Mário, Mariano y Marisa son tres hermanos que viven en São Paulo. Mário y Mariano son gemelos, lo que hace que uno esté bastante ligado al otro. Mientras uno de ellos tiene su rutina de fiestas y chicas todas las noches, el otro se queda en casa junto con su hermana, que, por la ausencia de los padres que están viajando por trabajo, se ve obligada a cuidar de la casa y de sus dos hermanos.
Los padres de los chicos trabajan con las mayores industrias, productoras de papel higiénico y otras de chocolates y café. En un día común, Mário sale a una de sus fiestas, Mariano se queda en su cuarto acostado en su cama, y en cuanto el hermano regresa con otra de sus chicas, terminan discutiendo. Al día siguiente, los hermanos van a la escuela, y una vez más Mário está con resaca.
En la escuela hay un chico en particular con el que a los dos hermanos les encanta practicar bullying: Erick, un muchacho tierno y dulce, que sufre tanto en su casa como en la escuela. Pero un día su vida cambia de rumbo cuando es invitado a ir a una fiesta.
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Capítulo 23
Mariano Narrando
Aún estaba sentado en el sofá, y luego mi hermana aparece con James y Mário, ellos se sentaron también y se quedaron conversando sobre todo lo que había sucedido en los últimos tiempos.
Comenzó a anochecer, Marisa hizo algo para la cena, y luego subí a mi cuarto, apagué la luz y me acosté en mi cama, adormeciéndome levemente. A la mañana siguiente, desperté nuevamente con Marisa derribando la puerta.
- Despierta blanca nieves, el día está maravilloso. Tienes cinco minutos para bajar - dijo ella alejándose de la puerta.
Hice mi higiene, y después de ponerme un poco de perfume, bajé las escaleras, cuando estaba casi llegando al último escalón, terminé tropezando con mis propios pies. Sentía que iba a dar de cara con el suelo, pero luego soy sujetado por alguien.
- Eita primo, cuidado, buenos días - dijo James sonriendo.
Yo estaba con el rostro sobre su pecho. Estábamos tan próximos que el aire que allí existía, parecía inexistente.
- ¿Está todo bien? - preguntó él mirándome fijamente y trayéndome de vuelta a la realidad.
- Ah, estoy bien, gracias - hablé alejándome de él y rascándome la nuca luego - ¿Pero por qué estás despierto a esta hora de la mañana? - pregunté mirándolo fijamente.
- Marisa dijo que la tía consiguió encajarme en la escuela. Parece que arreglaron una vacante de última hora - dijo él sonriendo.
- Ah, qué bien, te va a gustar - hablé sonriendo tímidamente.
- ¿Por qué te pones todo apocado cuando estamos conversando? - preguntó él haciéndome abrir los ojos como platos.
- No... eh... mira la hora, vamos a llegar tarde - dije mirando en mi reloj de pulso invisible.
Entré en la cocina y me senté al lado de Mário, que devoraba un pedazo de pastel.
- ¿Dónde está James? - preguntó Marisa mirándome fijamente.
- Estoy aquí prima, fui al baño - dijo él sonriendo para Marisa.
El chico se sentó frente a mí, y de ninguna forma paraba de mirarme fijamente, aquello me estaba dejando nervioso, pero confieso que me estaba gustando.
- Gente, vamos, o podemos llegar tarde - dijo Marisa saliendo de la cocina.
Me levanté y seguí detrás de mi hermana, y detrás de mí vino James y Mário que estaban conversando. Entramos todos en el coche de Mário, y en pocos minutos ya estábamos frente a la escuela.
- Chicos, vayan para el aula, James viene conmigo, tenemos que hablar con la directora, para que él te dé tus horarios y también hablar sobre las reglas de esta cárcel - dijo Marisa sonriendo.
Caminamos para el aula, y luego la profesora aparece. Luego entra James por la puerta con una sonrisa linda.
- Personal, este es James, él va a quedar aquí en esta aula - dijo la directora sonriendo.
- Sea bienvenido James - dijo la profesora sonriendo - Siéntete a gusto para sentarte - habló ella sonriendo.
James se sentó detrás de mí, y luego la profesora comenzó a hablar. Después de algunas clases, la señal para el recreo toca, salí del aula junto con Mário y James y luego nos sentamos en una mesa vacía.
Luego Marisa aparece y se une a nosotros.
- Mariano, yo voy a salir con Mário después que salgamos de la escuela, voy a comprar unas cosas en el mercado - dijo Marisa sonriendo.
- Ah, sin problemas - hablé sonriendo.
Después del recreo las clases pasaron corriendo. Salimos de la escuela y entramos en el coche de Mário, y en pocos minutos estábamos en casa. James y yo salimos y Mário salió con el coche.
Entramos en casa y me senté en el sofá, y James se sentó a mi lado.
- Primo, ¿por qué te pones diferente cuando estás conmigo? - preguntó él llamando mi atención.
- No me pongo diferente - hablé sonriendo.
- Sí, te pones, medio tímido, nervioso, empiezas a tropezar con las palabras - habló él sonriendo - ¿Eso es por causa de aquel piquito? - preguntó él mirándome fijamente.
Respiré profundamente y lo miré fijamente.
- Después de aquel piquito yo me quedé pensando sobre lo que estaba sucediendo conmigo, yo no conseguía sacarte de la cabeza, y con el pasar del tiempo eso fue quedando más fuerte, hasta que yo conseguí olvidar. Pero estos días atrás, todo vino a la tona nuevamente - hablé bajando la cabeza.
- Yo siempre quise repetir, pero nosotros casi nunca teníamos contacto, entonces no daba - habló él bajando la cabeza también.
- ¿Pero tú no tienes novia? - pregunté arqueando la ceja.
- No, hasta intenté salir con algunas chicas, pero no duraban mucho las relaciones - habló él mirándome fijamente.
- Qué bueno que todo quedó en el pasado - hablé sonriendo.
- ¿Estás seguro que tú olvidaste? - preguntó él aproximándose de mí.
Poco a poco yo fui acostándome en el sofá, y él terminó quedando por encima de mí, sin ni siquiera pensar y ni siquiera pedir él pegó nuestros labios, aquella sensación era extremadamente maravillosa, parecía que yo estaba flotando.
Por impulso separé el beso, y terminé dando una bofetada en su rostro, y cuando él llevó la mano para donde había acertado la bofetada, fue cuando yo percibí la mierda que había hecho.
- Discúlpame, discúlpame - pedí mirándolo fijamente.
Él se levantó del sofá, y respiró profundamente, noté una lágrima rodando en su mejilla.
- Yo no te voy a besar nunca más, yo voy a dejar que tú pidas - habló él caminando y subiendo las escaleras desapareciendo luego.
Sabía que había hecho mal en haber dado aquella bofetada, yo estaba totalmente arrepentido, no sabía lo que podría cambiar en nuestra relación de primo, pero estaba con miedo de lo que podría venir a seguir.