diciéndome que soy una guerrera, que voy a salir de esta prueba y que pronto estaremos juntos. Pero no sé de qué habla, no recuerdo lo que me pasó.
¡Luego escuché su voz…!! Mi apuesto caballero! Me hablaba de forma triste y tierna, estaba llorando y me decía que ¡me amaba! Es un sueño porque lo escucho, pero no lo veo. Me dice que va a luchar por mi perdón y mi amor… ¡No lo puedo creer, qué hermoso sueño!
—Mi pequeña Brisa, perdóname. Fui un idiota, un estúpido. No quería admitir que desde hace mucho tiempo te amo, te necesito conmigo, necesito demostrarte que mi amor es sincero, te necesito conmigo y me duele mucho, verte así.
Pero ten la seguridad de que la persona que te hizo esto lo va a pagar, te lo prometo, mi amor —su voz se escuchaba triste, como si estuviera llorando.
¿Qué me hizo qué? ¿Qué pasó? No recuerdo nada, solo recuerdo que me bajé del jet, abracé a mis abuelos. Luego oí que Fred me llamó, se acercó con un ramo de rosas blancas, me pidió perdón y cuando se las recibí, mi abuela gritó. Sentí un gran dolor en mi abdomen y ya no me acuerdo de nada más.
Y así me fui perdiendo nuevamente en una tenue calma y oscuridad.
Nuevamente despierto. No sé cuánto tiempo ha pasado desde que escuché las voces de mis abuelos y de Fred. En algún momento pensé escuchar también a mis padres y creo que hasta a Anthony, pero divago en que es un sueño o es realidad.
De pronto siento un gran dolor en mi abdomen, trato de mandar mi mano a esa zona, pero me la toman con delicadeza. Abro mis ojos y es mi mamá que está a mi lado y me sonríe. Miro a mí alrededor y veo que estoy en una habitación de hospital, hay máquinas conectadas a mí. Trato de hablar, pero un tubo está saliendo de mi boca y no me lo permite. Abro mis ojos y trato de tomar el tubo con mi otra mano libre, pero alguien también me la toma. Miro quién la tiene y es mi papá quien me sonríe calmando con su sonrisa mi angustia.
—Tranquila, mi princesa, no te quites nada que te puedes lastimar... Melibea, voy a llamar al médico para avisarle que Brisa ya despertó. —Le habla mi papá a mi mamá, y sale de la habitación.
—Mi niña, estoy muy feliz porque ya estás mejor. No te angusties que vas a estar bien —yo solo asentía con mi cabeza.
Entró el médico con la terapeuta respiratoria e hicieron salir a mis padres. Me explicaron que me retiraría el tubo que sale de mi garganta, hicieron algunas pruebas y luego la terapeuta me extubó. Me pidió no hablar mucho, me puso una máscara con oxígeno y que más tarde me la cambiaría a algo más cómodo. Hizo otros chequeos, después de un par de horas estando estable y tolerando el retiro del tubo; me pasaron a una habitación individual y luego de esto hicieron pasar a mi familia.
Entraron mis papás, mi padrastro, Anthony y mis abuelos.
—¡Mi Brisa Marina! —mi papá está feliz.
—Mi pequeña —se hace a mi lado mi mamá y toma nuevamente mi mano.
—Preciosa —Entra un tímido Anthony.
Todos me daban mimos, me daban besos, con delicadeza me abrazaban. Pero yo miraba la puerta de la habitación esperando que entrara mi apuesto caballero… tal vez solo había soñado que estuvo aquí hablándome.
—¿Hija, a quién quieres ver entrar por esa puerta? —Mi mamá notó mis miradas a la puerta. Negué con la cabeza, aún me dolía la garganta para hablar.
—¿A mí? —Entró mi amigo a la habitación. —¡Tanaka! —exclamé con dificultad.
—Hola, Brisa. Me alegra mucho verte bien. ¡Qué susto nos diste, pequeña! Todos te mandan saludos y don Manuel me pidió que te entregara esto, ten —me pasó una medallita.
—Hermosa… gracias —le digo.
—Nos puso a todos a rezar, e hizo la promesa de que sí te salvaba de todo mal y peligro. Él mismo iría a Colombia a visitar al milagroso de Buga, que es el que está en la medalla —Me cuenta con una sonrisa.
—Yo también iré… No conozco —Todos quieren ir también.
—Nosotros también iremos, hija — prometen mis abuelos.
—Yo también iré a dar gracias, porque la mujer que amo está sana y salva. —Mi corazón da un brinco al escuchar su voz.
Y ahí está mi apuesto caballero parado en la puerta de la habitación, con una mirada que más me enamora.
—¿Hola, mi pequeña Brisa, cómo te sientes? —se para a mi lado en la cama, y toma mi mano.
—No fue un sueño… ¡Estás aquí! —trato de hablar.
—No hables mucho, para eso hay tiempo. No debes esforzarte —me dice acariciando mi cabeza.
—¡Ejem! —Tosió mi papá y nos sacó de nuestra burbuja.
—Chicos, los invito a comer. Al frente del hospital hay un restaurante muy bueno —dice mi abuelo queriendo sacar a todos y estoy segura de que es para dejarme sola con Frederick.
—Vayan ustedes, señor Storm, yo hace poco comí algo y no tengo hambre. —Fred rechaza la invitación, siguiendo su juego.
—Mucho mejor, así no queda mi niña sola —dice mi mamá.
Anthony ve a Fred con mala cara e intenta quedarse, pero mi padrastro se lo lleva casi a rastras fuera de la habitación.
Cuando quedamos solos, mi corazón latía a millón, y Fred no ayudaba, pues no despegaba su mirada de mí.
—¿Él es tu novio, cierto? —Niego con la cabeza.
—Ya no —contesté a su pregunta, pues no me entendía.
—Ufff, qué alivio. Aunque, si lo fuera, no iba a desistir de que seas mi amada.