En un mundo dónde el sol es un verdugo que hierve la superficie y desata monstruos.
Para los últimos descendientes de la humanidad, la noche es el único refugio.
Elara, una erudita con genes gatunos de la élite, vive en una torre de privilegios y olvido. Va en busca de Kael, un cínico y letal zorro carroñero de los barrios bajos, el único que puede ayudarla a encontrar el antídoto para salvar a su pequeño y moribundo hermano.
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Capitulo 23: Los Supervivientes
El tiempo que pasaron solos en el pasillo pareció durar una eternidad y un instante a la vez. Elara y Kael no dijeron nada más. No hacía falta. El zumbido bioeléctrico que ahora compartían era un lenguaje en sí mismo, una confesión silenciosa de la profunda y aterradora conexión que la máquina había forjado entre ellos. Él bebió el agua que ella le ofreció, y el simple acto se sintió más íntimo que cualquier palabra.
Cuando el rugido del Crisol finalmente se apagó y el silencio regresó, Kael ya estaba un poco más recuperado, su regeneración trabajando a toda máquina para reparar el daño celular. Se puso de pie justo cuando la puerta de la cámara se abría, mostrando a los cuatro supervivientes en una nube de vapor.
Jax y Orion parecían haber pasado por el infierno. Se tropezaron al salir, sus cuerpos temblando por el shock de la transformación, sus ojos muy abiertos mientras intentaban procesar la avalancha de nuevas sensaciones. Rhea, aunque visiblemente agotada, se mantuvo firme, su postura era la de una guerrera que acaba de sobrevivir a la batalla más extraña de su vida.
Zaira, como era de esperar, fue la primera en recuperarse del todo. Salió de la nube de vapor con una calma casi antinatural, estirando sus miembros como si acabara de despertar de una siesta. Una sonrisa lenta y maliciosa se dibujó en su rostro mientras su mirada verde se posaba en Kael y Elara, que seguían de pie, demasiado cerca el uno del otro.
—Vaya, vaya —dijo, su voz era un ronroneo—. Espero que nos hayan dejado pastel de la fiesta a Rhea y a mí. Parecía que ustedes dos estaban muy bien aquí fuera, tan solitos y tranquilos.
La provocación era como una aguja, diseñada para pinchar la burbuja de intimidad que se había formado. Elara dio un paso atrás instintivamente, con el rostro enrojecido.
Rhea le lanzó a Zaira una mirada helada.
Kael, sin embargo, se limitó a sonreír, una sonrisa genuina y llena de ingenio. —Lo siento, coneja. Nos comimos todo el pastel. Pero te guardamos tu parte del veneno. Parecía que te gustaba.
Elara tuvo que ahogar una risa. La forma en que Kael desarmaba a Zaira era un arte.
Con la tripulación completa y recién forjada en el fuego genético, el ambiente en el laboratorio cambió. El miedo fue reemplazado por una extraña y vibrante energía. Se sentían diferentes. Más fuertes. Más vivos.
—Mis manos... —murmuró Jax, mirando sus palmas callosas—. Puedo sentir el motor del Interceptor. No oírlo. Sentirlo. A través del suelo.
—El aire... tiene texturas —añadió Orion, mirando a su alrededor como si viera el mundo por primera vez.
La IA les había dado el mapa de sus propias almas, y ahora tenían que aprender a leerlo.
—El Crisol ha cumplido su función —dijo Kael, su voz ahora resonando con una nueva autoridad—. Pero esto es solo el principio. La máquina dijo que había más sectores.
Archivos. Un Arboreto. Necesitamos entender qué es este lugar. Qué les pasó a los Hydrianos. Y por qué crearon esto. —Su mirada se posó en Elara—. Necesitamos a nuestra erudita.
Revitalizada por un nuevo propósito, Elara se dirigió a una de las consolas de la pared.
Ahora que la IA los había "verificado", descubrió que su acceso había sido concedido.
Las paredes de encriptación habían desaparecido.
—Estoy dentro —dijo, sus dedos volando sobre la interfaz holográfica—. Tengo acceso a los registros del Sector Omega. Diarios de laboratorio, registros de experimentos... ¡Por los Fundadores, hay siglos de datos aquí!
Mientras ella se sumergía en la historia perdida, el resto de la tripulación comenzó a probar sus nuevos límites. Rhea golpeó suavemente una pared de metal con los nudillos, y un brillo plateado casi imperceptible recorrió su piel en el punto de impacto. Zaira se movía por la sala, su agilidad ahora era un borrón casi premonitorio, esquivando obstáculos que ni siquiera parecían estar en su camino.
Habían sobrevivido. Se habían vuelto más fuertes. Pero mientras Elara comenzaba a leer los primeros fragmentos de los diarios de los científicos de Poseidón, una línea llamó su atención, y un escalofrío recorrió su espalda, mucho más frío que el del Crisol.
"Registro del Ciclo 34. El linaje 'Panthera-Aurea' demuestra una adaptabilidad asombrosa. Sin embargo, su agresividad latente y su propensión a la dominación territorial son... preocupantes. Se requiere un protocolo de contención. El 'Activo' debe ser controlado, o consumirá todo lo demás."
El poder que habían desatado no era solo un regalo. Era un arma de doble filo. Y la IA de Poseidón acababa de ponerla en sus manos, sin darles el manual de instrucciones.